Bar Inglés, el último trago y nos vamos
"Nos quieren hacer creer que Valparaíso agoniza, es una guerra sucia", alegan desde el municipio. Nadie quiere hacerles creer nada. Valparaíso ya está en suelo. Lo consiguieron. Clap, clap, clap. Valparaíso, al final del día, fue apuñalado por la espalda entre muchos. Discutir hoy si la última estocada se la dio Pinto, Cornejo, Castro o Sharp, ya no tiene mucho sentido.
Difícil resulta entender la termocefalia de quienes se sienten ofendidos porque alguien dé cuenta de que la ciudad de Valparaíso no está precisamente pasando por un buen momento. Los factores pueden ser muchos y podemos discutirlos (abandono estatal, poco y nulo compromiso de los privados, pésima gestión de anteriores administraciones municipales, indolencia de la población, estallido social, efectos de la pandemia, etc.) Pero lo cierto e incontrarrestable es que la ciudad pasa por la época más oscura de su historia, con un nivel de destrucción, inmundicia y deterioro que parte el alma.
El colapso de la fachada del Bar Inglés es sólo un síntoma más de eso. Está claro que no es culpa del alcalde Jorge Sharp, sino de leyes inexistentes o flojas que no obligan a sus dueños a hacerse cargo. El propietario del edificio en cuestión, un ciudadano chino que claramente no le ha metido un peso en mantención quién sabe desde cuándo, también tiene un punto: la decadencia es terminal, llena de mugre y ambulantes y nadie, o muy pocos, se animan a emprender en el sector y ni las aseguradoras se hacen cargo de edificios cuya data de construcción se remonta a fines de 1800.
Entonces, ¿debiera ser el Estado el que se haga cargo? Depende. ¿En qué terminaron las platas del BID tras la declaratoria de Sitio de Patrimonio Mundial por la Unesco en 2003?
Tenemos en la ciudad a una de las personas que quizás más sepan de Patrimonio porteño en el mundo, como es la historiadora del arte Macarena Carroza, y no somos capaces de ponernos de acuerdo o explicar bien en qué consiste el famoso convenio firmado con el subsecretario de Patrimonio Emilio de la Cerda ni de mostrar el supuesto Plan Director Patrimonial. En vez de eso, la respuesta oficial del municipio es que Carlos Bannen y Jorge Castro "no hicieron nada por el Patrimonio en ocho años", que el intendente Jorge Martínez es mitómano o que la CIA titula los diarios.
El sector del Área Histórica recibió la distinción de Unesco
por ser un "testimonio excepcional de la fase temprana de globalización de avanzado el siglo XIX, cuando se convirtió en el puerto comercial líder de las rutas navieras de la costa Pacífico de Sudamérica", resaltando su "diversidad dentro de la armonía". Hoy no existe diversidad ni armonía. Valparaíso es un fundo privado donde solo entra la secta que propició los desmanes y revueltas de octubre de 2019. Y, si no nos gusta la idea, nos amenazan, queman o saquean.
Valparaíso no saldrá de su marasmo con cabildeos, peñas en la casa de la compañera, ni bailes propios de Gurdjieff en la avenida Altamirano. Tampoco tocando el piano ni repitiendo mantras poco creíbles como que un candidato "es bueno para la ciudad" o que el otro "tiene su oficina en los cerros".
Valparaíso, al final del día, fue apuñalado por la espalda entre muchos. Discutir hoy si la última estocada se la dio Pinto, Cornejo, Castro o Sharp, ya no tiene mucho sentido.
Que pase el siguiente.