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LA TRIBUNA DEL LECTOR

Una idea para la ampliación del Puerto en tiempos de diálogo

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Aplaudo las jornadas de diálogo de la Empresa Portuaria de Valparaíso (EPV). Nunca es tarde para tomar medidas urgentes y pertinentes para salvar este barco viejo llamado Valparaíso, que hoy hace aguas por varios lados. De las intervenciones realizadas, rescato la de Gonzalo Ilabaca del día jueves, en la cual nos invita a pensar en grande, tanto la ampliación portuaria como el desarrollo urbano, teniendo siempre al centro al patrimonio, entendido como un recurso no renovable que puede llegar a ser el gran ordenador espiritual de las próximas grandes inversiones. Esto, en un contexto de nueva Constitución para el país y un nuevo modelo administración regional de la mano del nuevo gobernador electo.

Dicho esto, debemos entender que en la nueva ciudad-puerto del siglo XXI, pensada sin límites producto de este nuevo contexto que se nos viene, no veremos ni una sola obra en la próxima década. A saber, debemos reformular el plan de expansión portuaria, con todos los procesos de participación que requiera para obtener la valiosa "licencia social" y el famoso RS, modificar el Premval, actualizar el Plan Regulador Comunal, encargar los proyectos generales, aprobarlos ante el Servicio de Evaluación Ambiental como asimismo ante el Consejo de Monumentos, obtener sus respectivas aprobaciones, licitar los planos de detalles y aprobarlos, licitar las obras de construcción de las distintas concesiones de los distintos tramos y etapas, la toma de conocimiento en Contraloría de cada una de ellas, la adjudicación de las obras y su construcción propiamente tal. Es decir, si todo fluye, bajo el modelo que hoy nos rige, hablamos de 15 años. Y si sumamos la redacción de nuestra nueva Carta Magna y su materialización en nuevas leyes y transferencias de poder y recursos a regiones, con tiempos incluso traslapados y siendo extremadamente optimistas, no cortaremos ni una cinta en menos de 20 años.

Es por eso que le he entregado a EPV una propuesta de transición, ejecutable en las aguas abrigadas existentes, de aprobación más simple, concesionable y concretable en un mediano plazo, que responda a las urgencias del puerto y de la ciudad.

Primero: la ley actual exige dos concesionarios que compitan entre sí. Necesitamos que estos concesionarios compitan, pero de forma complementaria. Por lo tanto, uno debería ser de carga contenedorizada (Terminal Uno) y el otro de pasajeros (nuevo Terminal Dos), estos usos son incompatibles en un mismo frente lineal de atraque y es el origen del conflicto que derivó en la muerte de la actividad crucerística, situación absurda para nuestra ciudad patrimonial. Hoy existe una ley de cabotaje de pasajeros, según la cual las temporadas pueden ser más extensas, se puede contar con distintos tamaños de estos buques y perfectamente alguien en Valparaíso podría tomar un crucero a Iquique o a Punta Arenas y viceversa.

Segundo: el Terminal Uno puede extender su frente de atraque hasta llegar a 90 grados desde el vértice poniente del Muelle Prat sin afectar para nada su condición patrimonial, llegando a un largo de 930 metros y aumentando en 3 ha su área de respaldo. Así, quedamos con un terminal optimizado, con acceso propio y cuya actividad no cruzaría el Muelle Prat, pasando a ser éste absolutamente peatonal y existiendo la posibilidad inmediata de aumento de zonas de respaldo en los rellenos de San Mateo. En lo personal, pienso que mientras la playa se mantenga, se mejore y/o se desplace, no deberían existir mayores problemas.

Tercero: el terminal de cruceros de nivel internacional se ubicaría en un espigón modificado, al otro costado del muelle Prat, la poza de abrigo se proyectaría hacia el nororiente, potenciando todo tipo de actividades marítimas, náutico-deportivas y turístico-navales que, al unir este sector con el proyecto Parque Barón, podría recuperar nuestra costanera, verdadero motor para el desarrollo urbano que la ciudad necesita. De esta manera, no solo destrabamos el conflicto, sino también empezamos a hacer dialogar las distintas vocaciones de la ciudad, para que sus inversiones traigan beneficios integrales y no parciales como egoístamente se ha tratado de hacer hasta ahora.

Y en lo inmediato, vamos por esa nueva Constitución que descentralice la toma de decisiones y que le otorgue al Estado un rol más solidario y comprometido por un desarrollo integral de nuestras tan abandonadas regiones.

Por daniel morales, arquitecto y concejal independiente de la comuna de valparaíso