La historia de Graciela Molina, primera socia de Wanderers, se convertirá en libro
FÚTBOL. Investigación la considera pionera a nivel nacional en la participación femenina en clubes de fútbol.
El primer y único indicio lo entregó Manuel Díaz Omnes, en su libro "Biografía Anecdótica de un Club", publicado por Ediciones Stadium en 1952. En la página 133 del volumen, que relata de forma novelada los primeros sesenta años de Santiago Wanderers, se menciona a Graciela Molina de Román, "la primera mujer que firmó los registros del club".
A partir de ese dato, el investigador histórico Mauricio Larco y la socióloga Carolina Cabello -integrante de la comisión de género de la Corporación caturra, que lleva el nombre de Molina- comenzaron a tratar de reconstruir la historia de la primera socia del Decano.
Al empezar a investigar, dieron con la sepultura del esposo de la wanderina, Ignacio Román, quien estaba en el panteón de los Viejos Tercios caturros en el cementerio de Playa Ancha. Así descubrieron que el matrimonio tuvo tres hijos y uno de ellos, Ignacio, seguía con vida y tenía más de noventa años.
El contacto con los descendientes de Molina fue su bisnieta, Karin Román, profesora de historia y wanderina que también se sumó al equipo de investigación ya con la idea de publicar un libro a través de la editorial RIL (han tenido conversaciones).
"La primera revelación sorprendente es que Graciela Molina no se llamaba Graciela, ese era su nombre social. Su verdadero nombre era Griselda Beneranda Molina Sánchez. Con esos datos pudimos saber que está sepultada en el cementerio 3. A partir de eso creamos un equipo para hacer un libro", relata Larco.
La primera socia del Decano nació en Rancagua y se casó en Santiago, desde donde migró con su esposo hasta Valparaíso para establecerse en el cerro Los Placeres. Su marido se convirtió en dirigente de Wanderers y la casa de la familia rápidamente se convirtió en una especie de sede informal del club, donde se realizaban actividades y se recibía a los jugadores extranjeros que llegaban a integrarse a las filas del equipo porteño.
Su entusiasmo por el Decano es recordado por su hijo Ignacio Román, quien relata que en una ocasión se enojó con los cobros de un juez y lo esperó cuando salía del estadio. "Ella se le acercó, le gritó 'árbitro saquero' y le pasó la mano por la cara. Parecía que le había hecho un tajo, la gente empezó a gritar que lo había herido, que le había hecho un corte, y en realidad le pasó un lápiz labial por el rostro".
Graciela Molina no trepidaba a la hora de defender sus colores y en el estadio lo hacía sentir a los rivales. "Una vez le pegó un almohadonazo a un colocolino. El hombre hablaba contra Wanderers, mi mamá se levantó de su asiento, le dice 'qué alega tanto' y le pegó con un almohadón", recuerda su hijo, quien también relata que en un viaje a Santiago, tras perder con Universidad Católica, se paró de su lugar del bus que la traía de vuelta a Valparaíso para responder las burlas de los hinchas cruzados: "Mi mamá les devolvió todos sus gritos".
Con perspectiva, Karin Román destaca que por parte de su bisabuela "hay todo un apoyo desde la vida cotidiana al Wanderers, es algo que a veces pasa desapercibido, en momentos en que no había muchos recursos ella ayudaba al club".
Aporte femenino
La investigación sobre Molina no sólo abarca sus anécdotas, sino que también busca poner en contexto la participación femenina en los clubes deportivos durante los primeros años del siglo pasado en Valparaíso.
"La idea es contar la historia de la primera socia, pero también explicar el lugar de las mujeres en la década del 30, 40 y 50 en el deporte y en un club de fútbol en particular como Santiago Wanderers. Además hay que incorporarlo en el quehacer sociocultural de Valparaíso de aquellos años", explica Cabello, quien añade que "en general las mujeres hemos vivido en el mundo del fútbol con esos prejuicios de que somos nuevas, que no tenemos trayectoria ni legitimidad histórica, pero con las fuentes, las fotografías y los registros nos hemos dado cuenta de que siempre estuvimos".
Larco apunta por su parte que la historia wanderina es eminentemente masculina y centrada en futbolistas, entrenadores y dirigentes, pero poco se habla del aporte femenino a la institución. "Las esposas y madres de los jugadores probablemente participaron mucho en Wanderers y lo querían, pero lamentablemente no se menciona a las mujeres y su aporte", dice.
Como ejemplo, los investigadores mencionan los nombres de tres mujeres importantes en los primeros años del club: Rosa López Burgos, la segunda esposa de Arturo Acuña, que donó sus recuerdos al club; Carmen de Iligaray, que era concuñada de Graciela Molina y Francisca Olivares, esposa del jugador Manuel Jeldes y accionista de la Inmobiliaria Wanderers.
"Brenda Elsey descubrió que las mujeres comenzaron a participar en el fútbol en la década del 30 con una categoría de socias auxiliares, tenían derecho a participar pero no a voz ni voto, yo creo que Graciela Molina no entra como socia auxiliar, sino como socia activa. Con eso marca un hito, un periodo importante dentro de la institución", apunta Cabello, quien se emociona al comentar las historias de la primera socia caturra diciendo que "con sus anécdotas uno se siente muy identificada, noventa años después podemos decir que somos tan wanderinas como ella".
La primera en nuestro país
De acuerdo a las investigaciones que Larco, Cabello y Román han realizado, se sustenta la tesis que Graciela Molina se habría integrado como socia activa de Wanderers entre 1935 y 1940, convirtiéndose así en la primera mujer en tener esa condición en un club chileno. Rosario Moraga, madre del fundador de Colo Colo David Arellano, es otro ícono de participación femenina en un equipo, sin embargo la socióloga porteña apunta que no habría sido socia del Cacique.
"Es un mito eso de que las mujeres no eran importantes en Wanderers. La idea de nuestro libro en parte es aclarar eso".
Mauricio Larco, investigador histórico
"Cuando ganaba Wanderers, después del estadio íbamos a comer sopaipillas pasadas con mi mamá a las Cachás Grandes".
Ignacio Román, hijo de Graciela Molina