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La partida de un librero

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Un recuerdo imborrable en este lugar fue haber encontrado el Libro Negro de Giovanni Papini, el complemento de Gog, el texto que despertó en mí el amor por la lectura de algo más que tratara sobre fútbol, cuando estaba terminando la educación media".

Podría asegurar que fue mi amigo Rodrigo Moreno, cuando era un joven profesor, el que nos recomendó la librería Crisis. Acostumbrado a las amplias y comerciales librerías de Viña del Mar, ir a la avenida Pedro Montt y entrar a ese lugar me generaba, cuando era estudiante, cierto aire de intelectualidad.

Alejado de los libros comerciales y de grandes editoriales, en este espacio, ubicado frente al Congreso, se podían encontrar libros de verdad. Me refiero a ediciones únicas que en otras partes se habían agotado rápidamente. Obras que uno pensaba desaparecidas y otras que solo conocíamos a través de fotocopias mal tomadas con frases subrayadas por otros. Saco a la luz este recuerdo a raíz del lamentable fallecimiento del dueño de la librería Crisis, Mario Llancaqueo. Mentiría si dijera que fui amigo de Llancaqueo. No me atrevía más que a preguntar por el precio de algún libro, quizás, porque en el fondo, me sentía poca cosa, un novato frente a otros intelectuales que conversaban con don Mario de forma distendida.

Un recuerdo imborrable en este lugar fue haber encontrado el Libro Negro de Giovanni Papini, el complemento de Gog, el texto que despertó en mí el amor por la lectura de algo más que tratara sobre fútbol, cuando estaba terminando la educación media. Dar con este texto fue como entrar en el ropero de Lewis y abrazar un mundo infinito de obras. Para un viñamarino, no se trataba solo de ir por un libro, sino de una experiencia que se complementaba con una visita a la sombrería Woronoff, una especie de museo del sombrero, con cientos de formas y estilos que se resistían a las nuevas modas.

Después de haber admirado los sombreros y comprar en Crisis algún libro que quizás nunca terminé de leer, venía el remate en la gran bodega Bacigalupo. Ahí mi interés era muy específico: 250 gramos de charqui que el encargado sacaba de un contenedor de plástico azul y en el que me habría gustado sumergirme. Ese era el alimento para el regreso a Viña que masticaba como un rumiante ante la mirada desconcertada del resto de los pasajeros de la micro, que no entendía por qué no me conformaba con un chicle. Y es que el charqui me transporta a los orígenes de Chile. No se trata solo de una trivialidad, en una época donde no existían los refrigeradores, ni las conservas, sin charqui no habría viaje a América, no habría conquista y, seguramente, no habría surgido Chile tal como lo conocemos ahora.

Lo de la librería Crisis no era una casualidad, Valparaíso se diferenciaba, hasta antes del 18 de octubre de 2019, por tener librerías de mayor calidad académica que Viña del Mar. Mientras en la ciudad jardín estaban las librerías de grandes cadenas para los best seller, libros escolares y libros de regalo, en el puerto se encontraban, junto a Crisis, aquellas enfocadas en temas de estudio. A unas cuadras de la librería de Mario Llancaqueo está la librería de la Pontificia Universidad Católica luciendo unos de los más completos catálogos de la historia de Valparaíso. Y varias cuadras más hacia el puerto, otro espacio tan mágico como la librería Crisis, Ateneo.

Si en la serie Seinfield existía el nazi de la sopa que obligaba a sus clientes a su estricta disciplina, en Valparaíso el dueño de la Ateneo sometía a los clientes a confiar de su memoria privilegiada respecto a lo que tenía o no tenía. Y, si existía, eran sus hijas las encargadas de encontrar el libro, siempre envuelto en plástico para evitar el polvo, pasárselo a los clientes para que estos decidieran si iban a comprarlo o no, siempre bajo la mirada inquisidora de su propietario. Ahora que lo pienso, Ateneo era la Nemesis de Crisis. Mientras en la última uno podía pasar el día leyendo y revisando lo que quisiera, en Ateneo no había espacio para la duda. Dos mundos iguales, pero al revés, la librería normal, Crisis, versus la librería bizarra, Ateneo.

Aunque dejo fuera varias librerías en esta columna, estas se mantienen firmes como testimonio de una vida intelectual que surgió con el puerto desde sus inicios republicanos. Diarios como El Mercurio de Valparaíso dan cuenta de esta actividad a partir de 1830, en adelante, con anuncios de textos que llegaban de Europa y, posteriormente, con publicaciones locales. Valparaíso, a través de muchas imprentas fue, desde hace mucho antes que surgiera el festival que lleva el nombre, un puerto de ideas, como lo ha ido testimoniando Ernesto Guajardo a través de su investigación.

