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Bolsa de gatos

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Si el 80% de los chilenos decidió que la constituyente no estuviera compuesta por los mismos de siempre, con las mismas prácticas de antaño, es porque se espera que no se convierta en una 'bolsa de gatos' y que precisamente sea la racionalidad y el diálogo los que iluminen a los 155".

"Tengo miedo de que la convención constitucional sea una bolsa de gatos", expresó esta semana el expresidente uruguayo, Pepe Mujica, a la luz del debut de nuestro organismo constituyente, seguido por gran parte de los chilenos, con todos sus altos y bajos en estos primeros días.

Más allá de la emoción inicial que albergó para muchos la instalación de la convención y el inicio del proceso constituyente que cambiará la Carta Magna hecha en dictadura, lo cierto es que, si hubiera que considerar una palabra para definir este estreno, probablemente, al menos en este inicio, sería desorden.

Para comenzar, la instalación de la convención el domingo fue de todo menos organizada. Supuestamente la actividad comenzaría a las 10:00, pero recién logró concretarse pasado el mediodía. Según consignaron los medios, "en este par de horas se mezclaron el frío invernal, la incertidumbre, la voz templada de una funcionaria que ordenó el debate, la salida de constituyentes a la calle, los enfrentamientos entre manifestantes y carabineros en las inmediaciones, la ausencia del Gobierno y la presencia de banderas, cánticos y ceremonias laicas y religiosas". La verdad es que lo único ordenado en ese momento era la figura de Carmen Gloria Valladares, secretaria relatora del Tribunal Calificador de Elecciones que impertérrita intentaba dar inicio a la ceremonia.

Ya solucionada la instalación, las dificultades técnicas que hicieron imposible el funcionamiento de la entidad durante los primeros días, fueron derechamente impresentables. El plebiscito donde los chilenos definieron que querían una nueva Constitución fue hace nueve meses y el lunes 11 de enero, el Presidente Sebastián Piñera dio a conocer que sería el Palacio Pereira el lugar para instalar a los 155 convencionales. Allí, flanqueando al Mandatario, el ministro vocero, Jaime Bellolio, afirmó que "con esta plataforma, como gobierno queremos ratificar nuestro compromiso de ser garantes de que este proceso sea bien llevado en todo momento".

Qué anacrónicas parecen hoy esas palabras, cuando el lunes los convencionales llegaron a su lugar de trabajo y no contaban con las condiciones ni técnicas ni sanitarias para funcionar. Habiendo tenido seis meses al menos para preocuparse de que los aforos fueran los correctos, de que las medidas sanitarias fueran ad hoc al momento pandémico que vivimos e incluso que funcionaran los micrófonos y las conexiones de internet, nada de aquello había sido preparado correctamente por la secretaría técnica a cargo de Francisco Encina. Rápidamente, el gobierno dio un giro que más pareció un disparo en los pies: nombró en el cargo a Catalina Parot, excandidata a gobernadora cuyas deudas de campaña y la posibilidad de que el pago de esos compromisos sea el fin último de su designación generó críticas incluso en la misma coalición gobernante.

Recién el miércoles la convención constituyente pudo iniciar sus labores, con la votación respecto de aumentar el número de integrantes en la mesa de la entidad. Primero fueron siete y finalmente nueve los delegados que deberán abocarse a la tarea de dirigir la instancia, pero con un proceso eleccionario que generó ácidas críticas de la derecha y también en la centroizquierda. Así, las palabras de Agustín Squella, fueron claras: "Nos estamos pareciendo demasiado a la Cámara de Diputados. Lo único que faltaría es que a estos grupos le llamáramos bancadas y estaríamos haciendo otra vez lo que el país está cansado".

Hacia el final de la semana, la convención se enfrascó nuevamente en una tensa discusión para presionar por la libertad de los presos del estallido social, que terminó incluyendo también la desmilitarización del Wallmapu. Sin el respaldo -como era de esperarse- de la centroderecha, pero tampoco de parte de los constituyentes de centroizquierda, las negociaciones se extendieron durante todo el cuarto día de sesión.

En un abrir y cerrar de ojos, terminó así la primera semana de funcionamiento de la convención constituyente. Falta aún que inicie la discusión de su reglamento, que según adelantó el vicepresidente de la entidad, Jaime Bassa, podría tardar hasta tres meses, es decir, un tercio del tiempo que tienen para redactar la nueva Constitución.

