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LA TRIBUNA DEL LECTOR

Berma

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La carretera da ritmo al corazón del viajero. Quien se echa a andar por la berma, a un lado de la carretera, sabe muy bien que el camino que acaba de emprender significa renunciar a viejos ropajes y cambiar la piel como lo hacen las serpientes, aunque con menor frecuencia.

Viajar por la berma es sentir el riesgo inminente en la espalda, pero también es distinguir cómo la naturaleza y los estruendos que provoca el ser humano conviven a un lado del camino, indiferentes uno del otro.

Caminar por la berma es exponerse a hablar consigo mismo y trazar un camino propio. Viajar por la berma es hacer el viaje interior que debe hacerse en solitario aunque se esté acompañado.

No hay otra forma de cruzar la frontera.

Ante los ojos del extranjero se revela el extraño sentimiento de vivir arrinconados a los pies del mapamundi: al oeste por el océano Pacífico y al este por la cordillera de los Andes. Para él es un sentimiento conocido.

Elde Gelos cruza el Atlántico en 1996 sin saber que la carretera chilena sería la escuela de su mirada. El relato de Berma comienza y acaba en las guardas del libro con la inscripción gráfica de lo que podría ser una ruta. Descubrimos que a lo ancho de ambas guardas se plasma la misma línea irregular, solo que a la inversa.

Imaginamos que es el camino apropiado para entrar y salir de la experiencia que quiere comunicarnos el autor.

La ruta puede ser una invitación para que el lector se eche a andar por un camino de ida y vuelta, de lectura y relectura.

Y luego, ya para inquietarnos, un fragmento del poema "En el ojo del huracán" de Leopoldo María Panero.

Muere en la ausencia el ciervo

y su mirada queda vagando

carcomida por los dientes de la página.

En Berma vemos el resultado de dos décadas de infatigable trabajo fotográfico. 47 fotografías se yuxtaponen en la secuencia visual para proponer un ritmo vertiginoso y lento al mismo tiempo.

Lo vertiginoso se expresa a través de la ilusión de movimiento de algunas imágenes, no solo por intuir que el motivo fotografiado realiza una acción, sino por la baja velocidad de obturación utilizada para generar una imagen trepidada, y por la sensación de estar de paso que transmiten las escenas fugaces y ajenas que el fotógrafo quiere para sí, a pesar de su poca nitidez: prefiere conservar la estela del movimiento, la silueta de un caballo al trote o el aspecto espectral de dos caminantes nocturnos para deambular por la atmósfera de lo escurridizo.

El ritmo lento de la secuencia lo percibimos en las pausas que requiere la lectura ante la transparente nitidez de las escenas más descriptivas, estas fotografías deben ser leídas por capas para interiorizar su contenido: una camisa blanca impoluta colgada de una percha; una novia sin rostro que sostiene un cuchillo con restos de tarta; un inodoro envuelto por una bolsa de plástico; un accidente entre dos automóviles, o la vista nocturna de la entrada a un modesto circo de pueblo.

En las fotografías de Berma reconocemos un Chile que ya no existe, que confundimos con un país inventado: ambos territorios evocados, el primero, idealizado por la distancia del pasado; el segundo, estigmatizado por el fracaso de la ilusión democrática.

Para un país que aún intenta sanarse de las heridas de la dictadura, veinte años no son suficientes, pero sí lo son para un hombre joven.

Cuando Elde Gelos llegó a Chile ya se vivía en democracia y quedaban muchas cosas por hacer; también para él.

por ros boisier,

artista visual, investigadora y edItora