Macabra advertencia desde el Van Buren
Una morgue colapsada alerta sobre la cantidad de fallecimientos provocados por una pandemia que no logra ser controlada. En medio de un panorama sombrío, se instala un debate: la postergación de una compleja jornada electoral que conduce a definiciones importantes, pero cuyas externalidades encierran un riesgo real.
El colapso de la morgue del Hospital Van Buren es un triste reflejo de la situación general de Valparaíso, con un alto número de casos de covid-19. El recinto mortuorio del principal centro asistencial de la ciudad, de referencia nacional en neurología, está saturado por cuerpos de fallecidos, muchos víctima de la pandemia.
Se adoptaron medidas provisorias para la ubicación de los cuerpos, respetuosas, aseguran los directivos del hospital; sin embargo, el hecho mismo reitera una realidad sanitaria sin control.
Se podrían hacer muchas reflexiones sobre la alta incidencia de la pandemia en Valparaíso, llegando, una vez más, a las deterioradas condiciones sociales y económicas de la ciudad que, sin lugar de justificaciones, son determinantes en la expansión de la letal enfermedad.
Pero el momento es más de acciones concretas que de esas eternas discusiones tan propias de nuestra ciudad.
En primer término, hay que insistir en el cumplimiento de las medidas de confinamiento, que deben ir acompañadas también de acciones concretas de apoyo a aquellos confinados que carecen de medios para su subsistencia, simplemente para comer, pues el hambre es un fantasma que recorre las calles y los cerros de la ciudad.
Paralelamente, hay que mantener las medidas sanitarias en aquellos espacios donde, necesariamente, se produce mayor acercamiento entre las personas. El transporte público es uno de esos espacios que exige permanente sanitización.
Pero junto con medidas de desinfección en terreno, no se puede bajar la guardia en los controles de movilidad y de aquellas actividades que implican concentración de personas y contactos estrechos, definiendo claramente aquellas actividades que son esenciales.
En lo estrictamente sanitario, hay que multiplicar la cantidad de exámenes con el fin de tener un conocimiento temprano de casos y, a la vez, poder realizar una trazabilidad que permita ubicar a otros contagiados. Este aspecto exige recursos y personal, cuestión en la cual no son aceptables excusas económicas.
Y, por cierto, hay que reforzar la última trinchera de contención, como son los hospitales, actualmente saturados en su capacidad física y, lo que es más grave, en su capacidad humana, pues el personal sanitario está el límite con el cansancio natural de jornadas agotadoras y con la amenaza siempre presente del contagio.
En medio de un panorama sombrío y de una batalla que se prolonga y agota, se instala un debate: la postergación de una compleja jornada electoral que conduce a definiciones importantes, pero cuyas externalidades encierran un riesgo real. El caso del Hospital Van Buren -macabro exceso de cadáveres- y otros 46 fallecidos en las últimas horas, advierten sobre la importancia de focalizar esfuerzos dejando de lado aquello que resta tiempo y recursos para preservar la vida.