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LA REGIÓN MÁS TRANSPARENTE

Peinando la muñeca

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Cuenta el poeta porteño Juan Cameron que Arturo Enrique Vega Bravo, el verdadero nombre de su compadre y también vate, el recientemente fallecido Enrique Moro, debió haber sido Vega Moya, por cuanto su madre fue hija ilegítima del inigualable dramaturgo Arturo Moya Grau ("La Colorina", "La Madrastra", "La Noche del Cobarde"), quien tras el desliz fue enviado a estudiar en el extranjero y nunca más supo de ella.

Algo de ello vino a mi mente después de que el alcalde Jorge Sharp Fajardo (Punta Arenas, 1985) hiciera llegar por redes sociales sus condolencias a los familiares y cercanos de Moro, "un luchador por la vida en dictadura, una de las plumas más lúcidas y conectada con el Valparaíso real. Sin duda, un hermoso ser humano", escribió.

Más allá del lío legal que representó el despido injustificado de Moro desde la municipalidad (probado en tribunales) y el basureo al cual fue sometido por la autoridad, llama la atención la capacidad de Sharp para apropiarse de banderas ajenas sin vergüenza alguna. En este caso, no solo de la poesía de Moro (acaso uno de los poetas más conocidos y menos leídos de Valparaíso), sino también de aquella implícita resistencia contra la dictadura.

Poco más de un mes antes, para la muerte de Antonio Parra, "Parrita", pareciera ser que el alcalde ocupó el mismo molde para su mensaje en Twitter: "Parrita era un ser humano hermoso, generoso, creativo, comprometido con Valparaíso y los más humildes. Te extrañaremos", tipeó.

Esa mutación digna del mejor de los X-Men, esa suerte de camaleonismo político, ha acompañado a Sharp al menos desde la mitad de su administración, identificando con astucia los carros a que subirse y de los cuales bajarse con un timing propio de Ronald "Chilenita" Fuentes en sus mejores días como seleccionado chileno.

A veces su impulsividad (y la falibilidad de su extenso equipo de comunicaciones) lo lleva a cometer gazapos como el agudo rechazo al Acuerdo Nacional del 15 de noviembre del año 2019 (quiebre con su compadre Boric incluido), del cual se desmarcó solo días después para celebrar como suya la moción del Apruebo para el plebiscito que dio paso a la confección de una nueva Constitución, la misma que hoy reivindica a través de la candidatura de Tania Madriaga. O cuando instala el "todos y todas" y se dice feminista, mientras en su municipio se acosa sexual y laboralmente a día claro.

Acaso por ello su multipolaridad lo llevó a pedir la intervención de militares en Valparaíso para los desórdenes de octubre de 2019 y luego despreciar su presencia. O a tomar la batuta de los alcaldes para exigir cuarentenas en la ciudad y la Región ("La "nueva normalidad" del Gobierno. De cuarentena para Valparaíso y apoyo a APS ni hablar, ¡cuánta irresponsabilidad!"), para menos de un año después rechazarla con todas sus letras ("es una medida irracional"). O sabotear el Puerto para más tarde proponer un "nuevo pacto portuario"; o trapear el piso con los empresarios y luego pedirles que financien la embarrada que hay...

Volviendo a Moya Grau, tenían ese nosequé las teleseries de antaño. Recordarán ustedes que los diarios publicaban la carta de Serafín (Eduardo Naveda) en "La Madrastra", en la cual éste entregaba las claves para resolver el asesinato de Patricia, por lo cual Marcia (Jael Ünger) había pagado 20 años de cárcel en California, la misma que hoy parece tan obvia: Es canallesco lo que hice; fue tremendo lo que hice; Dios me perdonará, lla que tú nunca lo harás.

Así fue que dimos con Estrella, la asesina (Gloria Munchmeyer). La clave, cómo no, estaba en la impresentable falta de ortografía del siempre pulcro Serafín, a quien su empleada, la fiel y muda Yoya Martínez, solo se atrevió a besar en los labios una vez que el caballero estiró la pata y legó su millonaria fortuna a su medio hermano, el "Langosta", un entrañable "pintor de brocha gorda", interpretado por Arturo Moya Grau, flanqueado por el Padre Belisario (Tennyson Ferrada), párroco de Pomaire.

Para quienes gozamos y sufrimos "La Madrastra", la viudez nos duró dos o tres años, hasta que irrumpió en pantalla la inolvidable teleserie "Los Títeres", escrita por Sergio Vodanovic y dirigida por Óscar Rodríguez, el exmarido de Carolina Arregui, padre de Mayte y exsuegro de Alexis Sánchez y Diego Boneta.

En ésta se narraba la historia de Artemisa Mykonos (Claudia di Girolamo) y la furiosa venganza que elabora tras ser estafada y humillada por su prima (Pali García) y un grupo de jóvenes (Ximena Vidal, Claudio Valenzuela "El Cochiguaz", entre otros), por lo cual regresa veinte años después para cobrárselas. De hecho, su primera escena es junto a su padre (Walter Kliche) llegando a Valparaíso en 1963 por mar.

De culto son las escenas de Aníbal Reyna riéndose del futuro plan del túnel Lo Prado; de Artemisa recitando a José Asunción Silva (¡Oh las sombras que se buscan y se juntan en las noches de negruras y de lágrimas!..."); la representación con marionetas de su drama en el local de "las Tucas", filmado en una plazoleta ñuñoína de Luis Pereira; o de Lucho Jara (sí, el mismo) perdiendo un maletín con importantes documentos porque se le ocurrió pasar a jugar a los flippers. A todo esto, Tennyson Ferrada era Anselmo, jardinero que se termina casando con la "Tuca chica".

Pero la serie se hizo famosa por la magnífica escena de Adriana Godán (Gloria Munchmeyer) metiéndose con ropa a la piscina mientras cepillaba la cabellera de su muñeca, origen primigenio de la estupenda expresión "peinar la muñeca", ante la atenta y llorosa mirada de su padre (Reyna), paralítico, amargado y empobrecido.

Con todo, una de las mejores lecturas que tiene la novela es el salto temporal de 20 años, que da cuenta de la inenarrable soledad de la derrota: Néstor (Mauricio Pesutic), que sería un gran escritor, termina como periodista decadente; Félix (Valenzuela), alguna vez destinado a convertirse en afamado cineasta, ahora saca fotos carné; Raúl (Alfredo Castro) salva "casándose bien", pero Adriana lo humilla casi por deporte; y Bruno (Roberto Poblete), que apostaba por ser regidor, diputado, senador y hasta Presidente, está lo que se llama cesante.

Esa misma pérdida es la que homenajearía casi quince años más tarde Pablo Illanes en su aplaudida "Fuera de Control", con la "Diente de oro" (Úrsula Achterberg), Rodrigo (Romeo Singer); y los exministros Axel Schumacher (Luciano Cruz-Coke) y Sarita Mellafe (Paulina Urrutia), como malvados.

Dos datos: Tennyson Ferrada, siempre presente, hacía de Abdón, pero tuvo que dejar el papel a medias por el cáncer que le quitaría la vida dos años más tarde. Tomás Vidiella era el viejo Aarón.

Tamaña digresión solo para decirles que lo de Jorge Esteban ya parece telenovela. Parafraseando al filósofo Melendi (otro que también pasó por el trámite de la picanha y la malaya en la quinta de Jaime Varas) no quiere mirar, pero mira / un día quiere jugar y otro no, lo que lo convierte en un político impredecible, cambiante, de personalidad tan voluble como las fases lunares.

Contrariando a Los Prisioneros, a veces sí necesitamos banderas. Pero propias.

por don milton