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El gol del honor

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La elección del 15 y 16 de mayo será una prueba de fuego y dará luces respecto de si efectivamente el presidente encabeza hoy un gobierno muerto caminando. A estas alturas, Piñera lidera un equipo que va perdiendo por goleada y lo único que le queda es tratar de hacer el gol del honor".

Fue una semana negra para el gobierno. Quizás una de las más negras de todo su mandato. Comenzó con la decisión del Tribunal Constitucional de declarar inadmisible la presentación hecha por La Moneda en contra del proyecto de ley parlamentario que establecía el tercer retiro del 10% de los fondos de las AFP. Continuó con los dimes y diretes en torno al gabinete político y la supuesta renuncia que -al menos hasta ahora- no se ha materializado. Y terminó con el broche de oro: la encuesta CEP, mostrando que el Mandatario apenas tiene un 9% de respaldo ciudadano. Una cifra mucho menor a la evidenciada en su anterior período, aunque levemente superior al 6% que marcó en la misma medición tras el estallido social.

Y las palabras del mismo Sebastián Piñera en estos días dan cuenta precisamente de lo complejo del panorama: "Lo difíciles que han sido estos tiempos, para la mayoría de las familias chilenas, y también para este Presidente".

Lo cierto es que el Mandatario está en su peor momento. Así lo evidencia la CEP. Apenas con un 9% de aprobación a su gestión -al igual que la confianza que los consultados le tienen al gobierno, la que solo supera a la fe que se le muestra al Congreso y los partidos-, el Mandatario no solamente está en una encrucijada, a solo diez meses de salir de La Moneda como el jefe de Estado peor evaluado desde el regreso de la democracia, sino que está quedando aislado, solo.

Así se desprende de lo sucedido con el proyecto de ley de retiro del 10% de las AFP. No se trata solo de una iniciativa que surge desde la izquierda, sino que además es respaldada por varios miembros de la coalición oficialista, que enviaron todo tipo de señales al Presidente, para que no forzara la situación acudiendo al Tribunal Constitucional, recomendación que el Mandatario decidió obviar.

Sebastián Piñera, a contrapelo de lo que le dictaban desde todos los frentes políticos, decidió hacer una apuesta y repetir la fórmula que había utilizado para el segundo retiro: desafiar a los parlamentarios, derivando el proyecto al TC y enviando su propia iniciativa al Congreso, bajo sus términos, lo que en un país estable y con un sistema de pensiones que no estuviera en el banquillo, podría haber sido lógico. Pero no en el Chile de hoy, con crisis social, económica y pandémica de por medio.

Así las cosas, el portazo que le dio el TC, el que fue celebrado incluso por miembros de su propio partido, mostró la situación de desamparo en la que está el Presidente. Tanto, que la mandamás del Senado, Yasna Provoste, tuvo que salir en redes sociales a poner paños fríos -en vez de bailar sobre el cadáver-, valorando que el Mandatario haya decidido promulgar el proyecto del 10%. La parlamentaria incluso abogó por un acuerdo transversal, político-económico, entre la oposición y el Ejecutivo con miras a los diez meses que supuestamente le quedan al gobierno. Una especie de salvataje.

Supuestamente, porque en realidad el gobierno de Sebastián Piñera, tras los hechos de esta semana, en la práctica se acabó. Si originalmente, el síndrome del "pato cojo" debiera haberse instalado luego de las elecciones, ya está aquí. El mandato del jefe de Estado, tras el portazo del TC y el abandono de su coalición, terminó.

¿A qué puede aspirar hoy el presidente? En realidad, solo a finalizar su periodo de la manera más digna posible. Legado probablemente no habrá, porque su tozudez en medio de la pandemia y la crisis económico social, su negativa a "tirar la carne a la parrilla" precisamente cuando era el momento de hacerlo, cuando la ciudadanía más lo necesitaba, le generó un nivel de desafección nunca antes visto en democracia.

Lo anterior no solo tendrá efectos en su propio mandato y en la forma en que será recordado en los libros de historia. Además, está por verse cómo afectará a su coalición en los procesos electorales que están a la vuelta de la esquina. ¿Qué pasará con las aspiraciones de la centroderecha de lograr al menos un tercio de la convención constituyente para instalar sus ideales en la nueva Constitución? ¿Cómo afectará la baja aprobación del gobierno en los candidatos a alcalde? ¿Qué pasará posteriormente con el reparto de fuerzas en las parlamentarias? ¿Quién realmente querrá sacarse la foto de campaña con Sebastián Piñera?

La elección del 15 y 16 de mayo será una prueba de fuego y dará luces respecto de si efectivamente el presidente encabeza hoy un gobierno muerto caminando. A estas alturas, Piñera lidera un equipo que va perdiendo por goleada y lo único que le queda es tratar de hacer el gol del honor. 2

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Renuncie, hágalo por Chile

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La historia demuestra que una acción de ese tipo, más allá de la felicidad que pueda provocar en algunos, puede sumirnos en un peligroso círculo de ingobernabilidad que, como sucedió tras la renuncia de Alessandri en 1924, terminó durando diez años".

