"Funas" dañinas en tiempos electorales
La reiteración de estos ataques afecta el proceso constituyente, en el que debe prevalecer el respeto a las personas y a las ideas. El problema está en que más allá de la queja, la "funa" tiene un sentido odioso que en nada ayuda a rescatar la amistad cívica y puede contribuir a actos de violencia física. Hay palabras que son letales.
"Lo que hay detrás de la funa es un malestar generalizado con la clase política", afirma en entrevista con este Diario el analista político Felipe Vergara, de la Universidad Andrés Bello. Insiste en que existe una "acumulación de rabia; en vez de guardarse, ahora se expresa públicamente".
La verdad es que el malestar con la clase política en nuestro país no es nuevo. Se manifestó de manera rotunda en 1952 cuando fue elegido Presidente de la República Carlos Ibáñez del Campo, quien había salido expulsado de La Moneda con patente de dictador en 1931. Ibáñez volvió al poder prometiendo barrer con la corrupción política y su símbolo de campaña fue una escoba. Los tiros iban dirigidos directamente contra el Partido Radical, que había tenido tres periodos continuados de gobierno.
Pero hoy el malestar contra ese grupo de servidores públicos se manifiesta de manera frontal, en la cara, de quienes ostentan responsabilidades políticas. Así ocurrió en Villa Alemana con el alcalde José Sabat, independiente, quien fue insultado y amenazado en la calle. También fue increpada en una caleta de El Quisco la diputada UDI María José Hoffmann, en tanto que la candidata independiente a la alcaldía de Viña del Mar, Marlene Olivari, fue increpada en la calle por un transeúnte. Este, posteriormente subió a redes sociales la escena para demostrar que la candidata no tenía conocimiento de la realidad viñamarina.
Vergara augura que con la explosión de candidaturas y elecciones que vamos a tener este año "es bastante predecible que vaya a haber también una explosión de funas".
Para el presidente regional de Evópoli, Javier Puiggros, "la funa es un reflejo de una tendencia a la intolerancia, a no respetar la validez de una opinión diferente" y agrega que "la libertad de expresión tiene un límite cuando uno pasa a llevar normas éticas y morales".
Lo cierto es que la "funa" se ha convertido en un instrumento de protesta, oral o gráfica, que gana fuerza y alcance en redes sociales.
El problema está en que más allá de la queja, en un ambiente por lo general quejoso con o sin razón, la "funa" tiene un sentido odioso que en nada ayuda a rescatar la amistad cívica y puede impulsar actos de violencia física. Hay palabras que son letales.
Pero sin llegar a esa violencia física, la "funa" puede destruir personalidades, que con todos sus defectos y posiciones, al final del día resultan ser buenos servidores públicos.
La "funa", un desvío, un abuso de la libertad de expresión, resulta muy dañina este año electoral, con la delicada tarea de formular una nueva Constitución, tarea donde debe prevalecer el respeto a las personas y a las ideas.