Temores justificados ante la "celebración"
El sobreviviente comercio local, con un leve mejoramiento en su actividad, está alerta ante posibles manifestaciones violentas. Tienen razón los dirigentes de Valparaíso y Viña del Mar. Ha faltado una coordinación con las policías para intercambiar experiencias, recibir consejos y aclarar protocolos y aspectos legales que al momento de la crisis resultan confusos.
Con diversos matices, dirigentes del sobreviviente comercio de la zona están temerosos de nuevos desbordes con ocasión de la "celebración" del estallido de violencia desatado el 18 de octubre del año pasado.
Son como los enfermos que muestran signos de recuperación, pero están alerta ante corrientes de aire o bajas de temperatura. El comercio local, gravemente castigado por los talibanes del año pasado y por la pandemia del actual, teme una recaída que signifique una marcha atrás en su leve recuperación.
Algunos han tomado precauciones para proteger sus locales, medida penosa pero necesaria, resultado del estado de crispación que estamos viviendo. Y en general, hay críticas a las policías, blanco fácil y políticamente correcto, tanto por sus actuaciones como por sus omisiones.
En lo que tienen razón los dirigentes de Valparaíso y Viña del Mar es que ha faltado una coordinación previa y preventiva para intercambiar experiencias, recibir consejos y aclarar protocolos y aspectos legales que al momento de la crisis siempre resultan confusos. Si bien el gobernador provincial, Gonzalo Le Dantec, anuncia una "planificación especial para responder", falta comunicación entre la autoridad y, para usar un término recurrido, los "grupos de riesgo.
Ha faltado también un diálogo abierto y franco con quienes aparecen como organizadores de las movilizaciones que, se supone, son dirigentes responsables que se dan cuenta que el daño al comercio, al espacio público y al transporte castiga directamente a los trabajadores y ayuda al desempleo.
Muchos sectores, siempre listos para asumir liderazgos, no con claros en la condena a los hechos de violencia. Así, se convierten en cómplices pasivos del daño, la destrucción y, lo que es peor, de la división esa que separa a nuestra sociedad entre los buenos, nosotros, y los malos, ellos. O viceversa.
Incluso en un escenario optimista, sin mayores problemas de destrucción o saqueo, la jornada de mañana significará pérdida para el comercio, con cierre y gasto en cadenas, candados o planchas de acero protectoras. Y un comercio cerrado no tiene clientes, base de su actividad.
Y un riesgo asociado a posibles hechos de violencia es que ese clima aleje a muchos de participar en la trascendental jornada plebiscitaria del domingo 25.
Las manifestaciones de mañana, a una semana del plebiscito, serán una prueba de la madurez de quienes buscan cambios. Esas demandas solo lograrán plena legitimidad si basan su fuerza en el respeto. Respeto a quienes piensan distinto y respeto también a la ciudad, a sus actividades, a sus instituciones y a las personas, a las grandes mayoría, que al final del día resultan perdedoras cuando el necesario debate se transforma en guerrilla, en enfrentamientos físicos con víctimas de todos lados.