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ENTREVISTA. Mariana Enríquez, escritora argentina:

"Me gusta escribir sobre realidades rotas y cuerpos rotos"

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Alejandra Delgado

Lectora voraz de autores góticos y fantásticos (Lovecraft, Mary Shelley, Stephen King, Cronenberg, entre otros), la periodista y escritora argentina Mariana Enríquez (1973) ha sido reconocida por darle un nuevo aire al terror en la literatura, donde la crítica política hace parte de su ficción. Una ficción verosímil, brutalmente realista, que descoloca y despierta nuestros temores más ocultos.

Los monstruos existen, parece decirnos, pero hoy esas figuras que representan el mal son nuestros miedos más íntimos, parte de una realidad marcada por la violencia, la pobreza, el clasismo, la enfermedad, la impunidad, los dramas políticos. De ese inconsciente colectivo y oscuridad cotidiana están hechos muchos de sus cuentos: lo sobrenatural en la aparente normalidad citadina ("Los peligros de fumar en la cama", 2009), la corrupción política, la miseria en los barrios marginales, la violencia machista ("Las cosas que perdimos en el fuego", 2016, traducido a más de veinte idiomas); y la misoginia en el fondo del rock ("Este es el mar", 2017).

La reina del realismo gótico, como le llaman en el país trasandino, es la primera argentina en ganar el Premio Herralde versión 2019, con "Nuestra parte de noche" (Anagrama). Calificada como "una novela total", narra el viaje de Juan con su hijo Gaspar hacia las cataratas del Iguazú, en los años de la dictadura argentina. "Como su padre, Gaspar está llamado a ser un médium en una sociedad secreta, la Orden, que contacta con la Oscuridad en busca de la vida eterna mediante atroces rituales".

"Un libro a la vez oscuro y deslumbrante", dijo uno de los integrantes del jurado sobre sus casi 700 páginas que reúnen todas sus obsesiones, según ha dicho su autora. Es el nuevo "Cien años de soledad", según el escritor Alberto Fuguet, "aunque más gay, más caliente, más misterioso, más duro y más versión de género".

Mariana Enríquez acaba de ser nombrada directora de Letras del Fondo Nacional de las Artes de su país y estará a cargo de otorgar becas, subsidios y organizar concursos literarios. El 7 de noviembre (18 horas) será parte del diálogo "Mujeres al borde del canon", en el marco del décimo Festival Puerto de Ideas, junto a la mexicana Guadalupe Nettel y la chilena Alejandra Costamagna.

- A los 21 publicaste tu primera novela, "Bajar es lo peor" (1995), por una necesidad física, porque no encontrabas nada ni nadie que contara lo que te pasaba. Y resultó un fenómeno que te llevó a programas de TV, a tener fans y la etiqueta de ser "la escritora más joven de Argentina". ¿Cómo lidiaste con esa sobreexposición entonces y cómo lidias hoy con la idea de ser una figura pública de renombre mundial?

- En ese momento yo era una chica muy desafiante, así que podía surfear la ola a pura actitud, pero fue difícil, especialmente porque el material de la novela, que es una historia de amor entre dos chicos, con muchas drogas, mucha noche, a muchos les resultaba chocante y hasta inconcebible y, en consecuencia, muy explotable y comercial. Había un interés morboso por saber si yo llevaba esa vida y eso era mucha exposición. Creo que me di cuenta con los años lo difícil que fue manejarlo, porque publiqué recién en 2004 una segunda novela. Durante esos casi diez años trabajé y escribí, no es que me bloqueó, pero necesité poner distancia y bajar el perfil. Yo no me doy cuenta de que soy "una figura pública con renombre mundial", además con la pandemia todo eso me parece que pasó al lugar mil de importancia.

- ¿Qué supuso para ti pasar a grandes audiencias? ¿Qué tuviste que dejar, negociar, transar, pensando en tu trayectoria más underground?

- Yo no siento haber negociado más que tiempo. Tengo que dedicarme a entrevistas, presentaciones y todo un montaje que rodea al "escritor" en cierta posición, que implica la promoción de los libros y del propio personaje. Pero no mucho más. Los textos son exactamente los que quiero publicar, creo que se nota. Lo otro lo tomo como parte del trabajo.

- ¿Cómo fue atreverte a profundizar en un estilo descriptivo y narrativamente extenso, en una época donde todo es inmediato y la literatura compite con tantos estímulos como las series, entre otros? Presentar un libro "monstruoso" es una apuesta a contracorriente…

- No creo. Hay una generación que se formó leyendo Harry Potter. Los fans de Juego de Tronos se tragan libros de miles de páginas; y escritores realistas, como Knausgård o Elena Ferrante, también escriben extenso y tienen muchos lectores. Todo es según desde donde se lo mire. Creo que hay lectores para narrativa más breve y también para libros extensos, y no me parece que los libros compitan con las series, la literatura siempre es lenta, escribir "corto" para estar en sintonía con géneros más inmediatos no funcionará nunca.

