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El paradigma inmunológico

¿Por qué un porcentaje significativo de personas sigue siendo partidaria de mantener el toque de queda, aun en situación de total desconfinamiento, considerando que la medida contraviene tan evidentemente una de las libertades personales más valoradas, como es la de movimiento?

Para Juan Sandoval, decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Valparaíso y doctor en Psicología Social, no hay evidencia concluyente para poder afirmar que la mayoría de la población en Chile estaría disponible a postergar sus derechos por miedo al covid.

"Lo que sí es evidente y los resultados de la encuesta de la UC parecieran indicarlo, es que la variable generacional o etaria sería una cuestión fundamental, es decir, que la población de mayor edad efectivamente tiende a tener más temor", atendido el hecho de que la campaña comunicacional de riesgo en Chile se centró desde el comienzo de la pandemia en que ésta era una enfermedad que afectaba gravemente a las personas mayores, generándose simultáneamente la idea de que los jóvenes podrían ser contagiados, pero con menor gravedad.

Esa comunicación de riesgo, agrega, afecta la predisposición de las personas, que ante esa sensación están dispuestas a asumir costos o perjuicios, en la medida que ellos les eviten problemas mayores. "Es lo que algunos autores e investigadores de la sociedad contemporánea han llamado el 'paradigma inmunológico', es decir, la tendencia de que estaríamos disponibles a aceptar algún tipo de mal bajo la excusa de que nos evita uno mayor", que es la lógica que sustenta la restricción de libertades ante situaciones que derivan en medidas como los estados de excepción.

"Probablemente, esto también esté asociado a que la población en Chile tiene la percepción de que las conductas de autocuidado son realizadas de manera bastante imperfecta, poco sistemática o poco consistente", agrega el experto en Psicología Social.

¿disyuntiva seguridad vs. libertad?

"En general, las personas están dispuestas a ceder espacios de libertad por otros bienes que pueden considerar mayores, así se organizan las sociedades. Estamos dispuestos a ceder libertad y detenemos el auto en la luz roja, porque entendemos que esa restricción es preferible a que cada esquina sea una nueva posibilidad de tener un accidente", comenta el director ejecutivo del Instituto Res Pública, José Francisco Lagos.

Piensa que el caso del toque de queda podría apuntar a un fenómeno más complejo de lo que parece, porque es una medida sanitaria efectiva para restringir las reuniones sociales, incluso algunas veces más que las cuarentenas, y simultáneamente "el bien restringido no afecta, en los hechos, a un grupo mayoritario de la población". En otras palabras, "el grueso de la ciudadanía está en su casa en los horarios del toque de queda y no le impacta la medida. También hay otras externalidades que las personas podrían valorar como positivas, como mayor seguridad a esas horas porque hay más control, la imposibilidad de que lugares ruidosos puedan funcionar, o algunas tan prácticas como evitar algún conflicto familiar poniendo límites".

"Sin embargo, es una medida que debe ser excepcional y no decidida por la regla de la mayoría. Aunque sean pocas o una minoría las personas afectadas, su libertad es más importante que las otras externalidades que la sociedad debiera ser capaz de conseguir de otras maneras: deberíamos ser capaces de tener un país seguro y respetuoso de los demás, sin impedirle a todos la posibilidad de salir libremente en esos horarios", subraya Lagos.

Por su parte, el investigador del Centro de Estudios Horizontal, Alfonso España, opina que "las personas tienden a valorar más la seguridad que la libertad, lo que se recalca en momentos de crisis e incertidumbre. Existe el miedo al contagio, a la delincuencia y a que se repitan hechos de violencia como los de fines del 2019. Al mismo tiempo, no se ha logrado generar una mayor confianza sobre la efectividad de instrumentos distintos del toque de queda, que sean compatibles con las libertades y permitan controlar la pandemia en la que todavía nos encontramos."

Para el presidente de la Fundación Participa, Daniel Ibáñez, en este asunto hay que diferenciar. "Por una parte, hay ciudadanos que producto del temor legítimo a los contagios creen que es positivo mantener la medida, sin embargo no es real que el toque de queda sea una contribución al control de la pandemia, menos hoy cuando la mayor parte del país está en fase 4. Y por otra parte, hay actores políticos que bajo la excusa de la pandemia pretenden mantener esta medida que no es más que una forma de control social, pero que nada aporta al control de la crisis".

Ibáñez plantea que hay poca información a la población sobre la efectividad de esta medida en cuanto a control de la pandemia. "Más parece una necesidad construida por el discurso de cierto sector político con el aval de algunos medios de comunicación. Sin ir más lejos, esta medida tampoco demuestra ser eficiente para el control de los delitos, porque siendo claros no hay tampoco autoridades realizando control de cumplimiento efectivo de la medida".

Impredictibilidad y miedo a la libertad

Para el abogado y cientista político porteño, Rodrigo Díaz, quien ha encabezado las acciones legales para evitar incivilidades en el sector de la Plaza Aníbal Pinto, "la respuesta pareciera estar en el hecho de hallarnos viviendo una grave crisis de orden público, con una marcada incapacidad del Estado de hacerse cargo de garantizar el estado de derecho", contexto en el cual "el toque de queda aparece como una medida racional frente al grado creciente de impredictibilidad de la vida cotidiana, permitiendo a muchos reencontrarse con una tranquilidad que habían perdido desde hace décadas".

