Asentamientos precarios: una geografía de tiempos lentos
En un frío mes de julio del año 2011, Celeste sus hermanos, y su madre se instalan en un desolado lugar, cerca de unas torres de alta tensión. Otros ya lo habían hecho en el mismo lugar días antes. Las políticas públicas urbanas habían privilegiado ese año la reconstrucción posterremoto y tsunami del año anterior, por lo que los proyectos de vivienda social en el sector y Viña del Mar fueron nuevamente postergados. Con referencias de una franja de propiedad municipal de la antigua Parcela 15, los vecinos organizados en sus comités de allegados se instalaron.
Celeste tiene 5 años, siempre siguiendo a su madre dirigente de un comité. Tiene la felicidad de tenerla cerca, sus hermanos van al jardín infantil "Tía Michelle" y Celeste se queda a acompañarla. Según su madre la realidad es que, estando cerca el jardín, no es posible todavía enviarla.
La toma prospera, crece, se complejiza ambientalmente. El invierno obliga a algunos a renunciar por falta de accesibilidad, llegan otros, se intervienen 6 hectáreas, hay que rescatar las orquídeas viñamarinas. Con apoyo del Jardín Botánico se implementa un rescate y se orienta a los habitantes a prepararse no sólo para el invierno, sino para lo más violento: los incendios forestales, a los cuales estarán dos veces sometidos, pero ante los que han sabido evacuar y colaborar entre ellos.
Conocen del fuego, de los deslizamientos y barriales de invierno, saben dónde esta el agua para usufructuar de ella, y cómo aprovechar las conexiones eléctricas. Son alarifes que han transformado el camino cortafuego habilitado por el municipio como vía estructurante. Saben de principios urbanísticos básicos, pero aún no tienen el derecho a ser ciudad, y tampoco se les reconoce, burdamente censados en el censo de 2017.
A la madre de Celeste no le alcanza el tiempo entre las reuniones y trabajos esporádicos que realiza para tener un mejor habitáculo. También debe dirimir conflictos, divergencias con los comités. Es una verdadera geografía de tiempos rápidos. Ya no recuerda cuándo llegaron al lugar. La referencia es la muerte de Felipe Camiroaga, lo que le permite mensurar en algo el tiempo. Ya no recuerda que son diez años, ajetreados, que quizás quiere olvidar, con la secreta esperanza que pronto se regularizará y podrán vivir dignamente.
Mientras Celeste vive una geografía de tiempos lentos, recuerda todo, su memoria es la precariedad en la que ha vivido diez años, recuerda todas sus modestas y alegres navidades, el esfuerzo de ir al jardín y a la escuela, su frustración recurrente.
Celeste tiene 15 años, y seguramente sumará 10 más para que se cumpla el tiempo promedio para resolver los problemas de los asentamientos precarios en Viña del Mar.
Celeste heredará la pobreza. Los asentamientos precarios son sus reproductores.
Cada vez que un asentamiento precario se manifiesta, sobre todo en estos tiempos de pandemia, lo urgente es atender a esos grupos más vulnerables, instalarles equipamientos, programas de apoyo, para desarrollar la comunidad y mostrarles a los niños que pueden y tienen cómo enfrentar la adversidad que han vivido sus padres.
Acelerar los procesos, inducir ciudad, no importa postergar la vivienda si tenemos ciudad, ciudad que cuida y ampara, la ciudad no es la suma de las viviendas es otra cosa, es urbanidad y cuidado por el otro.
Por otro lado, parafraseando a la Conferencia Episcopal de Brasil del año 1982, "no puede ser superfluo, lo que para otros es necesario": entornos precarizados, retenidos con un afán de obtener un valor mejor, al destino actual de suelos sin actividad ni capacidad agrícola, silvícola o ganadera. El destino es "abandono", y esto es delito, o esperar que se lo tomen, asumiendo que el Estado tardará pero pagará, seguramente el menor valor urbano, pero eso ya es una gran utilidad.
El propietario ausente es también promotor de las ocupaciones espontáneas. En la tierra de nadie, el asentamiento prolifera, el cuidado de los propietarios y su disposición a participar en su resolución debe ser obligatorio como titular, y no reducirlo todo a un juicio de usurpación.
Reducir los tiempos, promover ciudad y urbanidad, la única forma de disminuir la "herencia de pobreza" con especial cuidado por la infancia, sus tiempos lentos son más traumáticos que los tiempos de los adultos.
por luis álvarez aránguiz, instituto de geografía pucv