Correo
Terminal 2
La pregunta no es en qué país vive, sino en qué planeta vive la ministra Gloria Hutt. Con mentalidad del siglo XX, la ministra insiste en un proyecto portuario para Valparaíso (el T2) pensando solo en la actividad comercial que este reporta para el país, especialmente para la zona central y Santiago, sin importarle las graves externalidades que ese proyecto tendrá en el urbanismo, el medioambiente y las otras vocaciones de la ciudad y, por ende, en la calidad de vida de los porteños. Más encima, quiere achacarles a los porteños que estamos atrasados y que no hay tiempo que perder, cuando ha sido el Estado y ella misma (y no los porteños) quienes han generado malos proyectos para la ciudad, retrasando la recuperación de la ciudad y también la de su puerto.
Al parecer, no le importan las temáticas que se discuten en la Convención Constitucional en relación al medioambiente, descentralización, sustentabilidad, equidad territorial, etc., y tampoco la COP 26, donde se discute no solo el cambio climático, sino el cambio de mentalidad, el cambio de la matriz económica de lo que se entiende por desarrollo, la importancia del hábitat en sus distintos territorios, todos relacionados con todo, la interrelación de todas las actividades humanas con todas las expresiones de la naturaleza.
Sin embargo, si le preguntaran sobre la COP 26, de seguro que daría cátedra sobre la necesidad de un cambio mundial. Así es la ministra de Transportes en Chile, quien en sus últimos meses de cargo aún no entiende que hace rato su "mentalidad de transporte" está obsoleta y no nos lleva a ningún lado.
Esperamos que la ministra no pretenda presionar al Tribunal Ambiental, que está en tiempo de resolución de este proyecto.
Gonzalo Ilabaca
Simples medidas
Valparaíso es un punto negro en opinión de quienes se atreven a visitarlo, y van con temor y predispuestos a encontrar todo malo. Pero el que escribe puede dar fe de que esto no siempre fue así. El porteño amaba a su ciudad y se encontraba con lugares de reunión, plazas, tranvías e innumerables teatros (hoy cines) que hacían la vida grata. Y esto es válido para futres y pobres. Cada cual, desde su punto de vista, jamás hubiese pensado en rayar o destrozar el espacio público.
Pero no es asunto de lamentarse y añorar lo que fue. Es necesario enfocarse en el hoy y tratar de mejorar la imagen de suciedad y desorden actual, para lo cual propongo simples medidas.
Primero, limpiar veredas o fachadas, eliminando las "obras de arte" de los grafiteros. Luego, obligar a la limpieza y exigir o incentivar a que cada propietario se ocupe de sus fachadas. Todo esto se logra sencillamente aplicando las normas municipales que están vigentes desde los tiempos de los españoles, es decir, exigiendo a cada cual cumplir sus obligaciones.
Con una decisión firme en este sentido, aseguro que al poco tiempo Valparaíso mejorará su cara y se transformará en un lugar agradable y seguro.
Guillermo Díaz Orellana
Pandemia vial
Periódicas denuncias en este Diario sobre el tema me evocan a Valparaíso con sus sempiternas calles destruidas, con sus hoyos, baches, trincheras, excavaciones, roturas; los miles de "eventos" de la ciudad puerto y patrimonial. Vanas fueron mis decenas de cartas de reclamo años ha (a través de este mismo medio) denunciando la incompetencia de las autoridades locales, regionales y nacionales para implementar políticas de arreglo y mantenimiento de la infraestructura vial urbana.
Después de décadas, me trasladé a la comuna vecina y, ¡vaya sorpresa!, resultó ser un mal émulo en eso mismo: el pésimo estado de las calles en todo el plan (la Población Vergara es un horror) y donde la promesa alcaldicia del arreglo de 5 Oriente el 2015 es un paradigma de "promesa electoral incumplida". Viña sí que tiene festival: el de los hoyos. No vi en 12 años avecindado (también pagando tributos ahí) y manejando mi sufrido auto por sus pésimas calles, mejoras importantes en cuanto a terminar con los hoyos y trincheras viales.
Circunstancias vitales me trasladan a vivir en Quilpué, esperanzado en despedirme de los miles de "eventos" que decoran el paisaje vial urbano de Viña y Valparaíso y que contribuyen a la lenta destrucción de mi sufrido auto, no obstante pagar ingentes recursos al Estado (permiso de circulación, impuestos a la bencina y repuestos).
Pero otra decepción me da la bienvenida a la Ciudad del Sol: la pandemia de los hoyos viales también contagió a esta comuna.
O sea, mientras no haya una vacuna efectiva contra la inoperancia, incompetencia, indolencia e irresponsabilidad de las autoridades que debieran abordar el problema de las calles, seguiremos sufriendo los devastadores efectos de esta ya demasiado larga pandemia vial.
Pedro Funk B.
Uso del espacio público
Concuerdo absolutamente con las aprensiones de don Octavio Quiroz sobre el uso "sin tasa ni medida" del espacio público por parte del comercio gastronómico (carta publicada el 4 de noviembre). Solo que no se trata de un fenómeno que afecte únicamente al Barrio Poniente de Viña del Mar, sino a toda la ciudad.
Sin duda, es necesario apoyar a quienes han sido afectados, primero, por el mal llamado "estallido social" y, después, por la pandemia. Sin embargo, la autorización para instalar terrazas en las veredas debe hacerse bajo ciertas normas que permitan un cómodo y fluido tránsito peatonal. Asimismo, es necesario estandarizar la construcción de las heterogéneas estructuras que hoy invaden las calles, muchas de las cuales son un atentado al turismo por lo feas y chabacanas.
Además, es preciso ocuparse del comercio ambulante legal e ilegal, que satura todas las veredas y representa una injusta competencia para el comercio establecido. Por último, está la creciente instalación de carpas en los paseos y plazas, sin ningún control. Ojalá no se repitan los dolorosos hechos ocurridos hace poco en Iquique.
Miguel Á. Vergara Villalobos
Carrera presidencial
"Houston, tenemos un problema", exclamaba el astronauta John Swigert después de sufrir una explosión a bordo del Apolo 13. Este percance en el programa espacial Apolo ocurrió el 13 de abril de 1970. La frase de Swigert se convirtió en un clásico -hasta el día de hoy- para avisar cuando alguien enfrenta un problema que pudiese tornarse grave e irreversible, requiriéndose ayuda. La carrera presidencial chilena pareciera ir en ese sentido. Es la visión desde "Houston", diría yo. El Apolo 13 no pudo cumplir con su misión de alunizar. Después de orbitar la luna, aterrizó el 17 de abril en precarias condiciones, pero con su tripulación a salvo. Una experiencia digna de considerar, hasta donde fuere posible, en nuestra situación política actual.
Gustavo M. Astorquiza