¿Y dónde quedó eso que llamábamos fútbol?
El tricampeón del fútbol chileno y el que para muchos es el gran candidato para destronarlo. Un cara a cara que despertaba ilusión entre los hinchas e incluso en quienes son neutrales. Era el momento de un buen espectáculo después de tanto tiempo sin campeonato. Pero la realidad golpeó duro. De fútbol, un bodrio en San Carlos de Apoquindo entre dos de las tres plantillas más caras del torneo. Uno más desde que volvió el fútbol en agosto pasado. De los últimos cinco partidos entre los tres grandes de Santiago, apena tres goles. Sí, tres goles. Y en el del sábado, prácticamente no hubo remates serios al arco en el segundo tiempo. Mejor ni pensar en que la gente, cuando pueda, volverá con entusiasmo a los estadios.
El fútbol chileno agoniza desde hace mucho tiempo y a pocos parece importarles. Por años la basura local se escondió debajo de los éxitos de la Selección adulta, que sobre la base de jugadores irrepetibles hizo creer que sí existía la felicidad eterna. Pero aquella generación se empezó a oxidar y los ojos volvieron a posarse sobre los alicaídos clubes locales. Y de pronto la realidad empezó a golpear de manera grotesca. Hasta vergonzosa. De celebrar los títulos internacionales de la Roja o clasificaciones a Mundiales pasamos a ser testigos de ignominiosas participaciones en Copa Libertadores y Sudamericana. Pasar una ronda se convirtió, dentro de tantas humillaciones, prácticamente en una vuelta olímpica. Así de mal estamos.
Ni siquiera el regreso de los históricos de la Selección Chilena bastó para frenar la decadencia. No se salvó ninguno de la crítica, mientras sus bolsillos se llenaban sin que ningún dirigente supiera ponerle freno a ese vaciamiento de las bóvedas. Hoy, esos mismos clubes que se transformaron por años en fundaciones de beneficencia, están rogando que nadie les pida volver desde el extranjero porque no hay un peso. Eso lo experimentó Marcelo Díaz hace algunos meses, cuando preguntó en Azul Azul si podían llegar a un acuerdo económico. En ese mismo momento se cortó la llamada.
La descomposición de la competencia local queda graficada en la fuga casi en silencio de los máximos sueldos del torneo. Angelo Henríquez y Nicolás Blandi se fueron en silencio, sin responder a las más mínimas expectativas y dejando la sensación de que siempre estuvo en sus cabezas irse cuanto antes. Total, el contrato les garantizaba varios años a cambio de cientos de miles de dólares. ¿Goles? Pocos y nada. Más de los últimos especialmente. ¿Las maletas? Llenas de dinero y sin trofeos importantes.
Pero la decadencia no solo hay que buscarla en los grandes de Santiago. Esta semana un aviso de Santiago Wanderers pidiéndoles a sus hinchas que se hagan socios o renueven sus abonos para, entre otras cosas, pagarles los sueldos a los trabajadores del club, rozó la ordinariez. Los dirigentes del cuadro caturro, que completó con su derrota del viernes el peor arranque de un equipo en más de 70 años, les pide a sus fanáticos que no asisten a un partido desde hace 18 meses y que miran cómo el fantasma del descenso los acompañará hasta diciembre, un apoyo económico porque ellos no han sido capaces de gestionar el club de manera correcta. Una locura de estos tiempos.
El escenario es lapidario. Por si fuera poco, el fútbol joven se pudre en medio de la decisión de varios clubes de despedir a los entrenadores de diversas categorías para ahorrarse unos pesos. Ahora, nadie sabe en qué condiciones regresarán estos chicos, muchos de los cuales no juegan un partido desde hace 21 meses. Ahora, hay que recalcar que desde hace tiempo que las selecciones Sub 20 viene marcando la hora. En los últimos tres sudamericanos no pasaron al hexagonal final, ni siquiera jugando el torneo como locales.
Así que ya lo sabe. Para la próxima que se haga ilusiones con algún partido, piénselo dos veces si realmente verá un buen espectáculo. Las condiciones de hoy no están para que eso ocurra. Al contrario, hace mucho tiempo que eso no se ha visto y, difícilmente, se verá en el futuro próximo. El fútbol se fue hace mucho rato de Chile. Solo queda el grato recuerdo de los éxitos de la Roja y la ilusión de que algún día volverá. ¿Será eso en el corto plazo? Muy difícil.
por cristián caamaño,
comentarista de espn
y radio agricultura