Tres miradas a las fiestas clandestinas en fase covid
Las reuniones fuera de todo protocolo sanitario, con asistencia principalmente juvenil, han ido en aumento o están siendo más denunciadas. ¿Qué es lo que motiva la participación en estos eventos, a sabiendas de los riesgos? ¿Fatiga pandémica o mera irresponsabilidad?
"Si alguien muere, ya saben a quién irle a preguntar". Esa fue la cruda advertencia de la subsecretaria de Prevención del Delito, Katherine Martorell, a propósito de una de las fiestas clandestinas realizada en Cachagua el 11 de este mes, cuando confirmó que en la comuna de Zapallar aumentó un 307% la positividad de casos de covid-19.
Ese fue uno de los varios eventos que se realizaron desde el año nuevo, los cuales, según denunció el seremi de Salud de la Región de Valparaíso, Francisco Álvarez, causaron un brote de más de 60 personas y 170 contactos estrechos. Producto de esa situación, además, la comuna costera retrocedió a la fase de Transición del plan Paso a Paso, justo en la temporada alta.
Lo que lleva a las personas, en su gran mayoría jóvenes y a veces adolescentes a participar en reuniones de esta clase, a sabiendas que en ellas pueden exponer sus vidas, las de sus seres queridos, de gente conocida y desconocida, es un tema que se ha venido debatiendo con la misma intensidad con que se acrecienta la detección de estas fiestas, por lo general denunciadas por vecinos.
¿falta de responsabilidad?
Para el director regional del Instituto Nacional de la Juventud (INJUV) Alejandro Leiva, "a lo único que se puede atribuir la participación en estas fiestas clandestinas es, sin duda, a la irresponsabilidad; no puede haber una justificación para tener este tipo de reuniones o juntarse sin ninguno de los cuidados sanitarios que se requiere en esta pandemia".
Una opinión distinta tiene la directora nacional del Colegio de Psicólogos de Chile Lillian Pérez, quien inserta esta actitud entre las manifestaciones de una "fatiga pandémica", relacionada con la desmotivación o desgano en que la población ha caído tras la prolongada pandemia y las restricciones correspondientes.
"Además, estamos en una etapa estival, en la cual, obviamente, el concepto de vacaciones implica relajo, pasarlo bien. Entonces, todo lo que tenga que ver con una organización, con un horario, todas esas medidas se relajan. Se combinan esas dos cosas", señala la doctora en Neurociencias Cognitivas Aplicadas y profesora de la Universidad de Playa Ancha.
Por otra parte, sostiene que el caso de la fiesta en Cachagua cuyas imágenes se viralizaron se hizo evidente de una manera circunstancial, dado que este tipo de reuniones ya existía. Agrega que en el periodo estival estas actividades ha experimentado un aumento, tendencia que también se vivió en Europa en esa temporada. Leiva, por su parte, plantea que el hecho de que aquel evento se haya compartido en forma masiva por redes sociales influenció notoriamente su visibilidad, permitiendo que el tema fuera puesto en el foco de la atención pública.
Asimismo, ambos enfatizan que, contrariamente a las apreciaciones que se han visto en Internet, estos encuentros trascienden los estratos sociales. "No creo que el segmento socioeconómico sea un condicionante para cometer este tipo de infracciones, debido a que se han visto fiestas en muchos sectores de la región (…), es algo totalmente transversal que se está dando", remarca el representante del Instituto Nacional de la Juventud.
Cuadros de ansiedad
Una de las muchas consecuencias que ha causado el período de la cuarentena, ha sido el aumento de los casos depresivos y de ansiedad en la población. En junio del pasado año, por ejemplo, la Food and Drug Administration de Estados Unidos (FDA) declaró que la sertralina, conocida por ser un antidepresivo de alta comercialización, se encontraba con poca disponibilidad en el país, tal como lo fue el alcohol gel a principios de la pandemia.
Frente a esto, Leiva confirma que efectivamente hay un crecimiento en el sentimiento de angustia de los jóvenes, mencionando que el Injuv realizó una encuesta para verificar estas presunciones. Además, menciona que, con el fin de hacer frente a este panorama, el organismo creó el programa "Hablemos de todo", en el cual quienes sufren episodios de ansiedad pueden conversar con profesionales para poder superarlos.
Si bien Lillian Pérez está de acuerdo en que ha existido un aumento de casos, no cree que la escasez de medicamentos sea un factor relacionado con la asistencia a fiestas clandestinas, argumentando que para que los fármacos tengan un efecto real se requiere de un plazo de consumo de tres a seis meses.
"Yo creo que esa relación de variable me parece riesgosa, porque por un lado sí, han aumentado los casos de ansiedad (...), a todo ser humano se le han incrementado. Ahora, que eso se patologice, es decir, que tenga efectos neurobiológicos como trastornos de sueño, alimenticios, crisis de pánico, en que sí podemos hablar de una patología, eso no es inmediato tampoco".
los "carretes" juveniles no son novedad en la región. esta foto de reñaca pre covid corresponde al verano de 2018 cuando arreciaron los reclamos por las fiestas en la playa.
Diego Olguín Bustaante
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