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Baquedano, historia de una estatua

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Es una lástima que su salida sea fruto de la violencia y no de un acuerdo que busque reemplazarlo con algo que nos una y represente. En definitiva, el pedestal vacío puede ser un símbolo de la falta de consenso".

El día jueves en la madrugada fue retirada, en medio de la polémica, la estatua del general Manuel Baquedano. Luego de 93 años, el monumento fue desmontado "entre gallos y media noche", en una imagen muy distinta a su inauguración, ocurrida el 18 de septiembre de 1928.

Sin querer entrar en la polémica, respecto a los beneficios o perjuicios de su traslado, me interesa profundizar en esa fecha y las razones que llevaron al presidente Carlos Ibáñez del Campo a instalar esa monumental estatua de uno de los generales más destacados -y polémicos- del siglo XIX.

¿Qué ocurría en Chile y el mundo en 1928? En Italia, el movimiento fascista comenzaba a vivir su fase expansiva. Los cambios radicales implementados por Benito Mussolini empezaban a mostrar sus primeros resultados y su ejemplo era mirado con atracción y simpatía por los militares latinoamericanos. Su gobierno autoritario no era la excepción. Si bien faltaban algunos años para la llegada de Adolf Hitler al poder en Alemania, existían otros experimentos similares, aunque no tan extremos, como la "dicta-blanda de Primero de Rivera en España.

En Chile, la flamante Constitución de 1925 no fue impedimento para que el general Ibáñez del Campo tomara el poder y empezara a gobernar pasando por arriba del Congreso. El propio Ibáñez, señalan Collier y Sater, no mostraba ningún descontento cuando era descrito como el "Mussolini" chileno. En una entrevista, alabó su política social, "encaminada a la elevación material y moral de pueblo".

El periodo entre guerras fue una época cuando el nacionalismo y racismo estaban de moda e iban de la mano. En esta línea, el caudillo Ibáñez y sus seguidores, señala Gonzalo Vial, "se convencieron de que, en verdad estaban dando forma a un Chile Nuevo".

Parte de ese proyecto implicaba, por ejemplo, en el ámbito educacional, enfatizar el amor patrio. "Hecho en Chile" debía ser, de aquí en adelante, un motivo de orgullo y no de desconfianza, cuestión que se materializó a través de una política de nacionalización de algunas empresas y también de medidas proteccionistas.

En el ámbito internacional, todavía no se definía el futuro de Tacna y Arica, arrastrando una situación de indefinición que se prolongaba desde el fin de la guerra del Pacífico en 1883 y que implicaba una fuerte propaganda a favor del país.

El plan de Ibáñez para Chile debía ser, en contraposición a los políticos, práctico y concreto. Debía materializarse y lo hizo a través de un sinnúmero de obras, algunas más útiles que otras. Siguiendo la propuesta estadounidense -misión Kemmerer-, se implementó un gigantesco plan de inversiones, lo que se tradujo en gasto y, por supuesto, endeudamiento.

Aplastada la oposición, el dictador tuvo el poder para transformar en realidad sus sueños de grandeza para Chile. Algunos indiscutiblemente necesarios: caminos, ferrocarriles, agua potable, alcantarillado, hospitales, viviendas populares, escuelas, puertos y obras de regadío, entre otras iniciativas. Otras obras, en cambio, fueron "faraónicas o superfluas, o al menos innecesarias para el Chile de la época", dice Vial: piscinas, el palacio presidencial del Cerro Castillo, la restauración de La Moneda, entre las más importantes. Sin embargo, su proyecto emblemático era la creación de un barrio cívico que incluía edificios para los Ministerio de Hacienda, Guerra y Marina, y una nueva vivienda presidencial que prometía ser apoteósica.

En este contexto, externo -disputa por Tacna y Arica- e interno -el Chile nuevo-, hay que entender la instalación de la estatua de Manuel Baquedano en 1928. En ese momento, el general Baquedano, el principal ejecutor de la victoria de Chile en la Guerra del Pacífico, aparecía en la memoria colectiva como un ejemplo de la superioridad social, militar y racial de Chile frente a sus vecinos.

El paso del tiempo, no obstante, dijo lo contrario. El general Ibáñez y su agresiva política económica se encontraron de bruces con la crisis bursátil de Estados Unidos. Con un Chile hipotecado, tuvo que salir del poder y otros tuvieron que hacerse cargo de sus deudas. Su "barrio cívico" quedó archivado y el monumento de Baquedano no resistió el paso de los años.

Más allá del fracaso que implica el retiro de la estatua en términos de orden público, hay que reconocer que mucho antes del 18 de octubre de 2019, la figura del general era una simple comparsa de celebraciones que nada tenían que ver con su historia: desde la coronación de Cecilia Bolocco como la mujer más linda del mundo, hasta las medallas de oro de González y Massu. Ni siquiera su nombre, Baquedano, alcanzó a colarse en la cultura popular que terminó reconociendo esta rotonda, simplemente, como Plaza Italia.

