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IDEAS & DEBATES La cultura como vocación de la ciudad

POR CHANTAL SIGNORIO PRESIDENTA FUNDACIÓN PUERTO DE IDEAS PRESIDENTA FUNDACIÓN PUERTO DE IDEAS
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Preparando esta presentación empezamos a pensar en nuestro diagnóstico de Valparaíso, y la verdad es que nos enredamos en el primer párrafo. Lo conversamos entre nosotros y concluimos que para eso hay representantes mucho más autorizados. Por eso me referiré a lo que conocemos y hemos aprendido en estos 11 años haciendo gestión cultural en esta ciudad. Tenemos la convicción de que la cultura puede jugar un papel central en el desarrollo de la ciudad y en su transformación socioeconómica. Ella puede constituirse en un pilar y también en un puente entre sus distintas vocaciones, y lograr que esta sea la cara luminosa de Valparaíso.

En esta invitación a pensar los futuros posibles de la ciudad, se torna crucial reflexionar en torno a Valparaíso como una ciudad creativa, en donde la cultura sustentable e inclusiva sea un motor turístico y económico. En el mediano y largo plazo, una ciudad con una escena cultural vibrante es capaz de traducir la creatividad en un elemento de dinamismo social y económico, la preservación del patrimonio cultural urbano incluso la revitalización de barrios y áreas tradicionalmente abandonados incrementa el atractivo de Valparaíso como destino para vivir y visitar. Y a esto se suman los empleos que genera la actividad en torno a la vida cultural: desde la gestión de los espacios culturales hasta la oferta culinaria, hotelera, de transporte, venta de recuerdos y artesanías entre otras.

Valparaíso cuenta con las condiciones necesarias para ser reconocida por su vida cultural de manera mucho más potente. Es una ciudad geográfica y patrimonialmente única, que posee una infraestructura para el desarrollo cultural excepcional. Tenemos museos, espacios culturales, espacios comunitarios, galerías de arte todos muy activos y con una programación siempre novedosa. Además permanentemente se están inaugurando nuevos espacios e iniciativas. Solo por nombrar algunas, recientemente se abrió el Museo Universitario del Grabado de la Universidad de Playa Ancha, el Espacio La Compañía Valparaíso (convirtiendo una iglesia en un Centro Cultural) y el Espacio Azul de la Fundación Santos Chávez que se reinauguró tras la pandemia, además la Universidad Federico Santa María está terminando una de las fases de la rehabilitación del edificio de la Ex Bolsa de Comercio. Así mismo existen otros proyectos que llevamos años expectantes y que esperamos verán la luz en el mediano plazo como el Museo del Inmigrante en el ex Colegio Alemán y su magnífico teatro; el gran desafío del Centro Interdisciplinario de Valparaíso que considera una sala de conferencias y toda una área de divulgación científica, el Archivo Regional en el sitio del ex Palacio Subercaseaux y la rehabilitación del Castillo San José, y sigue y suma. Todo esto con un entorno creativo activo, comprometido con la ciudad y que propone actividades culturales en todas las áreas: desde el cine, documentales, artes visuales, performance, el teatro, danza, música sea clásica, jazz, tango, rock y de vanguardia, la literatura y con festivales de todo tipo.

Responsabilidades

En este contexto, las y los porteños tienen un rol central en la oportunidad de asumir su vocación en cultura. Partamos por los que estamos en el mundo de la gestión cultural: tenemos como tarea pendiente pensar mucho más en los públicos, generar una oferta que vaya más allá de los propios circuitos de iniciados. No podemos seguir pensando solo en propuestas culturales de vanguardia, destinadas a las élites o para grupos con intereses específicos, debemos además programar para audiencias más amplias y sobre todo para nuevas audiencias, aquellas que no tienen hábitos culturales.

Ese es el gran desafío, atraer otros públicos, agregando una programación más accesible y reforzando la mediación de nuestro quehacer a niñas, niños, jóvenes, estudiantes universitarios y de institutos profesionales, integrantes de la tercera edad, y la comunidad toda.

