"Hotel Montana y otros cuentos"
Rafael Gumucio
Penguin Random House
148 páginas
$7.500
Rafael Gumucio
Penguin Random House
148 páginas
$7.500
Horas y horas de hombres apurados, indignados, resignados al final, que conocen la ley o juegan a que no la conocen, o no la conocen de verdad y llaman por teléfono a parientes encumbrados, ruegan por una hora nueva, dejan indignados caer sus carpetas como se lanza un guante para un duelo que nunca tendrá lugar. Pasan las horas, las semanas, las estaciones y todo sigue su curso más o menos igual y las caras vuelven, los abogados coquetean, los choferes de buses y camionetas, las mujeres son las peores, las que más reclaman, el uniforme celeste, el beige, días administrativos, una puerta de más, de menos, el señor que vino con su mamá y espera en el sofá desvencijado como si estuviera en su casa, en este juzgado que era y nunca más será una casa.
-Las cosas en que te metes, mijito -baja la voz y la mirada mi madre tomando mi mano con la suya -. Una puerta que sobra, ¡con todas las puertas que faltan en el mundo! ¿No podrías haber comprado una casa con una sola puerta?
-Nunca pensé en la puerta, mamá. La puerta llegó. Estaba ahí pero no la vi. No es mi puerta, es una puerta que se metió en mi vida.
-¿Cómo no vas a ver una puerta que está en tu casa?
-No sé, ahora quizás pienso que por eso compré el departamento. Es igual a todos los departamentos del edificio, que es igual a cualquier edificio del mundo, pero tiene algo distinto. Todos tienen una puerta y el mío tiene dos. No sirve de nada pero es diferente. Es como nosotros, mamá, igual a todo el mundo, pero con algo distinto. Inútil pero distinto.
-Una casa para cada puerta, y una puerta para cada casa. ¿Hay un dicho así, no?
-No creo.
-Debería haber.
-Sí.
-Lo inventamos entonces. Tanta muerte, mi amor, tantos muertos y una puerta, una puerta de más y es peor que si fuéramos los más terribles asesinos del mundo. País de mierda. País de imbéciles.
-Los va a recibir la señora jueza -vuelve triunfante Germana -, tienen cinco minutos, no más. Expongan su caso de la manera más sintética que puedan. La jueza es súper justa, pero no le gusta perder el tiempo. Eso la pone muy mal, perder el tiempo en cosas inútiles.
-¿Cómo se llama ella, mi amor preciosa? -pregunta mi mamá a la Germana, que está a punto de pedirle un autógrafo.
-Señora Patricia Tamboletti -y se desvanece en la cara de mi madre la esperanza misma de que la jueza sea pariente o cercana a algún pariente que ella "ubica".
-Ya, pasen.
Se abren las puertas de la ley y a mi mamá y a mí nos encandila al mismo tiempo la luz de las once de la mañana en las mal lavadas cortinas de nylon de la sala de audiencias.
-Señora Paty… Patricia, perdona, Su Excelencia… -intenta mi madre salir del pánico escénico que nos hunde a los dos -, mi hijo aquí presente es una gran persona, un intelectual, un artista de verdad y un futuro padre de familia que lo es todo para mí en la vida -la jueza apenas si subraya con una regla la línea de algún escrito que sus anteojos triangulares y enormes marcos recorren distraídamente por quinta vez.
-Es mi mamá -le explico a la magistrada.
-¿Y tiene algo que ver su mamá con el caso?
-No. Solo vino a acompañarme.
-¿Usted anda a todas partes siempre con su mamá?
-Patricia, tú sabes, los hijos son para una lo más importante que hay… -se acerca un paso más mi madre hacia el estrado de la justicia.
-Su señoría -le recuerda cómo nombrar a la jueza la actuaria casi invisible en la contraluz de la ventana de nylon.
-La puerta, la famosa puerta.