Si el 80% de los chilenos -con una participación histórica- decidió que la constituyente no estuviera compuesta por los mismos de siempre, con las mismas prácticas de antaño, es porque se espera que no se convierta, como lo teme Pepe Mujica, una "bolsa de gatos" y que precisamente sea la racionalidad y el diálogo los que iluminen a los 155. 2

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La hoguera de las vanidades

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Esperemos que los constituyentes se bajen del pedestal en que creen que están y comiencen a concentrarse en la labor para la que fueron elegidos y para los que se les paga un sueldo: redactar la constitución que podría regir al país durante los próximos años".

En la columna de la semana pasada, recordé el discurso del presidente Joaquín Prieto inaugurando el proceso constituyente que se desarrolló hace casi dos siglos. Sin embargo, de acuerdo con lo que he observado esta semana, la idea de que los intereses del país estuviesen puestos antes que los particulares quedó solo en una aspiración.

Desde su inicio, con la llegada de los constituyentes al antiguo Congreso, como si estuvieran en la alfombra roja de la gala del festival de Viña del Mar, partimos mal. Esto porque el acento estaba puesto en ellos y no en su trabajo. Los más conocidos eran interceptados por la prensa, mientras que otros, en cambio, caminaban a paso lento, como buscando algo, esperanzados en tener su minuto de fama.

Lo ocurrido en la inauguración del evento, abucheo y pifias al himno nacional, más se pareció al espectáculo que se da en una cancha de fútbol, que lo que debía ser, un acto solemne que puede marcar el nuevo rumbo político de Chile.

En esta línea, las redes sociales le hacen un flaco favor al proceso. Cada uno de los constituyentes va a la caza de seguidores, bajo la consigna de ser amado u odiado, pero jamás ignorado.

El académico Jaime Bassa, por ejemplo, subió un fotomontaje donde aparece él, por supuesto, de espaldas junto a la presidenta de la convención, Elisa Loncon. Al fondo, la imagen de la estatua Baquedano abarrotada de gente, como la vimos durante varios días, luego del 18 de octubre de 2019. Imagen innecesaria, dolorosa para muchos, y poco acorde al cargo que ostenta.

Al otro extremo del espectro político, aparece Teresa Marinovic, haciendo un live del evento, a través de Instagram, como si fuese un show, para sus seguidores comprueben todos sus temores convertidos en realidad en lo que consideran es una pérdida de tiempo y de dinero.

Entre medio, aparece nuestro querido Agustín Squella, viendo cómo el proceso que tanto tiempo soñó y donde esperaba tener un rol protagónico, se ha convertido en algo muy distinto a lo que pensó. Esto está muy lejos de la discusión filosófica que imaginaba, respecto, por ejemplo, de qué debía decir el primer artículo de la constitución y que él ya tenía redactado en su cabeza. En resumen, hasta ahora, el espectáculo ha sido poco alentador y en vez de unir a los chilenos en torno a este proceso, los divide aún más.

Resulta interesante volver a la Constitución de 1833, y revisar que el Gobierno, a fin de dar método y orden a las discusiones de la Gran Convención, creyó conveniente nombrar una comisión compuesta por solo siete especialistas, con la misión de que fuesen ellos los encargados de preparar un proyecto de reforma a la carta fundamental y en la que destacaban Manuel José Gandarillas y Mariano Egaña. Consecuente con esto, la Gran Convención se suspendió mientras la comisión desempeñaba su trabajo y se volvió a reunir, recién un año después para aprobar y discutir cada uno de los artículos.

Mientras se llevaba a cabo esta labor, informaba El Araucano sobre la comisión: "El único material de importancia que pudiera dar a los periodistas empeñados en mantener actividad en la curiosidad de los lectores, es la reforma de la constitución; pero nada ofrece de notable, porque la gran convención tiene sus sesiones diarias con toda circunspección, calma y prudencia que corresponden a la importancia de la obra que se la ha encargado".

Un siglo después, el presidente Arturo Alessandri, en la inauguración del evento que daba inicio a la redacción de una nueva constitución, advertía: "La Asamblea Constituyente no debe pronunciarse sino sobre el proyecto de reforma de la carta fundamental, de la ley electoral y de los proyectos de ley que tiendan a satisfacer necesidades inmediatas impostergables".

Dos ejemplos que están a siglos de distancia del espíritu que, hasta ahora, ha inspirado a los actuales constituyentes. De hecho, perdieron la primera semana en una declaración que nada tiene que ver con el mandato que les fue encomendado. Esperemos que los constituyentes se bajen del pedestal en que creen que están, se olviden un tiempo de las redes sociales y comiencen a concentrarse en la labor para la que fueron elegidos y para los que se les paga un sueldo: redactar la constitución que podría regir al país durante los próximos años. 2

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