Lasarte no es el único culpable
Cuesta creer que después de diez partidos oficiales dirigidos y apenas una sola victoria, nadie pida a gritos la cabeza de Martín Lasarte. En cualquier otro contexto, el seleccionador chileno con tamaña estadística negativa ya estaría con la maleta en la puerta y los dirigentes pidiéndole en todos los tonos negociar una salida cuanto antes. Pero tienen razón quienes guardan silencio en este momento tan crítico para la Roja. El técnico charrúa no es el único responsable de lo que ocurre con el equipo en las clasificatorias. Y el remedio, en este caso buscar un sucesor, podría ser todavía peor que la enfermedad.
Primero que todo, no es culpa de Martín Lasarte haber sido elegido sucesor de Reinaldo Rueda. Un entrenador de equipo, con menos pergaminos que el colombiano, que jamás había dirigido una selección, recíbía como regalo del cielo la posibilidad de entrenar a Chile, después de haber terminado hacía seis meses un trabajo en Egipto. Cabe recordar que fue el Plan H de la dirigencia encabezada por Pablo Milad, que antes fue a buscar entre otros a Rafael Benítez, Hernán Crespo y Matías Almeyda. Cuando se habían caído todos apareció mágicamente el nombre de Machete, al que nunca nadie recordó en la ANFP mientras recorrían el mundo buscando entrenador.
Desgraciadamente, hasta ahora Lasarte no ha justificado su llegada. Más allá de que el equipo continúa siendo por pasajes de los partidos muy competitivo, no fue capaz hasta ahora de revertir los enormes problemas ofensivos del equipo. Sus números en estas clasificatorias en comparación a Rueda, en la misma competición, son incluso peores en puntos, goles y situaciones de gol creadas. Dejando de lado la Copa América, donde consiguió cinco puntos de quince posibles, lo que ha hecho camino a Qatar es lamentable desde lo estadístico. Y ahí está la Roja, arañando para no seguir bajando en la tabla.
Pero dispararle a Machete es desligar de responsabilidad a los jugadores y por qué no a los propios dirigentes, quienes finalmente lo pusieron en el cargo. Por ejemplo, más allá de ser quien decide qué jugadores entran y cuál sistema emplear en cada partido, los horrores individuales en Barranquilla tienen nombre y apellido. Paulo Díaz y Eugenio Mena, por nombrar a dos de los más bajos, hicieron todo mal, desde no saber controlar un balón hasta darle pases a los contrarios a dos metros. No hablar del rendimiento en ese primer tiempo de Pulgar, Vidal, Isla y el propio Roco.
Siempre será más fácil apuntarle al entrenador de turno cuando el barco se hunde. Y sobre todo cuando los tripulantes de esta embarcación son los integrantes de la generación más exitosa del fútbol chileno. Pero todos los malos resultados de la Selección en estas clasificatorias se vienen repitiendo desde hace muchos años. Desde la etapa de Juan Antonio Pizzi. De hecho, con Macanudo se consiguió la última victoria como visitante en esta competición: en marzo de 2016 ante Venezuela. Desde aquella vez, pasaron once partidos y no se ganó ninguno. Y siempre se repitieron los mismos nombres de los títulos continentales. El charrúa simplemente no pudo revertir una tendencia que ya existía.
El otro gran karma de esta selección chilena es la falta de gol. Con Lasarte es cierto que se agravó dramáticamente porque apenas el equipo sumó tres conquistas en cinco partidos de clasificatorias. Y si sumamos la Copa América apenas nos empinamos a seis anotaciones en nueve juegos. Así, imposible aspirar a algo. Ni siquiera a un repechaje mundialista. Pero si nos vamos solo algunos años más atrás, veremos que el patrón se repite con todos los técnicos post Sampaoli. La última vez que la Selección convirtió tres goles a una selección sudamericana en un partido oficial fue en marzo de 2017: Venezuela en el Monumental. Desde ahí nunca más nos abrazamos más de dos veces en un partido de estas características. Y si sacamos a los llaneros de la ecuación, desde la conquista en la Copa Confederaciones solo anotamos tres tantos en un partido oficial frente a Uruguay en noviembre de 2016.
Como se ve, la decadencia ya arrastra varios años encima. Que algunos no se hayan dado cuenta, o simplemente cerraron los ojos para no manchar a una generación brillante e histórica, es otro tema.¿Que Lasarte ha hecho mal las cosas? Por supuesto. Es el principal responsable de todo esto. Pero no el único. Y ahí es donde hay que insistir. Porque Machete seguramente será el principal acusado si no se clasifica al Mundial. Pero hay más culpables, con mayor y menor responsabilidad. Si hoy somos séptimos en las clasificatorias es fruto de todo lo mal que se han hecho las cosas en nuestro fútbol. La Selección como nunca es el reflejo de nuestra pobre liga local, incapaz de surtir un solo jugador confiable. Así es muy difícil imaginar una renovación, aunque estuviera el propio Bielsa como DT. Por eso, que nadie olvide al resto de los culpables de esta debacle porque solo apuntar al charrúa es tirarle un salvavidas al resto.
por cristián caamaño,
comentarista de espn
y radio agricultura