- En una sociedad hedonista instalas la incomodidad de mirar lo oscuro e ir en contra del mercado del bienestar. ¿Eres consciente de este gesto?

- La literatura que entra en el mercado del bienestar me parece irrelevante. No soy consciente del gesto porque para mí no lo es, es decir, no es un gesto, es algo normal: es hacia donde me interesa mirar y lo que me interesa contar. En mi opinión, la literatura debe generar incomodidad, preguntas, dudas.

- A propósito de uno de los temas de tu reciente novela, ¿por qué crees que tenemos terror a morir? Hay una negación a la muerte que se expresa en un fundamentalismo de la vida eterna. ¿Qué te pasa a ti con la idea de la muerte?

- Porque no sabemos lo que pasa después de la muerte y todos le tenemos miedo a lo desconocido. A mí también me gustaría vivir para siempre, no enfermarme, tener una existencia vampírica, la muerte me resulta una injusticia. No me importa que sea natural, hay muchas cosas naturales e injustas.

- Te gusta trabajar sobre los cuerpos, los cuerpos enfermos como última frontera de la vulnerabilidad. ¿Qué te atrae de eso?

- Por un lado, mi madre es médica, así que la enfermedad y sus metáforas, digamos, es también para mí el lenguaje materno. Por otro lado, trabajo en el género de horror con frecuencia y ahí el cuerpo es fundamental en cuanto a la vulnerabilidad, es el lugar donde se juega el encuentro con lo amenazante y, en definitiva, lo que puede ser dañado de forma más irreversible. Además, creo que se escribe poco sobre los cuerpos no normativos excepto desde el testimonio. Me gusta incorporarlos en la ficción pura: me gusta escribir sobre realidades rotas y cuerpos rotos.

- ¿Cómo el periodismo te ha nutrido con material para narrar?

- Soy muy curiosa, entonces estoy atenta a historias que puedan disparar ficciones y también a objetos culturales que me estimulen. El periodismo hace que esté más cerca de ellos, es un entrenamiento de la percepción, una especie de antena diferente, específica y entrenada para captar lo que me será interesante.

- ¿Cuáles son tus libros de consulta, esos que nunca puedes dejar del todo?

- Van cambiando, pero en general Faulkner, TS Eliot y Emily Brönte (las Brönte en general), son autores a los que vuelvo siempre. También un poco a Ray Bradbury, Borges y Rimbaud. No soy tanto de libros como de autores.

- Escribes con música. "Nuestra parte de noche" la escribiste escuchando "The Blue Hour", el último disco de Suede (tu banda favorita). Si pudieras resumir estos últimos meses pandémicos en un disco o en una banda/canción, ¿cuál sería?

- En esta pandemia murió un amigo músico muy querido, Gabo Ferro. Asocio la pandemia a su música y su partida. No murió por el virus, pero la melancolía de su voz y su lírica muy relacionada a la muerte se me han vuelto inseparables con estos días.

- Si pudieras escribirle un telegrama a Mary Shelley, ¿qué diría?

- Gracias.

- ¿Te hablan tus monstruos? ¿Qué te piden? (pienso en Frankenstein y el doctor que lo creó)

- No. La relación con los personajes es muy intensa y a veces se rebelan, pero nunca lo suficiente como para que no pueda dominarlos. Si piden algo, siempre soy yo la que decide en última instancia si van a tenerlo o no.

- Has dicho que desconfías y te irritan los discursos sobre la literatura de mujeres y la literatura catalogada como femenina, esa situación de manada. En Puerto de Ideas estarás en una mesa con autoras para hablar del boom de la literatura de mujeres. ¿Cómo lo abordas?

- ¡Veremos! Supongo que hablando de literatura sin ponerle un rótulo. Las autoras con las que comparto mesa son escritoras que admiro y que son muy distintas a mí; quiero que hablemos desde la diferencia, no desde la homogeneidad. Quizá podemos pensar por qué existe la necesidad de seguir hablando del boom de las mujeres en la literatura: a mí ya me parece una especie de resistencia a aceptarlo, o una pretensión de que nosotras expliquemos un estado de cosas que a un grupo les parece insólito.

- ¿Qué piensas del proceso constituyente que estamos viviendo en Chile?

- Me alegra muchísimo, por Chile y por el continente con nuestra historia con el terrorismo de Estado. Confío en que saldrá bien.

"La literatura siempre es lenta, escribir 'corto' para estar en sintonía con géneros más inmediatos no funcionará nunca".

"Las autoras con las que comparto mesa son escritoras que admiro y que son muy distintas a mí; quiero que hablemos desde la diferencia, no desde la homogeneidad".