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Empresas y negocios

LAS EMPRESAS Y LOS DERECHOS HUMANOS

ADMINISTRACIÓN. Una relación que no debería ser sorprendente
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Lo tradicional, en nuestro país, es tener una acepción ideológica, o política, de los derechos humanos, especialmente a partir del año 1973, pero actualmente ha empezado a tener una connotación distinta a nivel internacional, sobre todo al vincularlos con la administración de las empresas.

En términos muy simples, los derechos humanos plantean que las personas tienen derecho a ser tratadas con dignidad, independientemente de su nacionalidad, lugar de residencia, sexo, origen étnico, color, religión, idioma, o cualquier otra condición.

A su vez, las actividades empresariales pueden repercutir, tanto de manera positiva, como de manera negativa en el trato a las personas, de allí que exista una clara relación entre las empresas y los derechos humanos.

Las repercusiones positivas, por ejemplo, se pueden observar en la innovación o la prestación de servicios que mejoran la calidad y expectativas de vida de las personas en el mundo; A su vez las repercusiones negativas pueden ser, por ejemplo, la destrucción del medioambiente o la explotación de trabajadores y menores de edad o la exclusión de discapacitados, es decir, cuando por razón de un acto se elimina, o se reduce, la capacidad de una persona para disfrutar de sus derechos.

Los principios rectores

A nivel internacional, la Organización de las Naciones Unidas ha establecido 31 "Principios Rectores" sobre las Empresas y los Derechos Humanos, como puesta en práctica del Marco de las Naciones Unidas para "proteger, respetar y remediar" los derechos humanos, dirigidos a los Estados y las empresas; en el año 2011 el Consejo de los Derechos Humanos creó el Foro de las Empresas y los Derechos Humanos para examinar las tendencias y los problemas de aplicación de los Principios Rectores, entre otras actividades.

Estos Principios Rectores fueron elaborados por John Ruggie, académico de la Universidad de Harvard y Representante Especial del Secretario General de la ONU para la cuestión de los derechos humanos y las empresas transnacionales y de otro tipo.

Los "Principios Rectores" constituyen un mapa para la acción, definen los parámetros con arreglo a los cuales los Estados y las empresas deben establecer sus políticas, normas y procesos; también imparten orientaciones prácticas a las empresas sobre qué medidas deben adoptar para cerciorarse de que respetan estos derechos, creando una plataforma común para la acción y la rendición de cuentas, que permite evaluar las conductas, tanto de los Estados, como de las empresas.

Los Principios Rectores, también se refieren a la responsabilidad de las empresas de respetar los derechos humanos, esto significa que deben abstenerse de infringir estos derechos sobre: trabajadores, consumidores y otros miembros de la comunidad, además deben hacer frente a las consecuencias negativas que puedan surgir.

Empresas y derechos humanos

La relación entre las empresas y los derechos humanos va más allá de los derechos laborales y la sostenibilidad empresarial. La principal diferencia entre la sostenibilidad y los Principios Rectores radica en el ámbito de aplicación, la sostenibilidad son iniciativas voluntarias de carácter individuales, mientras que los Principios Rectores tienen un ámbito mundial, que recae sobre todas las empresas, sean grandes, medianas o pequeñas, estatales, privadas o mixtas, con o sin fines de lucro, por lo tanto, los inversionistas, asociaciones gremiales, organizaciones de consumidores, sindicatos, organizaciones de la sociedad civil e instituciones defensoras de derechos humanos, ya pueden servirse de los Principios Rectores para elaborar sus políticas y procesos institucionales.

En la actualidad, y cada vez más, las empresas deben saber y hacer saber que respetan los Principios Rectores sobre las Empresas y los Derechos Humanos. Para esto, en primer lugar, las empresas deben asumir un compromiso político -no partidista ni ideológico- en declaración pública, aprobada al más alto nivel jerárquico, por el que se obligan a actuar conforme a su responsabilidad de respetar los Principios Rectores; y en segundo lugar, deben realizar una constante "due diligence", o debida diligencia, en materia de derechos humanos que les permita detectar, prevenir y rendir cuentas por ellas, esto último se entiende como el grado de prudencia, actividad o atención que cabe esperar, y con la que normalmente actúa una empresa prudente y razonable, es un proceso permanente en el contexto de todas sus operaciones, con toda su red de proveedores y socios comerciales, evaluando sus sistemas y procedimientos, tanto internos, como externos.

El día después de la pandemia

carlos.aqueveque@pucv.cl Carlos Aqueveque UretaAcadémico, Escuela de Negocios y Economía, PUCV
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Observando la política de desconfinamiento con sus pasos para salir del encierro, todavía no podemos pensar cuándo podremos ingresar a la nueva normalidad, la que será extraña para nuestros parámetros, el miedo al contagio seguirá con nosotros, cambiará nuestra forma de relacionarnos y de consumir -hasta que las vacunas sean efectivas-. Un nuevo paradigma afectará la forma de saludarnos, las distancias personales, el miedo a volar, la forma de ver y soñar nuestras vacaciones, el miedo a compartir en salas de clases o espacios cerrados, incluso andar en bus.

Será triste descubrir que muchos pequeños negocios ya no nos acompañarán, nos encontraremos de frente con una cruel recesión que dificultará la parte económica y que nos acompañará por un tiempo no menor.

Los problemas no resueltos, gatillantes del estallido social, volverán amplificados y necesitando soluciones rápidas, pues los ciudadanos están cansados de esperar. Las necesidades de mayores inversiones en el sistema público de salud, las pensiones y la educación deberán revisarse con seriedad y empatía por una clase política cuestionada.

La pregunta es ¿hasta dónde nos ha afectado este tiempo de confinamiento en nuestros comportamientos y sentimientos? En mi opinión, nos ha dado la posibilidad de reflexionar sobre la importancia de la familia, los amigos, nuestra condición de seres comunitarios, la importancia de las pequeñas cosas: tomar un buen café y conversar o el caminar con libertad volverán a ser revalorados… Por eso, veamos el vaso medio lleno, aunque sea difícil.

Escuela de Negocios y

Economía PUCV

EL DELIRIO DEL CRECIMIENTO

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¿Tiene sentido que el crecimiento de las economías se valore en función de un indicador, el PIB, del cual muchas personas no saben bien qué es? ¿Es normal que exista el concepto de crecimiento interminable? Este libro responde estas preguntas de manera amena y sin muchos tecnicismos. Se fundamenta en el concepto errado -según el autor- de que, al crecer los sistemas de medida por antonomasia, el PIB, deberíamos ser más ricos o felices. No obstante, muchos aspectos claves de nuestro bienestar, desde el aire limpio hasta la estabilidad laboral, están fuera del alcance de dicha medida estándar de éxito. Por mucho tiempo la economía se ha basado en un lenguaje que no resuena con la experiencia real de las personas, no aportando al real entendimiento de ésta.

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