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DEBATES & IDEAS

Comunismo

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De una manera más bien inesperada, el comunismo ha vuelto en Chile a disponer de una importante figuración electoral, hasta el punto de que su candidato a las próximas elecciones presidenciales encabeza, según las encuestas, las preferencias ciudadanas. Muchas explicaciones pueden darse, pero es indudable que detrás hay, por parte de los chilenos, un severo olvido de lo que es el contenido de esa ideología y de los partidos organizados para hacerla realidad, esto es, los partidos comunistas, sobre todo si se tiene en cuenta que la experiencia la vivimos en primera persona durante los años 1970-1973. A todo evento, se hace indispensable recordar lo que ese nombre de comunismo encierra.

Para estos efectos, no creo que haya una explicación más breve, pero a la vez más completa, que la que el Papa Pío XI dio en su encíclica Divini Redemptoris (D.R.), promulgada el 19 de marzo de 1937, cuando calificó al comunismo como "intrínsecamente perverso". De hecho, no se puede entender la expansión que tuvo el comunismo sin hacer una directa referencia a sus armas preferidas, esto es, la siembra del odio, la mentira y, consecutiva a ella, la violencia. Su táctica fue y ha sido siempre la de azuzar los conflictos sociales, sin tratar de solucionarlos sino de volverlos irreductibles hasta el punto de que el único camino es el de la aniquilación de aquel a quien se ha dibujado no solo como adversario, sino como enemigo: "Insistiendo en el aspecto dialéctico de su materialismo, los comunistas afirman que el conflicto que impulsa al mundo hacia su síntesis final puede ser acelerado por el hombre. Por esto procuran exacerbar las diferencias existentes entre las diversas clases sociales y se esfuerzan para que la lucha de clases, con sus odios y destrucciones, adquiera el aspecto de una cruzada para el progreso de la humanidad. Por consiguiente, todas las fuerzas que resistan a esas conscientes violencias sistemáticas deben ser, sin distinción alguna, aniquiladas como enemigas del género humano" (D.R. N°9).

En sus orígenes, Marx tomó nota de las tensiones que existían en el mundo de la empresa en el que se estarían enfrentando los propietarios con sus asalariados, a los que él denominó "proletarios". Su solución fue la de aniquilar a los propietarios, terminar con la propiedad privada e instaurar la "dictadura del proletariado". Ninguno de los que dirigían este u otro partido comunista era de verdad un proletario, sino ambiciosos del poder político que a través de la mentira lograron convencer a esas masas asalariadas que solo siguiéndolos a ellos alcanzarían la "liberación de los yugos" que estarían oprimiéndolos.

Cuando alcanzaron su propósito, comenzó a quedar a la vista la mentira. Esa dictadura no iba a ser "de" los proletarios, sino "contra" los proletarios. Y para lograrlo, quienes efectivamente habían conquistado el poder descargaron sobre los proletarios de carne y hueso una violencia que nunca antes se había conocido en la historia humana. ¡Ay del que no estuviera de acuerdo con el partido! Era un traidor de clase, un vendido a la burguesía y, por lo tanto, no merecía sino la muerte. Ahí quedaron, en Rusia, China, Cuba y en tanto otro país dominado por los comunistas, millones de cadáveres, víctimas de la masacre y de la barbarie.

La dictadura del proletariado es una consigna que se desprestigió y que, por ahora, se hace difícil emplear de nuevo. Pero, para similar función, hoy están el "feminismo", la reivindicación LGBT, la rebelión de los hijos contra los padres y así sucesivamente; y también la lucha de clases, aunque bajo otros nombres. En Chile, ésta ha tomado el nombre de lucha contra la "desigualdad". Nunca Chile había crecido tanto como lo hizo en estos últimos 45 años sobre la base de la política económica instaurada por el gobierno militar, pero ella ha sido atacada a mansalva por el mundo comunista como generadora de profundas desigualdades a pesar de que está a la vista como sus beneficios han llegado a las más grandes mayorías nacionales. Ciertamente, la mentira comunista no es la única causa de que esas mismas mayorías se hayan creído este cuento. Ha habido, por el otro lado, la enorme cobardía de fuerzas políticas que, de manera muy exitosa, gobernaron y gobiernan con ese "modelo" y, por eso, han querido apoderarse de él, separándolo de su origen. Así hablan, por ejemplo, del crecimiento que el país ha tenido durante los "últimos 30 años", olvidando los quince anteriores. Vano intento: no se puede servir a dos señores y es eso lo que los comunistas han denunciado, dejando esas fuerzas sin sustento. Es lo que también denunciaba el Papa en su encíclica, esto es, cómo ha habido sectores que han preparado el camino para que el comunismo transite hacia el poder: "Procurad, venerables hermanos, con sumo cuidado que los fieles no se dejen engañar.

"El comunismo es intrínsecamente perverso y no se puede admitir que colaboren con el comunismo, en terreno alguno, los que quieren salvar de la ruina la civilización cristiana. Y si algunos, inducidos al error, cooperasen al establecimiento del comunismo en sus propios países, serán los primeros en pagar el castigo de su error; y cuanto más antigua y luminosa es la civilización creada por el cristianismo en las naciones en que el comunismo logre penetrar, tanto mayor será la devastación que en ellas ejercerá el odio del ateísmo comunista" (D.R. N° 60).

La intrínseca perversidad del marxismo no es capaz de triunfar por sí sola. Requiere además de la tontería de tantos otros para que le abran el camino, al modo como lo hizo Kerensky en la Rusia de 1917.

por gonzalo ibáñez santa maría