Las tribulaciones del cura Opaso
Desde la Iglesia San Miguel de Viña del Mar, el expárroco de Reñaca lanzó su candidatura a la convención constituyente. ¿Por qué no? "Escuchen, lean, investiguen y vayan a votar", pide Opaso, marcando su desazón con la derecha, que por estos días -Pablo Longueira y Joaquín Lavín incluidos- parecieran haber renunciado a sus históricas banderas.
Gran expectativa, y una viralización sin igual para los tiempos que corren, provocaron las declaraciones del sacerdote y director del Refugio de Cristo, Enrique Opaso, durante la homilía virtual que realizó el domingo pasado por streaming desde la Iglesia San Miguel de Viña, en las cuales manifestó, sin ambages, su intención de integrar la próxima y eventual convención constituyente para levantar la voz en materias de orden moral, en vistas del estruendoso silencio que impera por estos días en el sector conservador de nuestra sociedad. Entre las principales preocupaciones del religioso están la familia, la patria potestad familiar respecto de la educación de los niños y el futuro del país.
Marca también su desazón por la Educación Sexual Integral (ESI), surgida durante el régimen comunista húngaro de Bela Kuhn y de su célebre comisario de cultura, el filósofo Georg Lukács, quienes veían que el gran obstáculo para implantar el marxismo estaba precisamente en los pilares de la cultura occidental: la familia, el cristianismo y las tradiciones.
De esta forma, Opaso alerta sobre la, a su juicio, peligrosa autonomía progresiva, la posibilidad de una anomia y carencia de normas morales en la estructura social y el posible fin de la educación privada, comparándola con la recordada -y fracasada- Escuela Nacional Unificada (ENU) de 1971.
Sin derechamente llamar a votar por el Rechazo, como supondrían los prejuiciosos, el cura incluso cree que el plebiscito del 25 de octubre es irrelevante, por cuanto de un u otra manera, todo derivará en una nueva Constitución: "Escuchen, lean, investiguen y vayan a votar", pide Opaso, marcando implícitamente su decepción con la derecha, que por estos días -Pablo Longueira y Joaquín Lavín incluidos- pareciera haber renunciado a sus históricas banderas.
Con todo, para quienes conocen al sacerdote, nada de esto es sorpresivo. Basta leer las memorias de Andrés Allamand (La travesía del desierto (Editorial Aguilar, julio de 1999) para dar en la página 25 con el futuro cura y entonces estudiante secundario peleando a puñetazos y pedradas con los cuadros juveniles de izquierda, como en la célebre emboscada del 21 de agosto de 1973, narrada por el actual canciller, en la esquina de Compañía con Bandera, que terminó, literalmente, "a balazos". Es el mismo Opaso que encantó a Reñaca y divulgó la fe por todo Chile a partir de un perdido santo romano, pese al enojo de los jesuitas ("San Expedito es más popular que el Padre Hurtado", dijo por aquellos días en Las Últimas Noticias). Tampoco dista mucho del sacerdote que se tomó más en serio que nadie (más que el propio Gobierno y el Sename de Susana Tonda) el presente y el futuro de los niños que no tienen nada, como lo ha hecho desde el Refugio de Cristo junto a su gran amigo Eduardo Kovacs.
Pese a los duros tiempos que vive la Iglesia, pese al miedo, pese al hastío, pese a tantas cosas, Enrique Opaso Valdivieso se ha mantenido fiel a sí mismo y a aquello en lo que cree.
Por lo mismo, su opinión merece y debe ser escuchada.