Algas y pastas, cultura e innovando en Mar de Amores
Por Marcelo Beltrand Opazo
La cultura, entendida como el conjunto de conocimientos, ideas, tradiciones y costumbres que caracterizan a un pueblo, a una clase social o a una época, se nos presenta como eso, como todo aquello que nace de la actividad del hombre, en espacios determinados, que cuando se materializan en algo, ya sea acciones o la fabricación de cosas, va dejando huellas, va dando pautas y amplía los horizontes mismos de la época. En gastronomía tenemos que la cocina es una expresión de esa cultura y que será representativa, a su vez, de una época, de un lugar, de una tradición. Por lo mismo, la cocina de un país es un espejo de su cultura, una expresión, una forma de comunicar, de decir.
Roberto De Nola, en su libro "Cocina chilena. Tradición, fina y fácil", señala que "dentro del mapa de la cocina hispanoamericana, la cocina casera de Chile, en los últimos cien años, se distingue por su mesura en los aliños, por su ausencia de picantes excesivos, por su equilibrio de ingredientes reconocibles". Hoy, creo, que la cocina chilena está sufriendo cambios importantes (cambios que obedecen a un tiempo y una época por supuesto), que nos muestran, a su vez, la complejidad de nuestra sociedad.
Una sociedad es la suma de distintas culturas que intervienen en su composición. Culturas que van dando espesor, profundidad y diversidad a la misma, constituyéndose y estructurándose como capaz tectónicas. Una sociedad, como la nuestra, se alimenta de toda la migraciones, de todas las influencias de la misma globalización.
Nuestra sociedad ha cambiado gastronómicamente hablando (como debe ser) y esos cambios se ven y se palpan en las distintas propuestas que vemos. Por ejemplo, en las preparaciones que ha estado trabajando el Restaurante Mar de Amores, en el cerro Alegre, acá en Valparaíso.
A modo de definición técnica, un alga es un organismo capaz de llevar a cabo la fotosíntesis oxigénica y obtener el carbono orgánico mediante la energía del Sol. Siempre viven en medio acuáticos (salvo alguna excepción) y pueden ser pluricelulares o unicelulares. Digo esto porque tuve la oportunidad de degustar dos platos innovadores, uno de ellos una ensalada de cinco diferentes algas, más cebolla morada, pepino, tomate cherry, hoja de cilantro, ulte y cochayuyos encurtidos, bañados en un dessing de aceite de sésamo, soya y jugo limón, más un crocante de luga cuchara. Llama la atención la textura de las algas y me doy cuenta que no estoy acostumbrado a ellas. La suavidad y lo chicloso me son extrañas, pero el sabor yodado y fresco me conquistan enseguida, porque es la intensidad del mar que lo invade todo, que junto a las verduras, que elevan la acidez del plato, lo convierten en la entrada perfecta, la que debiera ser maridada con un Sauvignon Blanc.
Luego, como segundo, unos fetuccini, a base de una pasta vegana (80% de harina de trigo y un 20% de harina de cochayuyo), con salsa putanesca (salsa pomodoro, ajo dorado, alcaparras, tomate cherry y aceite de oliva). Este plato, es un contraste a la ensalada de algas, ya que la acidez es menor, pero gracias a las alcaparras y los tomates de la salsa putanesca se equilibran. Ahora bien, la textura de los fetuccini es suave y el sabor marino que le aporta la harina de cochayuyo a la pasta le dan el toque perfecto. Bien, ahora solo queda felicitar al chef Jorge Olivares por las preparaciones.
Con estos platos, el Mar de Amores innova y aporta culturalmente a la escena gastronómica local, entregando calidad y nuevos productos.