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Actividades en Centro Cultural

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El Centro Cultural Placilla organizó el "Ciclo de Charlas Literarias Cultura y Verano", encuentros apoyados por el Museo Histórico de la localidad. Se trata de jornadas online protagonizadas por escritores que han tenido alguna relación con Placilla.

Este martes 26 está programado el encuentro "10 cosas increíbles sobre las plantas que (probablemente) no sabías", con Cristian Atala (Doctor en Biología), y para el jueves 28 está agendado "Balmaceda, La guerra entre chilenos", con Carlos Tromben (escritor). Ambas jornadas se desarrollarán desde las 18:00 horas y pueden ser seguidas por todos los vecinos a través del Facebook Live del museo placillano.

La directora del Museo Histórico de Placilla, Pamela Fuentes, destacó la importancia de este ciclo comentando que, "organizamos estas charlas y convocamos a estos cuatro autores que de alguna manera, en alguna de sus obras, tienen o han tenido relación con Placilla, quisimos darle ese arraigo e identidad local. El valor que tienen es que estamos enfocando estas actividades desde el punto de vista del arte, de la creación literaria, para fomentar la lectura. Nos hubiese encantado hacer alguna parte presencial con el aforo permitido, pero estamos justo en proyectos de museografía".

Sumadas a las actividades anteriores el 28 de enero parte el taller teórico/práctico "Empieza hoy, no más basura", con cuatro sesiones que se dictarán en dos horarios para que el público pueda escoger: 11:00 y 16.00 horas. La modalidad es presencial con aforo limitado (10 alumnos). c&p

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"Yo creo que la ira destruyó Valparaíso"

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Marcelo Mellado escribe desde y sobre la provincia, escenario de títulos como "La hediondez" -la novela que acaba de reeditar-, "La batalla de Placilla" y el más reciente, "El Niño Alcalde", centrado en un predicador callejero porteño que se ha paseado a lo largo de su vida por distintos oficios. El premiado escritor nacido en Concepción lleva varios años viviendo en Valparaíso y del cerro Los Placeres se pasó al Bellavista, para afincarse -definitivamente, asegura- en Placilla de Peñuelas.

"Opté por Placilla porque azarosamente se me presentó una oportunidad. La verdad es que yo había escrito 'La batalla de Placilla, pero no tiene que ver con eso. Yo estaba buscando un lugar para comprar, que originalmente era en Villa Alemana, pero fracasó el negocio y el corredor me propuso comprar acá. Además me gustaba, porque si hubiera sido Quilpué, habría dicho que no. No es algo pasajero, aquí me quedo".

-¿Cómo ha sido este tiempo en Placilla?

-Bueno. En Placilla hay un museo y un centro cultural, además de una librería en Curauma. Hay un lío estratégico ahí entre Placilla y Curauma. Alguna vez tomé un colectivo y el chofer me dijo "son levantados de raja, esto es Placilla, no es Curauma". Hay gente que me dice "tú vives en Curauma" y yo le contesto que no, que vivo en Placilla. Hay una sensación con este proyecto inmobiliario llamado Curauma de que, entre comillas, le levanta el pelo a la zona. Es una especie de tensión, que creo son la tensiones necesarias para construir territorio. Yo vivo en el Placilla Viejo.

-¿Se ha sentido cómodo?

-Sí, es un lugar cómodo. No sé si será tan cómodo, pero así como Valparaíso da la sensación de ese patrimonio demasiado pesado, que es muy difícil de administrar, Placilla es mucho más abierta, porque tiene un patrimonio más volátil y es mucho más agradable, porque da la sensación de cosas más modernas, por el hecho de tener librerías, por ejemplo. Hay una construcción inmobiliaria interesante, con todo lo que ella implica, y un desplazamiento humano que nunca ha sido malo.

-Ud. estudió en Valparaíso y ha vivido allí en varios periodos. ¿Cómo ha visto cambiar la ciudad?

