Jineteada primero por la destrucción de cientos de empleos debido a los incendios y saqueos sufridos en la ciudad durante el estallido social y aumentada luego por la paralización del comercio y decenas de emprendimientos e industrias no esenciales a causa de las cuarentenas impuestas para frenar los contagios de coronavirus, Valparaíso vive hoy una de las crisis económicas más graves de los últimos años.

De acuerdo a los informes del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), la emergencia empujó el desempleo regional hasta el 13,8% para el trimestre mayo-junio-julio, una cifra que es cinco puntos mayor que la registrada para el mismo periodo del año pasado, pero que con seguridad es menor a la que afecta a la comuna de Valparaíso. Aunque la autoridad económica ya no entrega ese dato específico, hay varias evidencias de que la Ciudad Puerto tiene un desempleo más alto que el promedio, ya que enfrentó este periodo con una fragilidad laboral mayor y muchas de sus fuentes de trabajo productivas corresponden a áreas duramente golpeadas en los últimos meses, como el Comercio y el Turismo.

En una exposición hecha al Concejo Municipal porteño esta semana, el alcalde Jorge Sharp presentó un plan de acción para enfrentar ese escenario, aunque advirtió que varias de las medidas ya adoptadas por el municipio -excepción en el pago de patentes comerciales y flexibilización en otros compromisos comerciales- han representado una merma patrimonial que deberá ser repuesta.

Llama la atención de dicho plan que, más allá de la medidas de ordenamiento urbano pensadas para una reactivación de los barrios comerciales y la aplicación de una estrategia comunicacional de acompañamiento -una web de difusión-, no existan, al menos de forma pública, otros mecanismos de levantamiento económico. Como lo sinceró el propio alcalde, el financiamiento del trabajo municipal requerirá del apoyo del Gobierno y para ello propone la elaboración de una propuesta centrada en el Presupuesto 2021, aunque ese proceso es aún incipiente y allí, como le ha ocurrido a muchos alcaldes antes que Sharp, la necesidades de Valparaíso compiten con otras urgencias, incluso, con otras comunas de la misma Región.

Para lograr sus objetivos de recuperación económica, el municipio también instalará un Comité Estratégico Comunal, cuya finalidad será elaborar junto a los actores económicos de la comuna una estrategia de desconfinamiento que permita equilibrar la añorada reactivación con la seguridad sanitaria. En este punto es importante plantear que la instancia tenga un criterio amplio de integración, ya que el sector privado -desde la construcción al ámbito portuario- puede jugar un rol clave en consolidar un camino de mejor futuro para el Valparaíso pospandemia.

Considerar el comportamiento en el diseño de políticas públicas puede ayudar a prevenir rebrotes en las próximas fases del Plan Paso a Paso. Dado que una estrategia de imposición y control absoluto es prácticamente imposible -como la fiscalización casa a casa para Fiestas Patrias y el máximo de cinco personas por hogar-, una alternativa para lidiar con las masas es diseñar herramientas que incentiven cambios en el comportamiento -lo que se conoce como nudge-.

Un caso exitoso es la campaña comunicacional desarrollada en Nueva York para enfrentar la pandemia, donde el enfoque del mensaje -mancomunado por autoridades incluso de oposición- fue unir a la ciudadanía y explicar el efecto negativo de no ser responsables. La campaña incluyó afiches que invitaban a ser cool y usar bien la mascarilla, dando consejos de moda y sensibilizando en cómo usarla mal puede afectar al resto. Esto generó un cambio en la gente, permitiendo evolucionar de ser una de las ciudades más devastadas por la pandemia a ser una de las que está en fases más avanzadas de reapertura; dicha estrategia ha comenzado a reproducirse en Europa también.

Nuestra realidad es un claro contraste de lo anterior, donde hemos visto reaperturas de centros urbanos con aglomeraciones sin respetar normas de distanciamiento social. Ello es consistente con lo expuesto en la encuesta Cadem de junio, donde más del 80% de los encuestados chilenos indicaba no tomar suficientemente en serio el virus; similarmente, en el Termómetro Social se indica que aproximadamente una de cada dos personas percibe que el resto no sigue adecuadamente las indicaciones sanitarias. Si a ello sumamos la desconfianza política -respaldada por ambas encuestas- podemos asumir que los mensajes públicos no percolan efectivamente en la sociedad -algo que se refleja en las más de dos mil infracciones diarias a la cuarentena y las fiestas clandestinas realizadas en diversas zonas del país-.

Para Cass Sunstein, experto en comportamiento y el diseño de nudges de la Universidad de Harvard, un mensaje bien diseñado que penetre en a la sociedad es clave para enfrentar tiempos adversos. Dentro de sus recomendaciones, la emotividad y la esperanza son elementales, siendo más efectivas que la obligación y el miedo, las que sumándose a la cooperación entre diversos agentes de la sociedad permiten diseñar políticas que se adecúen a la realidad cultural de cada territorio. Como resultado, ellas pueden lograr que la población adquiera consciencia de sus acciones y cambie voluntariamente su comportamiento, actuando en torno a metas y objetivos sociales.

Finalmente, una pregunta que nos queda pendiente es cómo poder diseñar incentivos que cambien el comportamiento actual y fortalezcan nuestra cohesión, en vez de actuar bajo el castigo y el miedo. La respuesta no es trivial, pero sí hay algunos lineamientos claros, como lo es contar con liderazgos cooperativos con foco en la pandemia, que entiendan y pongan a la población como un agente clave y no sólo discutiendo sobre medidas y modelos, que poco penetran en mensajes masivos. Claramente, en un ambiente de discursos populistas, que separan a buenos de malos, esta tarea es difícil, más aún si algunos promueven no escuchar a expertos y demonizan a la oposición por cálculos políticos. Los riesgos de una ola siempre estarán presentes hasta que no contemos con una vacuna, necesitamos cambiar de comportamiento, incluyendo autoridades, pero por suerte, estamos a tiempo.