Ese fue el titular del diario La Segunda, el 6 de septiembre de 1973. La frase habría sido uno de los clamores pronunciados en una masiva marcha de mujeres en contra del Presidente Salvador Allende durante el ocaso de su gobierno. Pese al clamor popular de un sector de la sociedad, Allende se mantuvo firme en el cargo hasta que el Golpe del 11 de septiembre de 1973 acabó con su mandato. Allende se suicidó, emulando lo que casi un siglo antes había realizado José Manuel Balmaceda, dando fin a la guerra civil de 1891.

Se trata, obviamente, de los dos casos más extremos y de las crisis más profundas que ha atravesado la historia republicana de nuestro país. Aunque muy lejos -por ahora- de que estemos viviendo una situación similar, el rechazo sufrido por el Presidente Sebastián Piñera en el Tribunal Constitucional, el abandono de su sector político y el bajo nivel de apoyo que ha recibido en las encuestas (9% en la última encuesta CEP) nos permiten preguntarnos si es que no es el momento de renunciar.

Sin embargo, una decisión de este tipo, es compleja y podría implicar más problemas, que soluciones. La historia nos entrega algunos ejemplos hace poco menos de un siglo. De hecho, entre 1924 y 1931 fuimos testigo de la dimisión de tres presidentes: Arturo Alessandri, Emiliano Figueroa y Carlos Ibáñez del Campo.

El primer caso, el de Arturo Alessandri, fue el resultado de un país que había vivido una serie de transformaciones que no lograron ser asimiladas por la clase política. Mientras algunos abogaban por un marco regulatorio básico para los trabajadores, los parlamentarios, en cambio, estaban preocupados de fijar una dieta para ejercer sus funciones. La crisis fue acelerada por un grupo de oficiales a través del famoso "ruido de sables". Aunque los militares apoyaban a Alessandri, llegó un momento en que se dio cuenta de que estaba siendo utilizado por ellos, lo que derivó en que la noche del 8 de septiembre de 1924, presentara su renuncia: "Aprobadas y promulgadas como leyes de la Repu´blica los proyectos de leyes que formaban parte capital del programa democra´tico (...) Cumplida asi´ la solemne promesa que formule´ a los representantes del Eje´rcito (...) considero terminada mi vida pu´blica y renuncio al cargo de Jefe Supremo de la Nacio´n".

Pasarían solo tres años para que Emiliano Figueroa siguiera el curso de Alessandri. El denominador común, la presión que ejercía por medio de los militares el general Carlos Ibáñez del Campo.

Sin embargo, la historia terminaría dándose vuelta en contra del "caballo". Su ambicioso plan de inversiones, basado en créditos internacionales, coincidió con la crisis mundial de 1929, provocando diversas manifestaciones con nefastos resultados. Dice Gonzalo Vial: "El curso de los acontecimientos fue creando en él una sensación de tristeza y desengaño, de haber sido abandonado y traicionado; de que el establishment oligárquico lo derribaba; y de que el pueblo al cual había servido lo hacía víctima de ingratitud e injusticia". Alberto Edwars, agrega una imagen conmovedora de Ibáñez en su ocaso: "¿Qué habré hecho para merecer tanto odio? Y sus ojos (...) se humedecieron".

Volviendo a 2021, encontramos algunas similitudes y diferencias con lo vivido hace un siglo. Por un lado, está la crisis constitucional y, por otro, las manifestaciones populares que solo fueron mermadas por el anuncio de una nueva constitución y frenadas por la pandemia. No obstante, una gran diferencia es que las Fuerzas Armadas no aparecen como una solución. No solo por el descrédito que ha sufrido el Ejército en el último tiempo, sino porque los altos mandos de las FF.AA. están conscientes del costo que puede significar una intervención. En ese sentido, Punta Peuco es una advertencia de cómo terminan los golpes militares.

Más allá del desagrado que pueda causar a algunos la persona del Presidente de la República, es la máxima autoridad elegida de forma democrática por una mayoría de chilenos. Los errores que se han cometido en el manejo de la pandemia han sido la tónica en el resto del mundo frente a una situación para la que nadie estaba preparado. Si la ayuda del gobierno ha sido tardía o errada ya forma parte de un juicio político, pero no constituye un abandono de deberes. En esta línea, hasta ahora, ninguna de las acciones o inacciones justificaría una renuncia. Por lo demás, la historia demuestra que una acción de este tipo, más allá de la felicidad que pueda provocar en algunos, puede sumirnos en un peligroso círculo de ingobernabilidad que, como sucedió luego de la renuncia de Alessandri en 1924, terminó durando diez años. 2

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