En fin, los monumentos representan los valores, modelos, sueños o aspiraciones de una sociedad. Aunque Baquedano, hace tiempo, había dejado de serlo para la mayoría de los chileno, es una lástima que su salida sea fruto de la violencia y no de un acuerdo que busque reemplazarlo con algo que nos una y represente. Debe ser porque, salvo la vacuna contra el coronavirus, hoy no hay nada que lo consiga. En definitiva, el pedestal vacío puede ser un símbolo de esa falta de consenso. Sería bueno dejarlo así, hasta que encontremos algo que vuelva a unirnos. 2

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¡Es la fatiga, estúpido!

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El concepto 'fatiga pandémica' alude a la reacción ante las prolongadas restricciones, que después de un tiempo generan una serie de síntomas, como agotamiento, ansiedad, desmotivación y sensación de incertidumbre, lo que deriva en que la ciudadanía deja de seguir las recomendaciones de prevención".

¿Se imagina llenar el estadio Sausalito, en Viña, o el Elías Figueroa, en Valparaíso, con los contagiados de Covid 19 en el país? Lamentablemente, eso sería posible con la cantidad de personas que dio positivo entre el lunes y el viernes de esta semana.

Pese al escenario, la declaración de cuarentena para Valparaíso a partir de este jueves generó una serie de críticas de distintos sectores hacia el gobierno. La negativa de la ciudadanía a encerrarse nuevamente en sus casas, el miedo de los pequeños locatarios a volver a perder su fuente de trabajo y las advertencias de los empresarios por las mermas económicas, llenaron titulares y coparon las redes sociales.

El recuento de cifras, que día a día entrega el Ministerio de Salud, se ha convertido en datos insípidos, deshumanizados, duros y fríos. Pero al ponerles una lupa de sensibilidad, producen escalofríos: solo entre el lunes y el viernes de esta semana se contabilizaron casi 24 mil contagios en el país. En solo cinco días, los fallecidos sobrepasaron los 300. ¿Y si le pusiéramos cara a esas familias que perdieron a uno de los suyos?

En la región la situación también es compleja. En el mismo periodo hubo dos mil contagios y casi medio centenar de personas muertas por el virus.

La Covid-19 dista mucho de transformarse en "buena persona", como lo señaló en su momento el exministro de Salud, Jaime Mañalich. Por el contrario, además de alcanzar la terrorífica cifra de casi 6 mil contagiados en un día -de acuerdo al informe del viernes 12-, su ámbito de acción ha ido mutando, de manera que ya no afecta con mayor gravedad solo a la tercera edad, sino que ha ido complicando a personas menores de 50 años.

En este contexto kafkiano, llama la atención que la autoridad se haya demorado en dictar cuarentena para Valparaíso. Y más aún, que no haya incluido a Viña del Mar, cuyos números son similares. Lo anterior es más inentendible todavía cuando se toma en cuenta que ambas comunas tienen límites difusos y funcionan en muchos sentidos como una sola. "Decretar cuarentena hoy es una medida discutible, pero aplicar una en Valparaíso y no en Viña es incomprensible", dijo el médico infectólogo de la Universidad de Valparaíso, Rodrigo Cruz, en este diario. El alcalde de la Ciudad Puerto, Jorge Sharp, fue más allá y lo tildó de "irracional".

Pero lo más complejo es la actitud de la ciudadanía ante las disposiciones. El mismo Cruz señaló que las medidas incluidas en plan Paso a Paso "ya no están siendo efectivas ni seguidas por la gente, y eso se refleja en las cifras". Y ahí está lo preocupante: los chilenos no le están tomando el peso a la crisis sanitaria y en muchos casos -con una falta de fiscalización brutal- no están dispuestos a cumplir las restricciones.

Lo anterior tiene diversas causas. En primer lugar, lo mencionado anteriormente: las cifras dadas a conocer cada día no producen el mismo efecto que en la primera ola. Los números se han transformado en un espectáculo diario, que muchos siguen con indolencia. Nos hemos acostumbrado a escuchar de cinco mil afectados y 100 muertos como si nada.

En segundo lugar, la denominada "fatiga pandémica" también está en alza. Este concepto fue acuñado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y hace referencia a la reacción ante las prolongadas restricciones, las que después de un tiempo generan una serie de síntomas, que incluyen agotamiento, ansiedad, desmotivación y sensación de incertidumbre constante, lo que deriva en que finalmente la ciudadanía deja de seguir las recomendaciones de prevención.

A lo anterior se suma la contradicción en la que muchas veces caen las medidas gubernamentales, en la constante pugna por evitar la debacle económica, mientras se lucha con el virus. Entonces, abren gimnasios y casinos, se puede salir de vacaciones y aglomerarse en las playas, pero se mantiene el toque de queda y las cuarentenas de fin de semana. O, como en este caso, Valparaíso entra en fase 1, pero no Viña del Mar, aunque ambas tengan números similarmente espeluznantes y funcionen como una gran urbe.

Lo cierto es que en la pugna economía-control de la pandemia el gobierno ha caído en el error de privilegiar la primera en detrimento de la segunda, mientras que los ciudadanos muestran signos de cansancio ante las medidas restrictivas y se resisten a seguirlas. El problema es que el resultado es fatal: un estadio lleno de contagiados en solo unos días. Y casi medio centenar de porteños, viñamarinos, quilpueínos, etc. que ya no están entre nosotros. 2

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