Intereses en torno a terrazas de Viña
Municipio, concejales y dirigentes del comercio gastronómico han opinado en torno al cobro por el uso de veredas en el plan de la ciudad. El pago de tributos comerciales permite a la municipalidad contar con recursos frescos, pero afecta a un rubro que da empleo y que recién puede recuperarse después del duro periodo de pandemia.
La controversia en torno a los cobros por el uso de veredas para instalar allí terrazas de vocación turística y comercial amenaza con transformarse en uno de los primeros desaguisados importantes de la administración de la alcaldesa Macarena Ripamonti, en Viña del Mar. El hecho pone de manifiesto que algunas políticas bien intencionadas y voluntaristas chocan de frente con la compleja realidad económica de una ciudad que ha planteado parte importante de su desarrollo en torno a la llamada "industria sin chimeneas".
Hace más de una semana, en sesión ordinaria del Concejo Municipal viñamarino, la alcaldía presentó un proyecto de nueva Ordenanza de Derechos Municipales, cuyo principal objetivo era actualizar los cobros y exenciones vigentes al nuevo escenario postpandemia. En el proceso, sin mucha discusión previa de comisiones ni consulta a los perjudicados, los ediles Alejandro Aguilera (CS) y René Lues (DC) plantearon la idea de cobrar 0,3 UTM por el uso de terrazas en veredas, una medida que presentaron como un paso intermedio entre el impuesto oficial que supuestamente exigía el municipio antes del covid -0,6 UTM por metro cuadrado- y el cobro actual, equivalente a cero. El escenario de fondo que condiciona la discusión en este tema se repetirá con seguridad en los meses por venir. Esto es, un municipio que ve reducida su capacidad de acción debido a sus mermadas arcas y sus altas deudas, busca con cierta desesperación la forma de aumentar sus ingresos y uno de los caminos rápidos y expeditos para lograrlo, ya pavimentado por normativas previas, es cobrarle al que en apariencia es el rubro más boyante de la comuna: el turismo. El comercio alzó la voz. Reclamó que dicho estipendio no se cobraba hace más de 15 años, que en esta época es difícil que la rentabilidad de los locales -la mayoría, al menos- permita pagar por metro cuadrado, y advirtió que la ausencia del Festival de Viña del Mar hacía incierta una proyección de cómo le iría en época estival al rubro gastronómico. Los dirigentes del rubro abundaron en sus argumentos: el turismo es una de las principales fuentes de trabajo de la ciudad y sus beneficios tienen eco más allá de las fronteras viñamarinas. Inicialmente, el nuevo cobro comienza a regir a partir de enero, pero el municipio ya maneja una propuesta de modificación para evitar los efectos negativos anticipados por el comercio. Sin embargo, la misma jornada en que el Concejo Municipal decidía postergar esta revisión de lo ya decidido, un grupo de vecinos del sector Casino -que abarca de 1 a 8 Norte y de Av. Perú a Libertad- irrumpió en la sede consistorial para acusar que se consideran una "zona de sacrificio" (tal como Quintero y Puchuncaví respecto de la contaminación) debido a la proliferación de locales nocturnos y restaurantes, que afectan con su ruido y basuras la vida del que solía ser un barrio tranquilo. Tres intereses distintos -habrá más aún por despejar- colisionan en este tema y pondrán a prueba la capacidad de la alcaldesa para resolver problemas en una ciudad más compleja de lo que prevén consignas y prejuicios.