Inaceptable zona roja en Valparaíso
Reiterada violencia en área de Plaza Aníbal Pinto daña a residentes y comerciantes; para algunos un signo más de la agonía de Valparaíso. Pedro Shulz, quiosquero de la plaza, afirma que ante la reiterada violencia "mucha gente quedó cesante" y que los manifestantes "son puros cabros chicos que no tienen idea qué pasa".
"Valparaíso se está muriendo lentamente. Le llegó la agonía". Categórica afirmación de Cristián García, comerciante de la subida Almirante Montt, aledaña a la Plaza Aníbal Pinto donde recrudecen barricadas y manifestaciones de violencia que alcanzan a esa calle y también a Cumming, accesos a la parte alta de la ciudad. El área tradicionalmente ha sido un polo comercial con atractiva oferta gastronómica. Pero ahora "la gente ya no viene…tiene miedo", remacha García.
Pedro Shulz, quiosquero de la plaza, afirma que ante la reiterada violencia "mucha gente se quedó cesante" y acusa que los manifestantes "son puros cabros chicos que no tienen idea qué pasa. A lo mejor tienen conocimiento en cuanto a destruir…" Es fácil destruir, lo difícil, lo que exige esfuerzo es construir.
El efecto de las manifestaciones y cortes de tránsito, como lo producido el lunes pasado, es que los comerciantes cierran sus locales.
Ronel Chávez, locatario de la pérgola situada en Cumming, reafirma que ya no va público al sector y así cierran negocios para siempre. De cinco que había, solo quedan dos, pequeño comercio que da subsistencia familiar.
Estos hechos de violencia se vienen produciendo desde el llamado estallido social y afectan al comercio y a los vecinos. Se daña la propiedad. La gente se va y la ciudad sigue decayendo. El daño no se repara y la inversión desaparece.
Ante esta realidad del centro mismo de la ciudad, donde se ubican la Intendencia y la sede del Consejo Regional, pareciera que no es aventurado afirmar que a Valparaiso "le llegó la agonía".
¿Es posible aceptar con resignación ese diagnóstico?
La reacción debe ser de rechazo, pero no únicamente en las palabras, sino que en la acción, que va mucho más allá de la vigilancia en terreno con presencia policial permanente.
Esta reiteración de barricadas, de daño y de amenaza exige una tarea de inteligencia para establecer quiénes son los promotores que con tanta facilidad movilizan a esos "cabros chicos que no tienen idea". Y esa materia no es una novedad, pues los menores de edad, al no ser imputables, son empleados por adultos en la comisión de delitos. Tarea para la Defensoría de la Niñez.
Es posible también en la irracionalidad de la violencia la presencia de la droga, que permea todos los sectores de la sociedad con su rentable invasión. No sería tampoco novedad, pues hasta la dirigencia del movimiento mapuche ha denunciado la infiltración de la droga en algunas comunidades.
La dañina violencia a la ciudad patrimonial coincide con un proyecto en el Parlamento para derogar normas de orden público aplicables en casos como el de Plaza Aníbal Pinto. Mala señal que contribuye a esos augurios de agonía que deben descartarse con un contundente rechazo social a quienes quieren hacer de esa plaza una inaceptable zona roja.