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"No quiero ser Jobs, sino que el invento lo utilice la gente"

Diseñador formado en la PUCV obtuvo el premio Estrecho de Magallanes por el desarrollo del proyecto. Aquí cuenta el largo camino hacia la concreción del novedoso dispositivo.
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Es innegable que problemas como el cambio climático y la crisis energética han estado visiblemente presentes en nuestro día a día y han afectado a millones de personas. Pero también han significado un impulso para la creación de nuevas aplicaciones tecnológicas.

Nicolás Orellana Olguín, diseñador industrial formado en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV) desarrolló el 2006 O-Wind, una turbina eólica omnidireccional la cual, explica, es la única en el mundo capaz de generar energía a partir de vientos de múltiples direcciones, tanto horizontales como verticales.

Su invención fue destacada en noviembre con la entrega del reconocido premio Estrecho de Magallanes. El ministro de Relaciones Exteriores, Andrés Allamand, se refirió a Orellana como alguien con "el mismo espíritu que hace 500 años hizo de Magallanes el descubridor del Estrecho que lleva su nombre, y de Elcano el primer hombre en circunnavegar la Tierra".

Un fructífero proyecto de título

El trayecto hacia dichos logros no fue sencillo, sin embargo. Nicolás partió como estudiante de Arquitectura, y luego de estar en medio de su carrera decidió incursionar en el área que más lo motivaba: "En ese tiempo yo estudiaba junto con mi hermano, que estaba en Diseño Industrial (…). Mientras completábamos nuestros trabajos a cada rato veíamos lo que estudiaba el otro, hacíamos intercambios en donde yo avanzaba un poco en su trabajo y él un poco del mío. Así, yo me fui entreteniendo con el diseño, pero cuando al final tomé la decisión de cambiarme fue porque en Arquitectura yo estaba hasta ese momento construyendo maquetas que en el fondo se parecían a lo que quería hacer más adelante. En Diseño (Industrial) uno no presenta maquetas, sino que crea cosas que funcionan ya (…), y eso era mágico y a lo que quería dedicarme."

Al terminar su carrera, el año 2006, creó como proyecto de título un aparato de exploración de zonas desérticas, inspirado por un invento de la NASA para explorar Marte. A partir de dicho artefacto, que se movía con la energía del viento, generó su propia variación. "Lo que hicieron fue llevar una pelota inflable con algo de instrumentación en su interior, que es capaz de tomar algunas medidas. Pero yo pensaba que si uno quería explorar un planeta con eso, iba a poder dibujar una sola línea y para hacer algo un poco más extenso, quizás podría llevar varias, pero como el viento las mueve a una sola dirección, no tendría mucho sentido. Entonces me impuse la tarea de diseñar algo que tuviera el mismo principio, pero que si están todos juntos que cada uno tuviera su propia dirección. Y por eso llegué a este aparato. Ese fue el origen de la turbina", detalla.

Tras graduarse, sin embargo, Orellana dejó de lado la idea y se dedicó a otros objetivos. No fue hasta el año 2018, mientras hacía un máster en el extranjero gracias a BecasChile, cuando reemergió la iniciativa. "Apareció un concurso, el James Dyson Award, al cual podía postular con esto. Le di unas vueltas, lo mostré a algunos profesores de la escuela de Ingeniería, y uno de ellos me comentó que si podía generar energía sería fabuloso. Hay una motivación, las personas quieren instalar sus propias tecnologías para hacerlo, pero no pueden en sus departamentos. Entonces se rediseñó lo que era un aparato explorador y se convirtió en una turbina eólica omnidireccional", complementa.

El valor de la innovación

No obstante, sus metas finales para el proyecto presentaron algunos percances, siendo el principal el de encontrar algún inversor capaz de desarrollar a O-Wind para ser comercializado, al no coincidir en la visión detrás del proyecto.

"Yo he conversado con grandes empresas que le veían el potencial, pero no entendían que yo no aspiro a ser un emprendedor ni busco ser ultra millonario. Yo no quiero ser Steve Jobs, yo quiero que esta cosa esté allá afuera, que esté disponible en el mercado y que la gente lo use y se pueda ir mejorando con el tiempo", señala. Orellana recalca además que, si bien gracias a O-Wind se ha acercado al mundo de las energías renovables, no se considera un experto en el tema. Es por estas razones que él, en conjunto con otros socios, ha intentado continuar con el proyecto por su cuenta, a la espera de vender la patente a personas más calificadas.

Por otro lado, Nicolás remarca que productos como O-Wind podrían beneficiar a gran número de personas que viven en departamentos, en donde opciones como paneles solares no pueden operar adecuadamente: "Las personas quieren no solo que la energía sea limpia para reducir la huella de carbono, sino además tener la posibilidad de ahorrar o de venderle a la red, con las tarifas de devolución que hay en 80 países. También para estar preparados en caso de cortes provocados por terremotos, por choques, por ciclones, tormentas, etc. que van pasando cada vez más con el cambio climático en lugares donde nunca ocurrían".

Futuras metas

Tras ganar el premio otorgado por la agencia Imagen de Chile, el proyecto de Nicolás adquirió una alta notoriedad entre empresas inversoras interesadas. "Nosotros en este momento estamos cerrando un acuerdo y este concurso nos ayudó harto en eso", expresa. "Las metas son básicamente terminar el desarrollo (del prototipo) y que dé una cantidad de energía suficiente para ponerlo en el mercado, pero después del modelo hay que bajar todo eso a un diseño de producto final que se pueda fabricar en masa. Antes de eso vamos a hacer la extensión de la patente a otros países que son relevantes para nosotros".

Finalmente, comenta que aparte de ese proyecto, se encuentra trabajando en conjunto con un centro de innovación y gestión en Quillota, apoyando en temas de agricultura sostenible, y realizando clases de Concepción de Productos para la Universidad Técnica Federico Santa María, con el fin de que empresas pequeñas, varias afectadas por la pandemia, puedan solucionar sus problemas y desarrollarlos tal como él lo hizo con el suyo. 2

Apareció un concurso, el James Dyson Award, al cual podía postular con esto. Lo mostré a algunos profesores de la escuela de Ingeniería, y uno de ellos me comentó que si podía generar energía sería fabuloso".

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Diego Olguín Bustamante

reportajes@mercuriovalpo.cl