(viene de la página anterior)
las autoridades de Valparaíso, que no entendían a nuestro juicio la originalidad de la ciudad. Guardando las proporciones, es como Venecia, que requiere un esfuerzo de Italia en su conjunto por su originalidad, no puede salir sola de sus problemas.
BORDE COSTERO, de nunca acabar
- En ese periodo se desarrolló el Plan Valparaíso con créditos BID y del Estado; se construyeron el camino La Pólvora, la cuarta etapa de la avenida España con el metro subterráneo por Viña; se fijó la sede del Consejo de la Cultura, se construyó el parque cultural en la ex cárcel, Valparaíso fue declarado Patrimonio de la Humanidad. ¿No fue suficiente?
- No, porque ese era el inicio de algo que tendría que haber quedado en el largo plazo como una preocupación central del Estado, y eso requería apoyarlo con transformaciones importantes en la educación pública, en la creación de empleos, en facilidades para el turismo patrimonial y en una serie de otras cosas. Eso tendría que haber seguido después, sin embargo continuó a un ritmo muy bajo hasta que terminó casi por desaparecer. Entonces, Valparaíso con sus dramas, con sus incendios, con sus problemas propios de una ciudad acostumbrada también a la catástrofe, todo eso no fue tomado en cuenta por el gobierno central, ni fue desarrollado por un gobierno regional.
- Usted dice que el rescate del borde costero siempre fue problemático y ha provocado más enemistades que la de los Capuleto y los Montesco. ¿Muchos intereses contrapuestos? ¿Una buena solución habría incidido en la recuperación de la ciudad?
- Claro, porque eso significaba conversar largamente con la historia de Valparaíso, pero también con su progreso. Lo peor es lo que yo denomino un principismo sin salida, es decir, que en vez de un diálogo creador se genera uno que estanca, que inmoviliza, y al final no se hace nada, ni lo uno ni lo otro. Hay un cierto inmovilismo que golpeó a Valparaíso y ha costado mucho salir de eso, es lo peor que le puede pasar a la ciudad.
Actitud barbárica que nada justifica
- Según Atisba, la violencia de la revuelta de octubre provocó la vandalización de casi un tercio de la edificación de comercio y servicios del plan, con 235.180 metros cuadrados dañados, lo que afectó al 12% de la fuerza laboral. De eso bien poco se ha recuperado.
- Muy poco. Siempre hago un recorrido que parte en la Aduana y avanza por Serrano, Esmeralda, Condell, Pedro Montt. Hay esfuerzos de comerciantes, de personas que tratan con dificultad de salir adelante, pero la destrucción fue mayor. Hay casas antiguas de gran valor y todo eso está destruido, quemado, rayado. Ha habido una acción muy bárbara que no la justifica nada, ni siquiera la pobreza, ni siquiera los abusos o la discriminación. No son esos los caminos de la democracia, ahí hay una actitud antidemocrática, barbárica.
-¿Esa situación ha sido suficientemente condenada por las autoridades locales, concretamente por el alcalde Sharp?
- Yo he dicho que el alcalde Sharp, como tantos otros, ha sido ambiguo con la condena a la violencia, ha expresado una condena abstracta. Otros han ido más lejos, justificando su rol. Yo pienso que la violencia debe ser excluida de la convivencia democrática, la democracia se trata de eso, de excluir la violencia de la acción política.
- En otro aspecto, plantea que Valparaíso hoy no es una ciudad autovalente y necesita que el país, aun en tiempos difíciles, le ayude a recuperarse, pero tampoco se puede sin acuerdos mínimos entre los porteños.
- Eso es fundamental, porque cómo vamos a pedir una acción del conjunto de los chilenos hacia Valparaíso, cuando ellos la visitan y salen arrancando de una ciudad sucia, peligrosa, donde hay algo maravilloso, pero que está escondido tras un culto al "feísmo" y a la destrucción. Cuánto costó que la empresa española que hizo el camino La Pólvora y los túneles recuperara de su bolsillo el paseo Altamirano, donde ahora hay una cantidad de pérgolas y asientos destruidos, mientras junto al camino La Pólvora crecen los basurales.
- Sostiene que si en nombre del inmovilismo nos oponemos a toda inversión que conlleve mayor desarrollo y bienestar, "terminaremos viviendo entre despojos malolientes porque ni tan siquiera seremos una ciudad museo". Qué fuerte eso.
- Es muy fuerte, pero ya lo planteó Neruda, que es muy duro con Valparaíso -cuando todavía estaba en pie- al cual reta, enrostrándole cómo no se cuida, y lo dice desde el amor, desde el cariño. Entonces, no vamos a quedar viviendo en un museo, sino en un basural y eso para los porteños es insoportable. Valparaíso tiene su potencialidad de base, en el siglo XIX fue una ciudad enorme, única en el país, como construcción, como audacia, sin embargo está a muy mal traer. Como está a muy mal traer el Wanderers...
- Pero su mirada final no es del todo pesimista, aunque si fuera creyente encomendaría la ciudad a San Expedito.
- Claro, si fuera creyente, porque por Dios que es difícil. Todas las esperanzas se transforman, las viejas clientelas han sido reemplazadas por nuevas clientelas. Yo no busco culpar a nadie, lo que quiero señalar es que el esfuerzo que se realizó puede ser retomado, cambiado, mejorado por supuesto, porque no se trata de volver atrás. Pero eso requiere un ánimo de acuerdos, un espíritu porteño compartido y una atracción hacia sectores que encuentren en Valparaíso un lugar sereno, bello y un lugar en donde desarrollar el mundo digital con la belleza que tiene este anfiteatro. 2