Sin Messi, no hay paraíso
Y un día Lionel Messi se fue de Barcelona. Eso sí, un año después de haber pedido la libertad de acción a través de un burofax, dias después de la ignominiosa goleada por 8-2 que le provocó el Bayern Múnich en Lisboa por la Liga de Campeones. En ese instante, el rosarino empezó a preparar su adiós al Camp Nou, más allá de que debió quedarse una temporada más para cumplir su millonario contrato, que le reportaba 45 millones de euros cada 12 meses.
Hoy ya es un hecho. Messi se despidió de los hinchas catalanes a través de una sentida conferencia de prensa previa a la disputa del tradicional trofeo Joan Gampert, que paradójicamente iba a servir de anuncio de su renovación de acuerdo al plan trazado por Jorge Messi, su padre y representante, y los propios dirigentes catalanes. Ya no hay vuelta atrás como sugerían algunos en la víspera de este domingo, previo a las declaraciones del argentino. Es que pese a todas señales, todavía algunos guardaban la mínima esperanza de que todo fuera una simple pesadilla y que saliera Joan Laporta, timonel blaugrana, anunciando la renovación. Pero aquello no ocurrió.
Partió Messi del Barcelona y atrás quedó una estela de éxitos, goles y asistencia para un club que hasta antes de la llegada del rosarino lo había intentando todo para convertirse en un coleccionista de títulos, principalmente continentales, pero que había fracasado una y otra vez en sus intentos durante el siglo XX. Hasta antes del aterrizaje del transandino en suelo catalán con apenas 13 años, el cuadro culé quiso sentar supremacía mundial entre otros con Ladislao Kubala, Johan Cruyff, Diego Armando Maradona, Romario, Rivaldo y Ronaldo. Y sin embargo, apenas pudo levantar una Champions y quedar siempre muy lejos del registro de las vueltas olímpicas en relación al Real Madrid.
Con Messi, todo eso cambió radicalmente. A partir de su aparición, Barcelona se transformó en un gigante europeo en serio. Las cuatro orejonas que levantó con el rosarino en el plantel así lo sugieren. Acortó además de manera brusca la diferencia de ligas españolas en relación a su archirrival merengue. Pero quizás lo más importante de su estadía en el equipo blaugrana, es que por primera vez todos los ojos del mundo siempre apuntaron hacia el Camp Nou. Como nunca antes había ocurrido. No hubo un solo fin de semana que no supiéramos de las peripecias del argentino y sus secuaces en la cancha.
Pero todo eso quedó atrás. Ya desde hace un tiempo hasta esta parte que la llama del Camp Nou se venía apagando. Y Messi se empezó a dar cuenta que cada vez se le haría más difícil conquistar Europa. La plantilla fue perdiendo jerarquía y ya no bastaba con la magia de la Pulga para conquistar la Champions. Culpa en parte del propio Messi, que producto de su millonario contrato amarró de manos a los dirigentes que en su afán de retenerlo a toda cosa, hipotecaron al club por los siguientes 10 años. Algo que sí entendió a tiempo el Real Madrid, cuando decidió traspasar a Cristiano Ronaldo. Es cierto que desde ahí nunca más levantaron una Liga de Campeones, pero pusieron por delante primero la supervivencia del club antes que entregarle las llaves del destino al portugués.
Ya nada será lo mismo en Barcelona a partir de ahora. No solo porque perdieron a la joya de la corona, sino porque además tardarán muchos años en volver a ponerse de pie económicamente y poder armar una plantilla que esté a la altura de su historia reciente. Lo intuyó hace un año Messi aquel día que envió el burofax pidiendo su desvinculación, pero debió echar pie atrás porque en ese momento su fichaje era inabordable para cualquier otro equipo europeo. Hoy todo cambió. Sin contrato de por medio, todos los caminos del rosarino parecen conducirlo hacia la Torre Eiffel. Allí lo está esperando en el PSG su querido Neymar y el resto de la plantilla, que hasta hace cinco días no se imaginaban algo similar. El nuevo equipo galáctico se empieza a formar a orillas del río Sena para envidia del resto de los hinchas del mundo. No habrá otra obligación para ellos que levantar la Champions.
Las velas encendidas alrededor del Camp Nou en los últimos días solo reflejan la calidad de Dios que tenía la Pulga para los fanáticos azulgranas. Pero al mismo tiempo una parte de ellos se muere con la salida de Messi. Es el fin de una era irrepetible, de haberse sentido los mejores del mundo por mucho tiempo, como nunca antes lo disfrutaron en su historia. Nada será igual sin el rosarino en Barcelona. Definitivamente, sin Messi, no hay paraíso para los culé.
por cristián caamaño,
comentarista de espn
y radio agricultura