Caso Arancibia y el nuevo fariseísmo
Veto al ex comandante en jefe de la Armada, hoy constituyente, revela una autoasignada superioridad moral en algunos integrantes del organismo. Ricardo Lagos afirmó la exclusión de Arancibia "no es propia de un sistema democrático". Y tiene toda la razón, pues el exjefe naval fue elegido con una alta votación, quedando en igual condición que el resto de los convencionales.
¿Qué es ser negacionista? Interrogante que formula el expresidente Ricardo Lagos al abordar el tema del veto al constituyente Jorge Arancibia en las audiencias públicas de la Comisión de Derechos Humanos de la Convención Constitucional.
La exclusión a Arancibia, acuerdo de la comisión, se justificaría debido a que la presencia del ex comandante en jefe de la Armada significaría una "revictimización" de aquellos declarantes vulnerados en sus derechos humanos. Se acusa a Arancibia de ser "negacioncita" -pecado nuevo del que habla un antiguo bolero-, por el hecho de haberse desempeñado como edecán naval del entonces Presidente Augusto Pinochet. Fundamentan el cargo los convencionales por la colaboración de Arancibia "con la dictadura de Augusto Pinochet".
Ante ese acuerdo, Lagos afirmó que la situación "no es problema de quién fue Arancibia. A nadie se le puede decir que porque está ahí tiene un derecho distinto, porque todos son constituyentes" y remató diciendo que la exclusión "no es propia de un sistema democrático". Y tiene toda la razón, pues el exjefe naval fue elegido con una alta votación, quedando en igual condición que el resto de los convencionales.
En la misma comisión, un grupo de extrema izquierda también ha objetado la presencia de la Fundación Jaime Guzmán, creada en memoria del senador asesinado. Es decir, en la Comisión de Derechos Humanos se elude analizar el caso de quien perdió el derecho humano básico: la vida.
Ante su situación, Arancibia reitera que se mantendrá en la comisión y que recurrirá a acciones legales, incluyendo la posibilidad de llegar a instancias internacionales.
Este caso, en lo puntual, revela un problema presente tanto en la Convención como en algunos grupos políticos: sentirse titulares de cierta superioridad moral únicamente por la posición ideológica que tienen. En último término, una nueva versión del viejo fariseísmo.
Pero hay otro problema de alcance más general. Algunas decisiones previas, como aquella de eliminar el término República de Chile. Acertadamente, afirma Cristián Warnken en una columna periodística, que "estos gustitos refundacionales pueden provocar que una mayoría del país, que quiere cambios y potentes, pero no delirios refundacionales, pase de la esperanza a la decepción en relación al trabajo constituyente". A la vez, el columnista aplaude a Agustín Aquella, constituyente que "ha sacado la voz" ante este intento de desmantelamiento de nuestra república y democracia.
Quienes desde su autoasumida superioridad toman estos acuerdos o anuncian otros similares, olvidan que su tarea es formular una propuesta constitucional que será sometida a un plebiscito de salida con voto obligatorio, donde la aprobación se validará únicamente si el texto es la "casa de todos los chilenos".