Asimismo, la ciudad también necesita deberse a sus públicos y esto incluye a aquellos que trabajan en la industria de la hospitalidad. Una palabra de origen griego que significa literalmente "amor a los extraños". Es una enorme oportunidad para los hoteles, residenciales, restaurantes, cafeterías, bares, transportistas y tiendas, entre otros, el coordinarse con las lógicas y horarios de la actividad cultural. Un ejemplo contrario a esto es que los domingos haya museos, centros culturales y galerías de arte abiertas, que se realizan conciertos o exhibiciones de películas pero que muchos restaurantes y cafeterías están cerrados todo el día. Esto implica por un lado una oportunidad desperdiciada y por el otro una mala experiencia para el público, sea local o visitante.

Por otra parte los servicios públicos de la ciudad también requieren una orientación hacia la promoción de la cartelera cultural, hay una necesidad de capacitación y de asumir un rol facilitador en la circulación del público, por ejemplo contar con puntos de información turística bien ubicados y bien atendidos.

Además, para poder convertir la cultura en uno de los motores de su desarrollo, la ciudad necesita ser consciente de sus responsabilidades en temas como la seguridad, el aseo y en el problema de los rayados que afectan tanto sus edificios patrimoniales como privados y de servicios, y que no deben confundirse con el muralismo y el grafiti que sí son parte la identidad porteña.

En el marco de las actividades culturales que puede ofrecer a Valparaíso oportunidades concretas, están los festivales. La ciudad ya cuenta con una amplia variedad de ellos, con temáticas diversas y trayectorias consolidadas. Sin embargo, pienso que falta mucho por hacer en términos de públicos, para convocarlos transversal y ampliamente, falta complementar las actuales propuestas con contenidos que entusiasmen y atraigan a más personas, tenemos que considerar que el desarrollo de nuevas audiencias pasa por incentivar la interacción, generar experiencias relevantes y fomentar la integración y participación a fin de "formar comunidades", en ella caben las temáticas más específicas y también las que actúan como puerta de entrada a la cultura.

La cooperación entre el ámbito público y privado para desarrollar una propuesta cultural potente es indispensable. De esta forma se puede aspirar a que la programación se transforme en una presencia permanente en el año y que identifiquen a la ciudad permitiendo estimular también su economía. Esto genera además la estabilidad tan anhelada en los creadores, ejecutores, intérpretes, técnicos de apoyo a la producción, productores y gestores, que dejan de ser temporeros y temporeras culturales.

La experiencia más amplia en términos de festivales de artes escénicas o de profundización cultural y científica podemos encontrarla en países europeos, pienso sobre todo en el Reino Unido, Francia e Italia.

Existen festivales que han logrado posicionar a muy pequeñas localidades en el mapa mundial de la cultura, estoy pensando en el festival literario Hay un festival que se realiza en Hay-on-Wye, un villorrio Galés, o un festival que une literatura, cine y viajes que se llama Étonnant Voyageur, algo así como "Viajero Asombroso" y que tiene lugar hace 30 años en el puerto de St. Malo, en Bretaña, o también está el festival científico Bergamo Scienza, en la ciudad del mismo nombre en el norte de Italia, por nombrar solo algunos. Y la pregunta que surge es ¿por qué ese éxito? Es cierto que parte importante, sobre todo al principio, se debió a la iniciativa y al trabajo de sus creadores y organizadores, y por la recepción positiva y el entusiasmo del público, pero rápidamente las ciudades en que se desarrollaban observaron los impactos positivos que producían en la comunidad y la economía y los apoyaron y muchas veces hasta adoptaron como propios, transformándolos en iniciativas que comprometen el nombre y las energías de la ciudad.

Si ponemos como ejemplo el caso de Europa, en el año 2015 el 81% de los festivales tienen apoyo de los gobiernos locales, tanto logístico, de difusión, en infraestructura, convocatoria y mediación. Los gobiernos locales son parte activa de los festivales.

