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El metabolismo cambia con la edad, pero no como la mayoría piensa

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Está extendido que es en la adolescencia y en "los 20" cuando el potencial de quemar calorías llega a su máximo, pero no es así; son los bebés los que tienen las tasas metabólicas más altas, según un estudio que sugiere, además, que el metabolismo no empieza a decaer realmente hasta los 60 años.

Este trabajo, realizado con datos de casi 6.500 personas de 29 países con edades comprendidas entre los ocho días y los 95 años, apunta que el metabolismo, el ritmo al que se queman las calorías, llega a su punto álgido mucho antes de lo pensado y comienza su inevitable declive más tarde de lo que se podría suponer.

Los resultados se publican en revista Science y el artículo es firmado por un consorcio científico internacional que comparte las mediciones del gasto energético total -de funciones vitales básicas y acciones como caminar- en una única base de datos.

El análisis del gasto energético a lo largo de toda la vida reveló que las necesidades energéticas se disparan durante los 12 primeros meses de vida, de modo que al cumplir el primer año, un niño quema calorías un 50% más rápido para su tamaño que un adulto.

El metabolismo de los bebés puede explicar en parte por qué los niños que no comen lo suficiente en esa etapa de desarrollo tienen menos probabilidades de sobrevivir y convertirse en adultos sanos, detalla un comunicado de la universidad. "Algo ocurre en el interior de las células del bebé para hacerlas más activas y aún no sabemos cuáles son los procesos", afirma Pontzer.

Después de este aumento en la infancia, los datos muestran que el metabolismo se ralentiza cerca de 3% cada año hasta llegar a los 20, cuando se estabiliza en una nueva normalidad.

A pesar de que la adolescencia es una época de crecimiento acelerado, los investigadores no observaron ningún aumento de las necesidades calóricas después de tener en cuenta el tamaño corporal.

La mediana edad fue otra sorpresa: "Quizá le hayan dicho que a partir de los 30 todo es cuesta abajo en lo que respecta a su peso, pero, aunque hay varios factores que podrían explicar el ensanchamiento de la cintura que suele producirse durante los años de mayor actividad laboral, los resultados sugieren que el cambio de metabolismo no es uno de ellos". De hecho, el estudio constata que el gasto energético durante estas décadas centrales -los 20, 30, 40 y 50 años- es el más estable.

Los datos sugieren que nuestro metabolismo no empieza a decaer realmente hasta después de los 60 años. La ralentización es gradual, sólo 0,7% al año, dicen los autores y añaden: una persona de 90 años necesita 26% menos de calorías al día que alguien de mediana edad. 2

el gasto energético entre los 20 y 50 años es el más estable.

Kik, el mamut lanudo que pudo haber dado 2 vueltas a la Tierra

Un colmillo del mamífero, que habitó en Alaska hace 17.100 años y vivió por 28 en ese territorio, permitió realizar el cálculo. En la actualidad, muchas especies están preparando sus patrones de movimiento para el cambio climático.
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Un mamut lanudo del ártico que vivió hace 17.100 años, pudo haber recorrido Alaska en una distancia equivalente a dar dos vueltas a la Tierra durante sus 28 años de existencia. El asombroso viaje fue reconstruido por un equipo internacional de investigadores.

La sorprendente historia de este mamífero, llamado Kik y cuyos restos se encuentran en el Museo del Norte de la Universidad de Alaska (EE.UU.), fue portada de la revista Science.

Para el estudio, los investigadores extrajeron los datos de los isótopos de los colmillos del mamut, unos rastros químicos que al compararlos con los mapas isotópicos de la región permitieron reconstruir los movimientos y la dieta del animal.

La investigación es importante porque arroja muchos detalles sobre la vida de los mamuts lanudos y confirma que estos animales viajaban grandes distancias. En el caso de Kik, los científicos lograron establecer 70.000 kilómetros de recorrido, con varios viajes de 500, 600 y 700 kilómetros en pocos meses.

"No está claro si era un migrador estacional, pero cubría mucho terreno. Visitó muchas partes de Alaska en algún momento de su vida, lo que es bastante sorprendente si se piensa en lo grande que es esa zona", explica Matthew Woller, investigador de la Universidad de Alaska Fairbanks y autor principal del estudio.

El colmillo

Los investigadores de la Instalación de Isótopos Estables de Alaska, de la que Wooller es director, dividieron el colmillo de 1,7 metros en unos 400.000 puntos de datos microscópicos.

Obtener tal cantidad de información fue posible gracias a la naturaleza, ya que los colmillos de los mamuts crecían a diario añadiendo nuevas capas, lo que deja un registro cronológico que permite releer toda la vida del animal, algo parecido a los anillos del tronco de un árbol.

"Desde que nacen hasta que mueren, tienen un diario y está escrito en sus colmillos. La madre naturaleza no suele ofrecer registros tan cómodos y duraderos de la vida de un individuo", destaca el director del Museo del Norte, Pat Druckenmiller.

Antes del estudio, los científicos solo sabían que el mamut había muerto en el norte de Alaska, por encima del Círculo Polar Ártico, donde un equipo de paleontólogos -entre ellos los coautores del estudio Dan Mann y Pam Groves- excavaron sus restos.

Las firmas isotópicas permitieron reconstruir el viaje del mamut cotejándolas con los mapas de isótopos de Alaska, creados a partir de la información obtenida de los dientes de cientos de pequeños roedores de toda la región conservados en las colecciones del museo.

Los datos locales de los roedores permitieron trazar un mapa de la variación isotópica de toda Alaska y proporcionar una línea de base para rastrear los movimientos de los mamuts.

Un cambio abrupto

Tras tener en cuenta las barreras geográficas y la distancia media que recorría cada semana, los investigadores utilizaron un novedoso método de modelamiento espacial para trazar las rutas probables que siguió el animal durante su vida.

Además, el ADN antiguo conservado en los restos del mamut permitió al equipo identificarlo y determinar que fue un macho emparentado con el último grupo de mamuts que vivió en Alaska continental.

Estos detalles proporcionaron más información sobre la vida y el comportamiento del mamut y, por ejemplo, ayudaron a comprender que un abrupto cambio en su fima isotópica cuando contaba unos 15 años de edad, se debió, probablemente, a su expulsión de la manada, un patrón observado en algunos elefantes macho.

"Saber que era macho nos proporcionó un mejor contexto biológico en el que pudimos interpretar los datos isotópicos", explica Beth Shapiro, académica de la Universidad de California en Santa Cruz e investigadora del Instituto Médico Howard Hughes.

Ahora ocurre lo mismo

Los isótopos también arrojaron pistas sobre las causas de la muerte del animal: los isótopos de nitrógeno aumentaron durante el último invierno de su vida, una señal de inanición en mamíferos. "Es asombroso lo que hemos podido ver y hacer con estos datos", afirma el coautor Clement Bataille, investigador de la Universidad de Ottawa.

Esos detalles podrían ser relevantes en la actualidad, ya que muchas especies están adaptando ya sus patrones de movimiento y sus áreas de distribución al cambio de clima. El Ártico, de hecho, está experimentando muchos cambios, pero "podemos utilizar el pasado para ver cómo se desarrollará el futuro para las especies actuales y futuras", dicen los autores. 2

los colmillos de los mamuts crecían día a día dejando capas microscópicas como registro cronológico de toda su vida.

Efe/Redacción

reportajes@mercuriovalpo.cl