-Yo viví la época del Valparaíso de la dictadura más profunda, porque no viví el periodo de la protesta, sino de la dictadura más dura, del '75 al '77, en donde realmente era rudo. No había venido esta cosa patrimonialista, pero sí había una cierta nostalgia de intelectuales y ciertos sectores de la cultura que hablaban o recuperaban ese Valparaíso profundo. Yo después me trasladé a Santiago, viví un tiempo en el sur y volví cerca del 2000, pero como vivía en San Antonio, algo sabía del proceso de capitalización patrimonial que hizo Valparaíso después de la década de los 90. Valparaíso se deterioró mucho porque hubo un plan perverso de deterioro de la ciudad.

-¿Quién o quiénes orquestaron ese plan perverso?

-No creo que sea una conspiración o tal vez sí. Creo que hubo un ajuste de cuentas y no sé quién se habrá beneficiado con este proceso de patrimonialización. Tal vez un cierto imaginario cultural, pero eso era muy poco permanente en el tiempo. De hecho, la insurrección popular se preocupó de construir destruyendo, para dar cuenta de un país tan desigual, hecho de paja. Una modernidad tan poco sostenible. Yo creo que la ira destruyó Valparaíso. La ira contra el poder, contra la sensación de riqueza y de desarrollo, que pertenecía a unos pocos. Una elite, no estoy hablando de derechas o de izquierdas, que se apropió de la modernidad. Eso destruyó Valparaíso y lo sigue destruyendo, con una oligarquía siniestra, sin cabeza ni proyecto de desarrollo y la impostura de ciertos sectores progresistas.

DESDE LA PROVINCIA

Mellado acaba de reeditar "La hediondez" (2011), cuya trama se centra en la rehabilitación de una biblioteca municipal de una ciudad del litoral central. El autor aclara que "más que reeditar la novela, lo que quisimos hacer fue reeditar una editorial que se llama Economías de Guerra, que es un proyecto que hicimos con mi hermano, Justo Pastor Mellado, y la artista visual Andrea Goic. Lo creamos en Santiago en la década de los 90, para complejizar un poco más el arte chileno contemporáneo, haciendo una combinación entre literatura y artes visuales".

-¿Qué representa "La hediondez" en su obra literaria?

-Representaría, si es que representa algo, la reivindicación del humor en un país brutal y definitivamente solemne y grave. Es una novela burda, un poquito carnavalesca, y una novela blanda, que llama a no perder el humor en un país de tontos graves y solemnes, donde solo hay burla y chanza. Es la rebeldía contra ese sentido común seriote, que es falso. Afirmar el humor en la literatura chilena.

-¿Qué lugar cree que ocupa usted en la literatura chilena?

-Es difícil que uno se ubique, porque esa pega lo hacen otros. Yo me conformo con ser un escritor situado y por eso vivo en Placilla, como un escritor que autoafirma territorio. No quiero formar parte del panteón, sino ser un escritor consciente de vivir en una comunidad. Por eso no vivo en Santiago y pertenezco al Colectivo Pueblos Abandonados, conformado por puros escritores de provincia que odiamos Santiago y que queremos hacer una práctica fuera de los cánones de la capital que viene a veranear acá.

-Además escribe desde la provincia.

-Claro. Lo fundamental para mí es afirmar mi no lugar, el vivir donde no hay que vivir, donde teóricamente no hay que hacerlo desde el punto de vista del canon cultural.

-A ud. se le ha catalogado de francotirador, por sus libros y sus opiniones. ¿Está de acuerdo con la definición?

-Eso es falso, porque yo creo que en Chile son todos muy señoritos y se hacen los caballeros. Yo no soy francotirador para nada, simplemente yo no pertenezco a los lugares que hay que pertenecer o no soy cortesano de los poderosos. Soy bastante solitario y no estoy pauteado. No soy político, pero tengo causas y voy a votar por mi amigo Claudio Reyes, con quien trabajamos en La Matriz. Tengo un profundo desprecio por Sharp, porque lo conozco y no me da miedo decirlo.

-¿Está preparando un nuevo libro?

-Terminé, lo cual es un decir, una novela sobre Valparaíso, que se llama "La novela de mierda". También tengo otro texto, llamado "La guía de la vecina insurreccional". Además, estoy trabajando sobre un personaje que se desprende de la novela "el niño alcalde", llamado el Payaso Rabotril, una especie de demonio clown, una suerte de tributo a la película "Guasón". c&p