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18 y 19 de septiembre de 1921

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A través de estos ejemplos, queda en evidencia que los chilenos de hace un siglo no solo eran más alegres, madrugadores y patriotas de lo que somos ahora, sino que también le daban a esta festividad un carácter solidario que hoy se ha perdido".

Ahora que pareciera que estamos regresando a la normalidad y retomando las tradiciones, una revisión hacia el pasado nos demuestra que la forma en que venimos celebrando las fiestas patrias dista bastante de cómo lo hacíamos hace un siglo.

Un rasgo distintivo del mes de la patria era que las principales avenidas del Puerto eran iluminadas con lámparas con los colores nacionales, al igual que algunos edificios públicos y particulares, de manera similar a como se hace actualmente para Navidad. De manera similar, parte de las costumbres de esos años era hacer regalos a los más necesitados.

Es más, una de las actividades centrales durante las celebraciones del 18, consistía en que la Municipalidad de Valparaíso, en conjunto con las juntas de vecinos y gracias al aporte de las principales casas comerciales del puerto, reunían alimentos para repartir a los más pobres como pan, azúcar, harina y legumbres. En 1921, cinco mil raciones fueron repartidas por las mismas autoridades, sus esposas y otras personas de la alta sociedad porteña durante ese 18 de septiembre.

La solidaridad no solo era monopolio de los porteños. De igual forma, el alcalde de la ciudad de Quillota, posterior a las ceremonias oficiales de ese año, se dirigió a la cárcel a repartir empanadas y cigarrillos.

A esta labor social, se agregaba un completo programa de actividades tanto para el 18 como para el 19. En el caso de Valparaíso, éstas se iniciaban a las 7:45 de la mañana con la banda de músicos del Regimiento Maipo tocando el Himno de Yungay por las calles de la ciudad. A las 8:00, los buques de guerra surtos en la bahía, completamente abanderados, disparaban una salva que invitaba al resto de la ciudad a embanderar las casas. Una hora después se hacía una gran regata en la que participaban desde los clubes hasta las chalupas fleteras, clásicas del puerto en esa época, y botes de los pescadores. A las 9:30, las alumnas de las escuelas públicas cantaban el himno nacional al pie del monumento a los héroes de Iquique. A las 10:30, la misa oficial y luego una recepción en el Palacio de la Intendencia. Al mediodía, los buques disparaban una nueva salva. La tarde, en tanto, estaba dedicada a las actividades deportivas para grandes y chicos. La más importante, un partido de fútbol entre las selecciones de Chile y Argentina a disputarse en el Sporting Club en el que, no podía ser de otra forma, perdió nuestra selección. Hacia el final de la tarde, uno de los eventos más esperados: el desfile de carruajes adornados con flores por la avenida Pedro Montt, a continuación, los fuegos artificiales, para concluir con una gala en los principales teatros de la ciudad con asistencia de las autoridades.

A las actividades oficiales de las municipalidades se agregaban otras organizadas por las juntas de vecinos. La población Vista al Mar, ubicada en Agua Santa, por ejemplo, también tenía su cronograma que incluía carrera para los niños, juegos como la olla encantada, el huevo en la cuchara, carrera de ensacados, palo ensebado, carrera de burros, carretilla humana, peleas de box, para terminar con un biógrafo en la noche. La junta de vecinos del cerro Polanco, en tanto, incluía la repartición de frutas, dulces y volantines a los niños de las escuelas públicas, todo esto, amenizado por una banda de músicos. El día finalizaba con una visita a las familias más pobres del barrio a quienes se les llevaba una ayuda en dinero.

Las actividades del 19 de septiembre en el Puerto también partían temprano (8:00 AM) nuevamente se abanderaban los buques y, una hora después, se iniciaban las fiestas populares en Playa Ancha. Esto, hasta las tres de la tarde, cuando se iniciaba la parada militar en la elipse de la Alejo Barrios. A falta de fuerzas armadas, hacia la zona interior, más específicamente en Nogales, el 19 partía nada menos que a las seis de la mañana con ejercicios de artillería al estilo colonial. Posteriormente, los miembros del club de tiro, en conjunto con los niños de las escuelas, hacían un simulacro de la toma del morro de Arica. Luego, los tradicionales juegos, entre los que se incluía carrera de bicicletas a paso de tortuga en la que era ganador el que llegaba último.

Aunque, en general, no es mi interés idealizar el pasado, a través de estos ejemplos, queda en evidencia que los chilenos de hace un siglo no solo eran más alegres, madrugadores y patriotas de lo que somos ahora, sino que también le daban a esta festividad un carácter solidario que hoy se ha perdido. 2

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Un plan para recuperar Valparaíso

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Ciudades que apostaron por la concentración económica en vez del desarrollo urbano, como Detroit en EE.UU., hoy sufren éxodo de su población; mientras puertos como Nueva York, Londres y Singapur prosperaron gracias a planes comprehensivos y a largo plazo".

