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Invitados complicados

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"El día del chacal", una exitosa novela de 1971 llevada al cine en 1973 en una apasionante cinta de suspenso. El argumento parte de los intentos del OAS, organización extremista de derecha, que intenta asesinar al Presidente de Francia Charles de Gaulle en los años 60 del siglo pasado.

Charles de Gaulle es uno de los protagonistas del Segunda Guerra Mundial que desafía a Adolf Hitler y en 1940, tras el armisticio suscrito por el mariscal Petain con la Alemania nazi, huye a Gran Bretaña proclamando la Francia Libre en oposición al gobierno de Vichy sometido al invasor.

De Gaulle, pese a su condición de "asilado" en Londres, es un obsesionado del honor francés. Con esa convicción se convirtió en un insoportable invitado. Escribe Churchill en sus memorias que "creía que era esencial para su posición ante el pueblo francés que mantuviera una actitud orgullosa y altanera hacia la 'pérfida Albión' aunque fuese un exiliado que necesitaba de nuestra protección y que vivía en nuestro medio. Tenía que ser descortés con los británicos para probar ante los ojos franceses que no era títere nuestro. Y por cierto que llevó a cabo esa política con perseverancia".

El general francés se abre paso a codazos entre Churchill, Roosevelt y Stalin y al final de la contienda la humillada Francia aparece entre las potencias vencedoras en su condición de "inmortal".

El victorioso general, ya como Presidente, tiene graves problemas cuando en los 60 del siglo pasado impulsa la independencia de Argel, rechazada por los europeos residentes del norte de África. Se constituye así, con antiguos combatientes e integrantes de la administración colonial la OAS, Organisation de l'Armée Secrete, que intenta asesinarlo. Un atentado fallido y condena a muerte de un líder. Sobre esta base parte el exitoso "Día del Chacal".

En la realidad, De Gaulle es un objetivo del terrorismo y así, con toda su fama y títulos, desafiante, como Presidente de Francia, lo tenemos en Valparaíso en octubre de 1964. Recala en el puerto a bordo del crucero "Colbert", procedente de Arica. Había llegado desde Bolivia, parte de una gira continental que buscaba mantener la presencia cultural -nadie lo duda-, pero también económica y tecnológica de Francia.

Es, junto a Churchill que muere en 1965, uno de los últimos líderes en la lucha contra el nazismo. Ya habían fallecido Roosevelt y Stalin. Curiosidad y entusiasmo rodean a la visita, pero también está presente la amenaza implacable de la OAS, que bien podría cruzar el océano.

Desembarca en el muelle Prat con todos los honores y protecciones del caso, pero el acoso de quienes quieren ver de cerca a este mítico personaje rompe el protocolo. Lógicamente, la Municipalidad ha acordado nombrarlo huésped ilustre. En medio del tumulto, el alcalde, Guillermo Winter, intenta entregarle la medalla del caso o tal vez imponérsela en su ya condecorado pecho. La ceremonia planeada, Plaza Sotomayor, en medio de empujones, no resulta. La medalla salta como pelota de pimpón de mano en mano, pero de algún modo se la entrega. Suponemos era de oro. Lo menos para De Gaulle. ¿Dónde estará?

El Chacal, con su rifle con mira telescópica, podría estar en la azotea del edificio del Correo, en una ventana del Hotel Reina Victoria o en un balcón del edificio del Cuerpo de Bomberos. De Gaulle es en este rincón del mundo un objetivo fácil.

Por cierto, las autoridades de la época, Jorge Alessandri termina su periodo y entrega a Frei Montalva, habrán tomado las medidas del caso. El visitante es demasiado importante, el más importante quizás llegado a este puerto patrimonial.

Pero no escapa al tumulto y en medio de la caótica ceremonia de la medalla actúa su notable guardaespaldas, un tipo fornido, más bajo que su importante protegido, pero verdadero malabarista para apartar, hasta con delicadeza, admiradores y también autoridades que intentaban la foto con este monumento viviente de la historia. Visita con happy end, tal como en la película.

Los intentos peronistas

La mirada peronista había estado siempre puesta en Chile. Por allá por 1937, Juan Domingo Perón era agregado militar en Santiago y se vio envuelto en un episodio de espionaje cuando intentó acceder a documentos secretos de operaciones de nuestro Ejército. Buenos Aires decide su traslado y es reemplazado por Eduardo Leonardi, que lo derrocaría 20 años después. La operación es descubierta, Leonardi expulsado de Chile y las relaciones bilaterales quedan gravemente dañadas.

El tiempo pasa, los gobiernos cambian, el olvido es generoso. Estamos en el periodo presidencial de Carlos Ibáñez, 1952-58, el "general de la esperanza". No oculta su admiración por Perón, ahora en el poder. Se impone la invitación y en febrero de 1953 llega a Chile el antiguo espía en la condición de Presidente de la República. El peronismo, en tanto, ha intentado entrar en Chile con un discurso populista y con acercamiento al movimiento sindical. El discurso del general Perón es generoso, pero poco elegante:

"Sé que allí lo fundamental es la escasez de alimentos… nosotros podemos hacer que los alimentos en Chile sean abundantes y baratos… incluso regalaremos a Chile la carne y el trigo que el pueblo necesita".

Peores son sus declaraciones a La Nación, diario oficial de La Moneda:

"Estoy dispuesto a aceptar que Chile se anexe a la Argentina. Lo principal es la unidad". Herido el orgullo nacional y mal miradas esas palabras en Brasil viene el desmentido afirmando que el periodista -eterno culpable- había interpretado mal al mandatario trasandino. Se pide la renuncia a José Dolores Vásquez, director del diario.

El mandatario llega al país en el fenecido trasandino, es más seguro que el avión, no se cae, solo se puede descarrilar. Encuentros oficiales diversos, discursos y promesas y, a la vez, surgen críticas opositoras al visitante por su actitud hegemónica. Uno de los escenarios de la visita es la Plaza Sotomayor de Valparaíso, el 23 de febrero, en la mañana. Desde los balcones de la Intendencia, hoy Comandancia en Jefe de la Armada, saludan el Presidente Ibáñez y Perón. El salón del palacio levantado en 1910 que también es residencia del intendente, ha sido remozado, incluyendo ocho grandes cortinas del Salón Rojo. Prudente, el general y Presidente estimula el orgullo nacional afirmando que "Chile lleva una ventaja de 50 años a Argentina en organización política".

Elección y populismo

En la visita de Perón la seguridad no es tema dominante. La política está en primera línea con elección parlamentaria en marzo siguiente, en la cual el ibañismo, estimulado por los aires y promesas populistas del peronismo, saca 70 diputados, hundiendo al viejo Partido Radical y dejando en una discreta segunda posición a liberales y conservadores, ya abatidos en la elección que había llevado a Ibáñez a La Moneda.

La visita de Perón a Chile, con intentos hegemónicos, demostraba el apetito internacional que siempre ha despertado este país y que se reitera en noviembre de 1972 con la interminable visita de Fidel Castro, latero, que invitado por una semana se quedó 23 días.

Fidel estaba mejor avalado que Perón, hijo de los escombros de fascismo, pues tenía las espaldas de la Unión Soviética, interesada en este rincón del mundo. Con sus discursos, uno en la Plaza Sotomayor, para algunos el nuevo Evangelio, fue también una visita, que más allá de incómoda por el eterno tema de la seguridad, sirvió para que la autoridad del caso hiciera nuevamente algunos retoques en la siempre deteriorada fisonomía de la ciudad.

Nada nuevo en este puerto patrimonial.

por segismundo