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DERECHO A PATALEO Toda la carne sobre la parrilla

POR WINSTON
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Luego de una dramática jornada de definiciones, un término que se hizo recurrente fue el de "tirar toda la carne a la parrilla". Frase que se utiliza cuando un director técnico, ante la adversidad o necesidad de un resultado, usa todos los medios que tiene para que el equipo se vuelque sobre el campo rival y marcar uno o más goles.

En Chile, en tanto, parece que algunos técnicos nacionales se han tomado dicha frase demasiado a pecho. Me refiero, de manera específica, a los tres candidatos que aparecieron como posibles reemplazante de Reinaldo Rueda, antes de la llegada de Martín Lasarte: Coto Sierra, Ronald Fuentes e Ivo Basay.

Partamos, por este último, su apodo era el "Hueso", pero hoy parece un entrecot, de eso carnudos y jugosos que vemos cocinarse en diversas recetas en Instagram o Tik Tok. ¿Qué le pasó a Basay? Luego de años de sacrificio en México y Argentina, evitando huevos pochados y bifes de chorizo parece que, al fin, tuvo su revancha.

El otro es el Sierra. Para que vamos con cosas, antes no podíamos reconocerlo porque la sociedad machista a uno lo calificaba de marica, pero la verdad es que el Coto era mino. Todos quisimos abrazarlo, después de ese tiro libre frente a Camerún. También era flaco, no como el Hueso, pero tiraba pinta y no era solo porque se paraba al lado del "Kalule" Meléndez, sino por atributos propios. Su hijo, uno alto y flaco que juega en Primera B, es un nostálgico recuerdo de cuando el Coto se resistía a las tentaciones del pan.

Por último, Ronald Fuentes. Antes de la maratón de partidos y la "pandemia" de lesiones, Unión Española debe haber sido uno de los equipos que mejor fútbol mostró esta temporada. Detrás de esa furia roja, estaba Fuentes. Un peso pesado, en el sentido literal de la palabra. La chilenita que lo caracterizaba hoy queda como un recuerdo lejano de un cuerpo ligero y ágil.

Ninguno de ellos llegó a la selección, se quedaron sin pan ni pedazo para su infortunio, no por su estado físico, pero sería bueno que se fueran preparando para llegar a serlo y esto, en todo sentido. Más allá de la broma, no se trata solo de un tema estético. Un director técnico debe preocuparse de todos los detalles, uno de ellos es la salud propia. Salvo excepciones (Bielsa, por ejemplo), es raro ver a un técnico en Europa luciendo una "ponchera" como las que vemos acá. Esto habla de buenos hábitos, disciplina y un correcto manejo de la ansiedad, tres elementos clave para un futbolista. Si el técnico no es capaz de cumplirlos, es difícil que pueda exigir a sus dirigidos, como dice el dicho: "El ejemplo tiene más fuerza que las reglas".

Eres un arcoíris de múltiples colores...

POR DANIEL MORALES ESCUDERO, ARQUITECTO Y CONCEJAL DE VALPARAÍSO
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Desde la irrupción iniciada por Elsa Von Freytag-Loringhoven, más conocida como La Baronesa Dadá, el arte adquirió una nueva ruta, las obras ya no sólo podían entregar belleza, estas también podían canalizar una crítica social o cultural, tensionando desde la inercia en lo cotidiano hasta la decadencia de los modelos económicos y políticos.

Lo sucedido con el mural de Mon Laferte apunta en esa dirección y me parece importante anotar unas reflexiones sobre el cuidado del patrimonio en ciudades heterogéneas, el centralismo, la ausencia de Estado y el notable abandono en que se encuentra nuestra ciudad.

El patrimonio es un recurso no renovable, cuando se destruye se pierde para siempre. Un mural, en cambio, es un hecho reversible. Lo irreversible es el deterioro de los barrios patrimoniales, éstos deben ser cuidados y requieren con urgencia ser repoblados, deben contar con normas claras, validadas, con lógica local.

Por otro lado, las autoridades que deben otorgar los permisos, realizar las fiscalizaciones e incluso cursar las multas, deben ser personas legitimadas por la comunidad, donde pueda existir incluso un rango de criterio, ya que es muy distinto hacer un rayado en los muros de la Biblioteca Severín que hacer un mural en una casona anónima recuperada con esfuerzo por sus dueños.

Aquí las faltas son compartidas entre el Estado parte y el Municipio que es el administrador del Sitio de Patrimonio Mundial (SPM) el cual, tras 18 años desde su inscripción en la Unesco, sólo muestra carencias y descoordinaciones institucionales, lo que se refleja insólitamente, en que aún no contemos con un Plan de Gestión Patrimonial ni tampoco con un Plan de Manejo del Sitio, ni con lineamientos de intervención claros y pertinentes.

Estas herramientas fijan nuestra hoja de ruta que incluyen las normativas o criterios permitidos para todo tipo de intervenciones en el SPM, lo que evitaría que la obtención de un permiso de obra en la Zona Típica, por muy menor que sea, tarde meses e incluso años en su aprobación.

En el contexto de una próxima nueva Constitución, las expectativas de descentralización son cada día más altas, además hoy se tramita en el parlamento una nueva Ley del Patrimonio la cual promete autonomía regional en el funcionamiento del Consejo de Monumentos Nacionales (CMN); ambas situaciones cobran mayor sentido si comparamos el gran debate desatado por un simple mural con el caso del Terminal 2, en el cual las y los Ministros de Cultura las Artes y el Patrimonio han mantenido un sepulcral silencio y no hayamos contado nunca con el pronunciamiento de sus respectivas Seremis.

Más grave aún es que el CMN se haya manifestado a su favor, siendo que a través de la Dibam encargó un Estudio de Impacto Patrimonial ejecutado con todos los estándares internacionales de la Unesco, en el cual se concluyó que "dicho proyecto traería consigo un impacto alto, permanente, irreversible e inmitigable en un patrimonio habitado y en estado de abandono que en ciertos lugares se encuentra en estado calamitoso".

Vivimos en un arcoíris de múltiples colores. Espero que tras esta intervención de arte, el debate se redirija a cómo el Estado ayuda a los privados a restaurar ese patrimonio en peligro, cómo incentivar la recuperación y cuidado de los bienes públicos, cómo se destraba el conflicto en torno a la recuperación de los ascensores y cómo el municipio, más que victimizarse o culpar a terceros, se pone a trabajar para sacar adelante proyectos, generar reglamentos y normativas adecuadas, educando permanentemente a la población sobre los atributos universales excepcionales de nuestra ciudad.

Tampoco es tanto.