La preocupación por la crisis de Valparaíso es transversal. La otrora Joya del Pacífico enfrenta problemas sistémicos, sugiriendo que cualquier acción aislada será absorbida por la inercia actual. La construcción de consensos y de una visión a largo plazo con nuevos paradigmas urbanos será fundamental, aunque para ello se requiere de un diagnóstico que grafique con claridad las falencias que enfrenta la ciudad y que sirva de insumo para articular un plan hacia el futuro.

En este contexto, una radiografía urbana publicada recientemente por la Fundación P!ensa nos revela que el declive porteño se asocia a múltiples dimensiones. Junto con los desafíos en materia económica y de generación de empleos, Valparaíso enfrenta problemas en vivienda, seguridad, bienes públicos y transporte. A modo ejemplar, el crecimiento poblacional de la ciudad puerto ha sido bajo y el comercio se ha desplazado hacia otras localidades, como el sector de El Salto o Concón. Esto pugna con la idea de una capital regional, las cuales se caracterizan por atraer personas y empleos en el tiempo.

Es un hecho notorio que uno de los principales desafíos de Valparaíso consiste en reactivar su economía. Para lograrlo, es necesario diversificar la matriz productiva y así disminuir la dependencia de la actividad portuaria, que ha perdido su competitividad en el tiempo. La evidencia empírica demuestra que las ciudades dedicadas a las actividades industriales son menos prósperas que aquellas más diversas y volcadas a la provisión de servicios. Afortunadamente, la ciudad cuenta con un alto potencial gracias a su clima, patrimonio, cultura y presencia de universidades de primer nivel. Estos elementos son catalizadores de bienestar puesto que incentivan la innovación, atraen población diversa y fomentan el desarrollo local.

Sin embargo, y a pesar de que Valparaíso cuenta con una amplia oferta educacional y turística, la fuga de empresas y personas es fuerte. Y ello no se debe sólo a la falta de desarrollo económico, sino que a la carencia de atributos urbanos que proyectan calidad de vida. Por un lado, los cerros sufren de hacinamiento e inmuebles en malas condiciones, además de falta de espacios e infraestructura y frecuencia del transporte público; por otro lado, el centro está despoblado, con altos índices de delincuencia y con déficit de comercio y servicios. Para atacar estos flagelos, es necesario densificar equilibradamente el centro y dotarlo de usos mixtos, buscando reactivar zonas como el Almendral y el Barrio Puerto, buscando generar polos de desarrollo. Asimismo, se debe mejorar el equipamiento en los cerros, siendo la Avenida Alemania un eje importante a potenciar en torno al transporte y comercio de menor escala.

Junto a lo anterior, es clave que diversos grupos de interés planifiquen mancomunadamente las próximas décadas de la ciudad. Es cierto que se requieren acciones prontas, pero si no se desarrolla un plan a largo plazo será difícil revertir la tendencia de las últimas décadas. Por lo mismo, es recomendable la creación de un consorcio -representando por organizaciones sociales, empresas, la academia y el sector público- que vele por una agenda que no dependa exclusivamente de los gobiernos locales de turno.

Todo lo anterior involucra un cambio de paradigma frente al desarrollo local, con ejes hacia la diversidad económica y mejoramiento de la calidad de vida de sus habitantes por sobre la producción industrial. La literatura es robusta en este tema: ciudades que apostaron por la concentración económica en vez del desarrollo urbano, como Detroit en EE.UU., hoy sufren el éxodo de su población; mientras que puertos como Nueva York, Londres y Singapur prosperaron gracias a planes comprehensivos y a largo plazo, complementando la actividad portuaria con la provisión de servicios, educación y entretención para atraer turistas y residentes.

La tarea y el puntapié inicial son difíciles, puesto que además de requerir celeridad también involucra la generación de encuentros entre diversos actores sociales -con intereses diversos- que logren consensuar una visión compartida de ciudad. Poco servirá habilitar o restaurar edificios si es que las industrias y los trabajadores no son atraídos; de la misma manera, tampoco sería útil que lleguen empresas que no generen valor al territorio y que sean mal percibidas por los residentes. Si se avanza en un proyecto común, Valparaíso podrá sumarse a la lista de ciudades portuarias que lograron superar períodos de crisis, de lo contrario, estaremos viviendo el principio del fin. Esperemos que prevalezca lo primero. 2

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