La mirada de Ottone sobre Valparaíso
La profunda reflexión que hace el sociólogo, exasesor de Ricardo Lagos, sirve para guiar un diagnóstico y esbozar caminos de solución. "Las soluciones que requiere la ciudad transitan, primero, por la expulsión de la violencia y la destrucción del espacio público. Luego, un "espíritu porteño", capaz de reunir voluntades y movilizar acciones".
Sociólogo, ensayista y exasesor estratégico del Presidente Ricardo Lagos, Ernesto Ottone acaba de publicar "El viejo Puerto", un relato de su vida en Valparaíso que le sirve de telón de fondo para desarrollar una serie de reflexiones sobre el presente de la ciudad. "Nunca en los largos años que he estado lejos de Valparaíso he dudado de que es mi ciudad, aunque esté hoy malherida", dice Ottone, cuya mirada reúne el profundo conocimiento de cómo funcionan las sociedades, su experiencia de vida en el extranjero y un cúmulo infinito de conversaciones con otros tantos porteños que, como él, desarrollaron sus carreras en distintas partes del Mundo, para caer siempre en el imperativo de volver.
Por supuesto que en su visión hay nostalgia, pero Ottone aporta claridad sobre el origen de los problemas que debe enfrentar Valparaíso y sus ideas sirven para elaborar un buen diagnóstico sobre la condición actual de la capital regional. Primero, dice, lo aqueja un "principismo sin salida" que obstaculiza todo diálogo y estanca la aplicación de soluciones en temas tan relevantes como el desarrollo portuario y la ocupación del borde costero. Luego, sigue, está el abandono irresponsable de las autoridades nacionales y regionales; una por falta de voluntad y la otra por carecer de la visión estratégica adecuada para responder a las necesidades evidentes de una ciudad en la que campean los problemas propios de una metrópolis que no puede salir sola de sus dificultades.
Al deterioro urbano le sigue el deterioro de la convivencia. El estallido de octubre y sus interminables réplicas se instalaron como un miserable corrosivo en las calles comerciales del plan, dejando una perdurable estela de deterioro y feísmo. Ernesto Ottone critica al alcalde Jorge Sharp por ambigüedad -tibieza y entreguismo son adjetivos que podrían ajustarse mejor a esa actitud- al momento de condenar la violencia desatada, con persistencia diaria, en las calles del plan porteño. La actitud del alcalde y el gusto de algunos habitantes por descargar sus ignorancias, frustraciones e impotencias sobre el mobiliario público contaminan la mirada que el resto de los habitantes del país tiene sobre la ciudad y modifican cualquier predisposición para ayudar a Valparaíso. ¿Por qué el país tendría que comprometerse con esta ciudad más allá de lo que algunos de sus propios habitantes y autoridades lo hacen? De esa pregunta obtiene Ottone dos caminos que bien deberían explorar los liderazgos locales y las figuras que tanto dicen hacer por la ciudad. Lo primero es sacar la violencia del espacio público, porque la convivencia democrática consiste justamente en la expulsión de las formas violentas. Luego, dice Ottone, hay que volver al porteñismo: "(Mejorar Valparaíso) requiere un ánimo de acuerdos, un espíritu porteño compartido y una atracción hacia sectores que encuentren en Valparaíso un lugar sereno, bello".