La ausencia de un conjunto mínimo de normas compartidas, "resultado del desmantelamiento del Estado en cuanto estructurador de relaciones simbólicas, y la validación en el último tiempo de la violencia por parte de la industria exculpatoria, son, a mi juicio, fenómenos que han ido acrecentando el deseo de prolongar las restricciones a la libertad", a la vez que "la exacerbación del riesgo a través de los medios de comunicación ha intensificado la sensación de vulnerabilidad en la población, al punto que la percepción de inseguridad desde hace tiempo se ha transformado en una variable independiente del alza o de la disminución de la cifra del delito".

De ahí que recuperar la libertad de movimiento suscite el recelo de la ciudadanía, en la misma medida que liberarse del confinamiento comporta un riesgo, observa. "Eso es lo que según Erich Fromm ocurrió en la época moderna, a raíz de la disolución del orden feudal. De este modo, la angustia o el miedo a la libertad siempre pueden llegar a conducir, paradójicamente, al deseo de tener un amo, o al deseo de un orden rígido y autoritario, como pareciera estar nuevamente sucediendo".

El decano Juan Sandoval también cree posible que en el tema de la restricción por el toque de queda puedan mezclarse otras dimensiones de los problemas del espacio público que no están suficientemente resueltos, como la ocupación del mismo en un nuevo canon democrático después del estallido social.

"De alguna manera estaba instalada aún en Chile una suerte de disputa entre ciertas formas y acciones de ocupación del espacio público, a través de la protesta, ciertas manifestaciones delictivas y la acción represiva de los agentes del Estado. Hay segmentos de la población que probablemente no han terminado de resolver esa combinación" y tienen la sensación de que eventualmente el fin del estado de excepción y del toque de queda suponga restituir las manifestaciones "y generar condiciones para que algunos aprovechen ese espacio para cometer algunas formas de delito".

A ello agrega que "aún no hay la sensación de que las fuerzas de Carabineros hayan establecido un protocolo para controlar esa situación, sin necesariamente transgredir los derechos humanos. Ese puede ser también un elemento involucrado, una suerte de temor implícito a la restitución de la total normalidad de la ocupación del espacio público en Chile". 2

Más allá de la determinación que se adopte, estamos preparados para realizar los ajustes que sean necesarios".

"La angustia o el miedo a la libertad pueden llegar a conducir, paradójicamente, al deseo de tener un amo, o un orden rígido y autoritario".

"De alguna manera estaba instalada aún en Chile una suerte de disputa entre ciertas formas y acciones de ocupación del espacio público".

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Restricciones y "síndrome de la cabaña"

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Si bien se trata de dos ideas bastante extendidas -la del respaldo a mantener los toques de queda y la de que parte de la población está afectada por el "síndrome de la cabaña"-, no hay que plantear una causalidad lineal y simplista entre ambas afirmaciones. Esto porque en relación con el respaldo que encuentra, sobre todo en personas mayores, la idea de mantener el toque de queda, esta opinión puede estar sostenida en múltiples factores: económicos, sanitarios, políticos, sociales, psicológicos, religiosos, entre otros.

Por ejemplo, las personas mayores han sido las más afectadas por el covid-19 (80% de los fallecidos están entre los 60 y más años); además este grupo se ha visto expuesto a una vulnerabilidad económica y social (bajas pensiones y pocas redes de apoyo), lo que permite entender su temor a salir de casa.

A su vez, la exposición permanente en los medios de comunicación de noticias sobre delincuencia, asaltos nocturnos, etc., genera una sensación de mayor vulnerabilidad en la población, con la consiguiente necesidad de protegerse. Finalmente, y considerando el estudio de la Universidad Católica, se observa que la decisión de quedarse en casa o no, va de la mano de las ideas políticas de las personas, planteando que las personas de izquierda tienden a ser más críticas de la medida del toque de queda, versus las de derecha, que la apoyan.

Por otra parte, observamos un grupo de personas cuya salud mental se ha visto afectada producto del confinamiento. Si se consideran las condiciones propias del confinamiento, con los cambios imprevistos y bruscos a nuestras rutinas, es comprensible observar un aumento en los diagnósticos de ansiedad, depresión, trastornos del sueño, etc. Y esto sin considerar los procesos de duelo que han debido enfrentar muchos quienes han perdido seres queridos durante la pandemia.

Ahora, cuando lentamente se están retomando las actividades presenciales en distintas esferas de la vida social, efectivamente, uno ve a un conjunto de personas que prefieren continuar con sus actividades en casa, mantenerse en su zona segura, antes que salir. El hecho de salir les provoca ansiedad, incertidumbre, incluso temor. Esto es lo que se conoce como el "síndrome de la cabaña".

Lo primero es insistir en que no se trata de una enfermedad mental, sino de un conjunto de síntomas como consecuencia de un período de alto estrés, como lo ha sido la pandemia.

Lo segundo, resaltar que, en la mayor parte de los casos, dichos síntomas desaparecen con el tiempo. Por ello, es importante insistir que cada persona tiene sus propios ritmos y tiempos para retomar sus rutinas fuera de casa. No obstante, si dicho proceso puede ser acompañado por un especialista, mucho mejor. 2

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