Breve historia de la debacle de la UDI
En pocos años, el gremialismo perdió alcaldías emblemáticas y ve en riesgo los pocos cargos parlamentarios que mantiene en la región.
Con el despido de Javier Aravena de la Casa del Deporte de Viña del Mar y la decisión del diputado Osvaldo Urrutia -director de la Secretaría de Planificación Comunal en la primera administración de Virginia Reginato- de no repostular a su cupo en la Cámara, termina por cerrarse el ciclo de dominio que tuvo la Unión Demócrata Independiente (UDI) sobre la Ciudad Jardín y el antiguo Distrito 14, aunque es más preciso decir que la debacle gremialista en su bastión viñamarino es solo un signo de un derrumbe mayor que está tan marcado por la pérdida de cupos emblemáticos como por la derrota ideológica -al menos momentánea, que las ideas son a prueba de balas- de algunos postulados que han terminado por encontrar también oposición dentro de la misma centroderecha.
Ponerle fecha al inicio de este desfonde es complejo, pero quizás a nivel nacional fue diciembre de 2009, el día en que Francisco Chahuán dio el batacazo en la elección senatorial y derrotó a un Joaquín Lavín que apenas diez años antes había perdido por pocos votos la Presidencia de la República. Pese a tener a su referente presidencial herido, el gremialismo en la zona gozaba de buena salud. En la municipal de 2008 había ganado las dos alcaldías más importantes de la Región: Reginato fue reelecta en Viña del Mar con más de 100 mil votos y Jorge Castro venció a Aldo Cornejo para gobernar el Valparaíso Patrimonio de la Humanidad. La maquinaria electoral alimentada por los municipios permitió a la UDI gozar de varios éxitos, pero el desgaste propio de ejercer el poder municipal mucho tiempo y el manejo hegemónico de los concejos -principalmente Viña del Mar- alentaron el desarrollo de redes clientelares y el surgimiento de irregularidades, cuestionamientos y un distanciamiento abisal entre las autoridades -y sus círculos de confianza- con las comunidades a las cuales les tocaba gobernar. Ningún partido con trayectoria similar podrá decir que no sufrió también un proceso de descomposición a nivel de municipios y distritos. La diferencia es que, al mismo tiempo, la UDI enfrentó crecientes cuestionamientos a varios de los postulados que se encuentran en el centro de su mensaje político e iluminan su acción territorial. Las ideas conservadoras fueron perdiendo fuelle al mismo ritmo que se globalizaba la economía chilena y las tradicionales redes del partido fundado por Jaime Guzmán con la elite empresarial se transformaron en una mochila luego del caso Penta. El fin del sistema binominal y el redistritaje de 2017 afectaron al partido, que en la región perdió el diputado que tenía en la zona interior (ahora Distrito 6) y dejó tocada la figura de Andrea Molina, quien no alcanzó el cargo de senadora y terminó peleada con las cúpulas locales a las que acusó de poco apoyo. El último capítulo muestra a un partido que perdió la primaria presidencial, cuando sentía que era el minuto de la reivindicación de Joaquín Lavín; que en julio vio cómo un fallo del Tricel terminaba por sepultar la figura de Virginia Reginato, la marca propia que significó tanto caudal de votos a las listas gremialistas; que hoy observa el riesgo que existe sobre los dos cupos parlamentarios que conserva -María José Hoffmann no puede reelegirse y Osvaldo Urrutia no quiere-, y plantea la pregunta sobre qué hará el partido para revertir esta verdadera debacle.