Sabemos que no son realidades replicables como tal en nuestro país pero marcan un énfasis de lo que las autoridades priorizan y valoran como proyectos que aportan en las ciudades. A lo que podemos agregar un dato que para algunos puede ser materialista pero por eso no es menos importante: en cifras de 2015 para el caso europeo, más del 50% del público ha declarado gastar más de 100 euros diarios en su visita a las ciudades en el marco de los distintos festivales.

Una programación cultural constante durante todo el año, de calidad y de amplia convocatoria crea hábitos, sinergias y una forma de vivir la ciudad de manera positiva.

Pero para lograrlo se necesita que toda la ciudad esté comprometida, abierta al turismo, que comparta las lógicas de funcionamiento del público sea local o visitante.

El ejemplo de edimburgo

Antes de concluir, me gustaría comentar una experiencia de este tipo que siempre me ha parecido que podría ser una posibilidad para Valparaíso: Edimburgo es la ciudad con la mayor afluencia turística de Escocia y la segunda del Reino Unido, solo detrás de Londres y esto es porque desde 2007 decidió convertirse oficialmente en la ciudad de los festivales. Alberga un total de 11 grandes festivales que duran dos semanas en promedio cada uno, se realiza uno por mes, atrayendo los talentos de diversos países a sus calles y escenarios. En ellos se despliega una oferta cultural constante y de alta calidad, que potencia el turismo y la economía local. Estos festivales son el resultado de la voluntad y organización de la ciudad en su conjunto, donde el municipio de Edimburgo desarrolla de manera colaborativa la planificación estratégica, el marketing, el desarrollo programático y la coordinación de la infraestructura.

Pero esta realidad viene de mucho antes, después de la II Guerra Mundial Edimburgo buscó cuál era su futuro posible y escogió convertirse en el Centro Cultural de Europa. Es así como en 1947 realiza el primer Festival Internacional de Edimburgo, con énfasis en las artes, la música y el teatro, para crear "un florecimiento del espíritu humano" juntando artistas y público de todas partes del mundo. Ese mismo año también se crea el Festival Fringe (un festival alternativo de artes escénicas) y el Festival Internacional de Cine. Poco a poco se van sumando otros festivales como el Festival de Jazz y Blues, el Festival del Libro, el Festival de Ciencia, el Festival de Cuentacuentos, el Festival de Niños (centrado en el teatro y la danza), el Festival de Arte, el Festival Hogmanay para celebrar el año nuevo, entre otros.

La magnitud del trabajo que se realiza en Edimburgo da cuenta de lo que podríamos aspirar a construir en Valparaíso. Cada año se realizan más de 3.000 actividades, a cargo de más de 25.000 artistas, científicos, intelectuales, con un público que supera los 4,5 millones de personas provenientes de más de 70 países. En términos del impacto económico, la realización de los festivales aporta a la ciudad casi 400 millones de dólares.

La programación cultural como un todo representa una oportunidad única para las ciudades porque genera un impacto económico positivo (y esto está ampliamente estudiado), son grandes formadores de públicos, tanto de los habitantes como de sus visitantes. Generan una circulación de contenidos y experiencias que se quedan en las ciudades y que va más allá de los días específicos en que se desarrollan.

Si bien se han llevado a cabo iniciativas que han tenido como objetivo dinamizar culturalmente a Valparaíso, estas no han logrado posicionar a la ciudad como la capital cultural de Chile. Para impulsar la cultura, es importante que los actores relevantes, tanto públicos como privados, regionales como nacionales, se unan en torno a un propósito común, con una mirada local pero también global. Replicando la experiencia de ciudades como Edimburgo, se podría fortalecer la oferta cultural desplegando una programación de calidad durante todo el año, orientada a audiencias amplias y diversas, con participación internacional, lo que fomentaría el turismo cultural e incentivaría el empleo de calidad y la productividad urbana. Con el desarrollo de estas iniciativas, es posible imaginar a Valparaíso como una ciudad cuyo futuro está en la cultura y en el desarrollo del turismo cultural, transformándose en una ciudad inclusiva, educadora, resiliente, productiva, universitaria, artística y cultural.