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Neruda, el gasto y el gusto

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La escena semeja uno de "Los videos más tontos del mundo" que aparecen en algún canal de televisión. Una oficina solemne, un señor muy importante recibe a una dama también importante. La dama se sienta en un sillón que le ofrece el anfitrión. Expone con ardor un tema político y el sillón no soporta tanta pasión y se derrumba cubriendo en parte a la visitante. El hecho, real, ocurre en los años 70 del siglo pasado, en la embajada de Chile en París. El anfitrión es el embajador Pablo Neruda. La visitante es Dolores Ibárruri, La Pasionaria, quien fuera delirante diputada comunista en los años previos a la Revolución Española.

Doña Dolores, en una sesión parlamentaria en Madrid en 1936, increpó al líder derechista José Calvo Sotelo que había pronunciado un discurso calificado de "imprudente", diciéndole "este es tu último discurso". Así fue. En la noche del 12 al 13 de julio, Calvo Sotelo es asesinado de dos tiros en la nuca y su cadáver abandonado en un cementerio. Detonante, dicen, de la Revolución Española y su millón de muertos.

Han pasado los años y La Pasionaria, ya anciana, ve próximo el fin del régimen de Franco, quiere compartir su análisis con el camarada Neruda y en medio de su entusiasmo se derrumba.

Jorge Edwards, amigo y brazo derecho del poeta embajador, relata que "vi en aquel tiempo, en el salón del segundo piso de la embajada, que empezaba a estar atiborrado de toda clase de cachivaches y objetos insólitos, recogidos en los más heterogéneos anticuarios, cachureos, bric-á-bracs, jugueterías, a Dolores Ibárruri, "La Pasionaria". Neruda la hace sentarse en un sillón que acaba de adquirir en la galería Printemps y era, por lo menos ese día, todo su orgullo: un sillón blanco, redondo, cuyos bordes tenían líneas onduladas, que sugerían una enorme corola instalada en su tallo, y cuya modernidad contrastaba con las guirnaldas neoclásicas de las paredes".

Ese fue la trampa que apresó a la veterana dirigente. El relato de Edwards muestra la afición de nuestro Premio Nobel por los objetos curiosos que compraba no solo en la concurrida Rive Gauche parisina, sino que en "picadas" solo para expertos. Su afición por "toda clase de cachivaches" venía de hace décadas y se había convertido en la notable decoración de sus casas en Valparaíso, La Sebastiana, Isla Negra y Santiago, La Chascona.

Así como creaba belleza en la poesía, creaba también belleza con objetos muchas veces absurdos y sin valor y a veces costosos. Pero el genio del poeta estaba en las combinaciones que hasta el día de hoy asombran como una expresión más de su creatividad.

Patrono de cachureros

Neruda podría ser designado como el patrono de los coleccionistas, de los anticuarios o de los cachureros, pero su genialidad residía en la disparatada belleza que lograba con sus colecciones.

Con el dinero del Premio Nobel compró una casa en la Normandía, en la localidad de Condé-sur-Iton, la que bautizó como La Manquel, voz araucana que designa al águila, cuenta Edwards. Era un antiguo aserradero, parte de una propiedad señorial, que el poeta comenzó a alhajar con objetos y muebles de sólida madera. Allí, quizás evocando su Temuco originario, celebró sus 68 años, mientras en Chile algunos parlamentarios lo acusaban de haber comprado un castillo.

Pero la verdad es que Neruda al gasto sumaba el gusto, el buen gusto, difícil equilibrio. Bueno, por algo, dejando de lado consideraciones políticas, Neruda es Premio Nobel.

No hay que confundir los cachureos con las antigüedades, advertía Tomás Eastman, arquitecto, músico y columnista de este Diario. De gran cultura y por algunos años regidor DC de Viña del Mar, tenía esa capacidad de discernir necesaria para quienes andan por ahí buscando objetos raros para simular buen gusto o aristocráticos pasados familiares.

Tenemos así esos exploradores de ferias callejeras donde podría aparecer alguna joyita más allá de los generosos adjetivos de los vendedores. Y tenemos también a los fabricantes de antigüedades, desde cuadros de "buena firma" hasta muebles de añosa caoba que resultan ser de un muy bien barnizado cholguán con algunas perforaciones que simulan la añosa penetración de termitas. Dice un experto que las termitas no consumen cholguán.

La compra de firmas

Esta especialidad del engaño se basa en aquellos arribistas que "compran firmas" o marcas, sin comprobar la autenticidad del mueble, del bronce o del cuadro que se ve tan bien en esa muralla.

Un reciente documental relata como la prestigiosa galería de arte de Nueva York Knoedler & Co. ganó 80 millones de dólares vendiendo obras falsas atribuidas a destacados artistas del expresionismo abstracto. Se afirma que el tráfico ilegal de bienes culturales, auténticos o falsos, se ubica en el tercer lugar del ranking delictual después de tráfico de drogas y de armas.

Modestamente, aquí, en nuestro puerto principal, tenemos el caso de aquella estatua robada en el paseo costero Rubén Darío o de un bronce que viajó desde el fenecido Club Valparaíso hasta una conocida casa de remates de Santiago…

"Apreciaciones y expertizaje de obras de arte", un libro que debería ser manual de cabecera de quienes se dedican a la venta de antigüedades, cuadros y otros objetos patrimoniales. Y también sería una buena orientación de aquellos que "compran firmas" que finalmente resultan ser un fraude. El trabajo es de Rodolfo Garcés Guzmán, destacado periodista de este Diario, fallecido, quien también ocupó un alto cargo en Aduana.

Y un dato que puede inquietar a más de algún coleccionista: el honor de ser el pintor chileno más falsificado lo tiene Juan Francisco González, que a su genio sumaba una extraordinaria capacidad de trabajo reflejada en gran cantidad de obras. A la cola de esa cifra de obras se han sumado malandrines de fácil pincel que no logran brillar con luces propias, pero sacan buenos dividendos explotando el gasto de quienes creen tener buen gusto.

por segismundo