La encrucijada que plantea el Festival
Los canales a cargo de la concesión pidieron al municipio no realizar la versión 2022 del evento debido a las restricciones sanitarias. Más vale acostumbrarse a la idea amarga de que, por segundo verano consecutivo, Viña del Mar no tendrá el evento masivo, lo que implica perder la necesaria promoción de la ciudad.
Es probable que las autoridades viñamarinas lo hayan olvidado, pero la inédita alianza de los canales 13 y TVN, más el brazo latino del Canal Fox, ganaron la concesión del Festival Internacional de la Canción 2019-2022 por su abultada oferta económica y no porque hicieran una propuesta novedosa en torno a la organización del espectáculo. Un municipio atribulado por las deudas y el déficit presupuestario aceptó las 169 mil UF ($ 4.500 millones) de pago constante como un alivio a sus cuentas y pasó por encima de las opiniones que planteaban la necesidad de repensar el principal espectáculo del verano chileno.
Nacido en 1960 con el objetivo de potenciar el turismo con música en vivo, el festival viñamarino se transformó con los años en un evento masivo, capaz de congregar alta audiencia y convertir el escenario de la Quinta Vergara -y por extensión, la propia ciudad de Viña del Mar- en un estudio de televisión al aire libre. Sus mejores años estuvieron entre 1980 y 2000, pero en sus últimas ediciones la fórmula festivalera sufrió un notorio desgaste, debido en parte a la drástica caída de los ingresos en la industria televisiva, a las dificultades para contratar grandes nombres internacionales y, sin ser menos relevante, a la transformación de la sociedad chilena.
Todos ellos son factores que influyen en la actual encrucijada. El municipio que encabeza la alcaldesa Macarena Ripamonti debe decidir si acepta la petición hecha por los canales para suspender la realización del Festival Internacional de la Canción 2022 o si aplica las sanciones que establece el contrato de concesión, ante el incumplimiento evidente cometido por las estaciones televisivas. Un camino implica una larga negociación para discutir compensaciones y actividades alternativas que permitan mantener el objetivo original de potenciar el turismo viñamarino. El otro significa terminar en la Justicia, cuyos plazos suelen ser demasiado largos para las premuras ejecutivas que exige la organización del certamen internacional. En ninguno de esos casos hay Festival 2022; es decir, más vale acostumbrarse a la idea amarga de que, por segundo verano consecutivo, Viña del Mar no tendrá el tradicional evento masivo.
Para desatar el nudo, la administración de Ripamonti tomó decisiones relevantes. Una es exigir a los canales la presentación pública de su propuesta para suspender la edición 2022, lo que ocurrirá el próximo miércoles 15, durante una sesión de Concejo Municipal, que será transmitida por la página de Facebook del municipio. Más importante aún, la alcaldesa y su equipo definieron que la decisión final sobre la propuesta del 13 y TVN será sometida a votación del pleno del Concejo, con un resultado que Ripamonti espera que alcance la unanimidad de los ediles. Queda menos claro cómo la alcaldesa cumplirá la promesa que hizo ayer a los concejales: "El Festival tiene un estándar que esta administración no va a bajar".