De ese Valparaíso solo quedan algunas luces, luces que se van apagando con los nuevos tiempos por la crisis económica, cultural, social o, simplemente, porque así es el ciclo de la vida, como ocurrió con Mario Llancaqueo. 2

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¡Con la información, no!

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La propuesta de Jadue de inmiscuir al Estado en el devenir de los medios de comunicación atentará contra lo que dice querer defender y se acerca peligrosamente a la experiencia que hemos visto en países totalitarios o donde la democracia está en tela de juicio".

"Los ciudadanos informados pueden tomar decisiones informadas, por ejemplo, cuando van a las urnas. Solo cuando los ciudadanos sepan cómo son gobernados, podrán hacer que sus gobiernos rindan cuentas por sus decisiones y acciones. La información es poder", decía la ONU al conmemorar el Día Internacional del Acceso Universal a la Información, en 2020.

Efectivamente, una población informada es una ciudadanía capaz de tomar decisiones y de fiscalizar al poder, lo que es un requerimiento básico del funcionamiento democrático y sobre todo en los momentos cruciales que vivimos hoy como país: con elecciones, el proceso para consensuar una nueva Constitución en plena marcha y una pandemia con crisis económica incluida instalada.

El manejo de la información es tan relevante para la democracia, que incluso la ONU lo instala en la Declaración Universal de Derechos Humanos, tal como lo menciona el candidato PC Daniel Jadue en las líneas que le dedica al tema en su programa.

Pero si bien el abanderado comunista inicia su capítulo precisamente citando la defensa de la información como derecho humano básico, genera ciertos análisis sesgados en torno a los medios de comunicación, de lo cual derivan después algunas propuestas preocupantes. Así, plantea sin ambages que el escenario mediático en Chile es "uno de los peores escenarios de Latinoamérica", sin ahondar de dónde saca este diagnóstico y obviando lo que sucede en lugares como Venezuela, donde los medios han sido censurados, cerrados y la información ha sido totalmente ideologizada.

Luego, advierte la brutal concentración de la prensa, situándose en un escenario de los '90, cuando los medios escritos tenían un peso mucho mayor en el escenario informativo y desconociendo que hoy el mundo digital ha irrumpido con fuerza y que la mayor parte de la ciudadanía se informa a través de lo digital -donde existe un enorme abanico de posibilidades- y no necesariamente a partir de los medios clásicos.

Así, Jadue plantea además que la concentración de los medios tradicionales (insisto, obvia el pluralismo presente en el cibermundo) "se manifiesta en el plano ideológico", ejemplificándolo con la "práctica habitual" que "tiende exponer una reducida representación de la sociedad cargada de valores, juicios y prejuicios", mostrando un desconocimiento profundo de cómo funciona el concepto de noticia y la jerarquización informativa. Los espacios -sobre todo en medios tradicionales más que en lo digital- son escasos y la realidad es infinita. Jadue no se refiere a aquello, atribuyendo a una maldad ideológica la selección de las noticias y su extensión, más que a un proceso que tiene que ver con la relevancia del hecho a juicio de un periodista o un editor.

Entre las propuestas, el abanderado PC propone también la modificación de TVN para que efectivamente sea un medio público, lo cual podría tener sentido si efectivamente se le dota de recursos adecuados y no se lo convierte en un agente proselitista del gobierno de turno. Si lo que Jadue está pensando es en un modelo tipo BBC, bienvenido sea. Pero si lo que tiene en mente es un buzón del Ejecutivo, entonces está condenado al fracaso.

Otro elemento destacable tiene que ver con el acceso a internet como un derecho básico. La pandemia lo dejó claro y no solo a partir de la información: hoy el acceso al mundo digital es un bien fundamental y debe ser tratado como tal.

Sin embargo, lo que causa preocupación es su intento de establecer una ley orgánica, en la que se plantea la creación de un consejo ciudadano que determine si los medios de comunicación son "objetivos" y "pluralistas". La posibilidad de que sea un ente estatal el que determine qué es objetivo y qué no lo es, o que defina desde las alturas estatales y burocráticas lo que es pluralismo, limitando la libertad de fundar medios y de tener la línea editorial que se quiera, atenta contra el bien que quiere proteger: finalmente, la posibilidad de que el ciudadano se informe donde y como quiera.

Lamentablemente, la propuesta de Jadue de inmiscuir al Estado en el devenir de los medios de comunicación atentará contra lo que dice querer defender y se acerca peligrosamente a la experiencia que hemos visto en países totalitarios o donde la democracia está en tela de juicio. Y como señaló la Asociación Nacional de Televisión, la experiencia "demuestra que quienes temen al escrutinio público buscan formas para coartar la libertad de expresión, intervenir la línea editorial y programación de los medios, y afectar el pluralismo". 2

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