"Hay niños que quieren volver a clases, pero están asustados porque también los adultos lo estamos"
Tras varias semanas de debate, interrogantes y cuestionamientos frente al regreso a clases presenciales, este lunes inició el año escolar -de manera gradual, voluntaria y flexible- en la mayor parte de los establecimientos educacionales de Chile y la región. De esta forma, ya sea a la distancia o retornando a sus aulas, miles de niños, niñas y adolescentes comenzarán por segunda vez un ciclo de clases marcado por la incertidumbre frente a la crisis sanitaria.
Para Jorge Sanhueza, decano y académico de la Escuela de Psicología de la Universidad Adolfo Ibáñez (UAI), el desafío al que se enfrentan es mayor aun cuando no se cuenta con un entorno capaz de brindarles tranquilidad y contención. "En general, los adultos tendemos a negar, a olvidar la dificultad. Cuando hacemos eso -con la mejor de las intenciones- lo que hacemos no reconocer que el niño o niña puede estar teniendo un sentimiento que le queda grande", advierte.
- ¿En qué situación se encuentran los escolares a casi un año del inicio del aislamiento social?
-Hemos estado observando y la investigación está mostrando que tenemos un alza en los distintos indicadores subclínicos que hablan de que niños, niñas y adolescentes están evidenciando síntomas asociados un estrés sostenido. En esta situación, vamos a encontrar a tres grupos de población. Una que va a estar particularmente ansiosa respecto a este regreso a clases, otra que lo único que quiere es volver, y otro grupo de niños que está con una ambivalencia súper grande: que quieren volver pero están asustados, porque también los adultos estamos asustados.
-¿De qué manera les afecta a los niños la preocupación de sus padres y madres?
-Todo niño, niña o adolescente necesita espacios seguros para poder desenvolverse plenamente, mediados habitualmente por los adultos que son parte de su red de contención. Pero tenemos un conjunto de adultos asustados y cansados de no tener claridad de si vamos a volver o no, de si las demás personas del colegio están tomando nuestros mismos cuidados, de si el mismo colegio va a tener la capacidad de contener a este grupo de niños que en sus juegos, en sus dinámicas de socialización, van a pasar los límites del cuidado.
Los niños han estado viendo noticias, han escuchado a los adultos hablar, y uno podría pensar que son conversaciones normales, pero hay detalles que desde la perspectiva de un niño o niña -dependiendo de la madurez psicológica que tenga, de la contención que haya recibido y de nuestra capacidad de hablar con ellos de esto- probablemente vayan a tener consecuencias.
-¿Cómo impactará esta ansiedad en el inicio del año escolar?
-Si uno lo piensa, el tipo de actividad escolar que tuvimos el año pasado, pese al esfuerzo impresionante de los profesores por adecuarse, no se puede comparar con un trabajo escolar presencial, cotidiano, de al menos seis horas al día. Probablemente los niños ya no están acostumbrados a las exigencias de presencia, de atención, de concentración y de orientación al aprendizaje que tenían antes de que pusiéramos en paréntesis la vida cotidiana, que fue lo que ocurrió el año pasado. Desde esa perspectiva, los problemas de atención, de concentración y de inquietud van a ser temas que van a estar presentes.
-Desde el punto de vista psicológico, ¿es recomendable agilizar el retorno presencial?
-De todas maneras. Primero, por temas de regulación emocional, que ha sido lo que más ha afectado esta situación de pandemia. La sensación de una crisis permanentemente provocó que nos desregularámos, derechamente. Los niños necesitan una contención que a los más pequeños suelen dárselas sus cuidadores. Pero cuando entran al sistema escolar, éste los contiene emocionalmente, y los profesores son expertos en esto. Entonces, lo que perdieron en este proceso, pueden recuperarlo en la medida de que vuelvan al colegio.
-¿De qué forma pueden apoyar los apoderados a sus hijos?
-Creo que lo más importante es que seamos capaces de hacer algo que en general a los chilenos nos cuesta, que es hablar de aquellos que nos preocupa, de nuestros miedos y de lo que no sabemos. En general, en Chile, los adultos somos poco capaces de conversar de la dificultad. La tendemos a negar, a olvidarla. Cuando hacemos eso -con la mejor de las intenciones- lo que hacemos es no reconocer que el niño o niña puede estar teniendo un sentimiento que le queda grande. Somos los adultos los que tenemos que entrar a mediar eso que les está pasando. Ser capaces de escuchar sin juzgar y permitir la expresión de lo que están sintiendo, y acoger sus inquietudes es clave.
-¿Cómo se enfrenta el proceso de reacostumbrarse a las rutinas escolares?
-Eso es parte también de lo que va a ser un tremendo desafío. Es complejo volver a estar seis o más horas en el colegio, tener que desplazarse para ir a los establecimientos, entre otras cosas. La clave para recuperar la rutina es que los profes no den por supuesto que está instalada la normalidad en los niños, sino que seamos capaces de mediar el tiempo de exposición y tener comprensión. Hacer cortes que permitan retomar la atención una vez que se ha perdido, introducir ejercicios físicos, alternar espacios de silencio y espacios de conversación, o ser capaces de encontrar los mejores tiempos y espacios para hacer las evaluaciones, son actividades de normalización que es clave que puedan empezar a darse en las escuelas para ayudar a retomar la regulación emocional de los niños y niñas.
-¿Y en el caso de quienes continúan con clases a distancia?
-Los seres humanos necesitamos rutinas. Nos hacen predecible la vida, el tiempo, el espacio, las relaciones, y de alguna manera nos permiten tener un tiempo en que nuestra energía mental y psicológica esté orientada a otras cosas. Necesitamos un espacio recurrente y sostenido para efectivamente generar aprendizajes. Entonces, los alumnos que están en casa necesitan personas que muestren por medio de su propia conducta la manera correcta de proceder. Un papá o una mamá que no se levanta temprano o no tiene una rutina, aun cuando está en la casa, obviamente dificulta que el niño o niña pueda enfrentar adecuadamente su día a día.
"Probablemente, los niños ya no están acostumbrados a las exigencias que tenían antes de que pusiéramos en paréntesis la vida cotidiana".