EN POLVO NOS CONVERTIREMOS Guastavino, de la A a la Z
Nacido en el Hospital Deformes de Valparaíso, Luis Guastavino pasó su infancia en la casa familiar de calle Chacabuco 1761, casi frente a la Catedral. Eran siete hermanos, cuatro del primer matrimonio de su padre viudo, Luis, vendedor viajero y pequeño comerciante, y tres de la segunda unión del jefe de hogar con la madre del político, Isabel. "Jamás sentí que haya habido una diferencia entre nosotros siete, ni la más mínima, éramos simplemente hermanos", rememora.
Matriculado en el Liceo Eduardo de la Barra, don Lucho -como muchos le dicen-, le hizo "una broma tremenda" al profesor de música, apodado "Pura Pinta", y a pesar de que era el mejor alumno de su promoción, tuvo que irse igual de su querido colegio.
Lo recibieron en los Salesianos, "donde había muy buenos basquetbolistas", situación ideal para un eximio jugador como él. El cura Manuel Olave, además de ser su profesor de Castellano, era promotor de la banda del plantel, donde Guastavino tocaba el flautín. Un día, descontento con el desempeño del conjunto en un ensayo, el religioso castigó con una bofetada al futuro parlamentario, que a su vez rompió el instrumento, se lo tiró y se fue. Se hizo necesaria la intervención de la familia para que lo recibieran de vuelta.
Casi al término de sus Humanidades logró regresar al Eduardo de la Barra. Era 1948 y quedó deslumbrado por su profesor de Castellano, el gran poeta Gonzalo Rojas, "verdadero señor del idioma, de admirable cultura, me cautivó para siempre y despertó mi pasión por el lenguaje, mi amor por las palabras".
Por negocios de su padre debió instalarse con la familia en Coquimbo. De allá recuerda su acercamiento al Partido Comunista, facilitado por el peluquero Pardo, que lo puso en contacto con un grupo de militantes. Su primera acción fue cooperar en recolección de alimentos para la olla común de una huelga. "Era el inicio de una experiencia con que conviviría los próximos 40 años de mi vida", detalla.
Pedagógico, nora y el pc
De regreso a Valparaíso -"otro regalo que la vida me brindaba"- entró a Pedagogía en Castellano en el Pedagógico, en cuya organización estudiantil "ejercía un rol prominente la inteligencia y el liderazgo intelectual de Pedro Vuskovic", quien lo tuvo en observación hasta que una noche lo arrinconó en la Plaza Victoria para que formalizara su ingreso al PC.
"No era un paso fácil, pues desde ese instante yo quedaría fuera de la ley gracias a la opción política que estaba asumiendo, ya que los comunistas estaban siendo proscritos" por el gobierno de Gabriel González Videla.
En el Pedagógico también conoció a Nora García. Entraron el mismo año, él a Castellano y ella a Inglés. "Fuimos muy buenos amigos hasta que, estudiando latín juntos, nos enamoramos. Fue un amor súbito, potente, apasionado. Y nos casamos muy pronto. Del matrimonio nacieron nuestros hijos Ximena, Gonzalo -médicos los dos- y Carmen, periodista.
Su compromiso político fue creciendo y a los 29 años, en 1961, lo llevó a la mesa de los regidores de la Municipalidad de Valparaíso, reelegido luego con la primera mayoría. A los 33, en 1965, fue elegido diputado por Valparaíso y Quillota, y reelecto en 1969 y 1973.
De sus tiempos parlamentarios recuerda con especial cariño sus gestiones para instaurar el Formulario Nacional de Medicamentos, "que cubriría casi totalmente el catálogo de remedios importados que se vendía en Chile y su precio llegaría al público a un valor netamente menor".
También su programa en Radio Portales "Al pan, pan y al vino, vino, aquí puntualiza Luis Guastavino". Duraba 15 minutos y se transmitía martes, jueves y sábado. "No fallé nunca, ningún mes de ninguno de los casi 10 años que realicé ese programa. Estuviera en Chile o el extranjero, dejaba cuidadosamente grabadas mis intervenciones", asegura.
Allende y el golpe
El 4 de septiembre de 1970 triunfa Salvador Allende. "Una fecha señera de un convivir como sociedad en un pluralismo constructivo profundamente respetuoso, mayoritario, con un gobierno dirigido a ampliar su base de apoyo y su composición política, novedoso, verdaderamente reformista y revolucionario".
En el libro se plasman también los tiempos de un Chile polarizado en que "la implacable oposición al gobierno" no procedía sólo del centro y la derecha, sino también del ultraizquierdismo. Rememora la larga visita de Fidel Castro en noviembre de 1971. Y ya al filo del golpe, el 22 de agosto de 1973, su gestión como jefe de bancada de los diputados del PC ante Allende para pedirle que mantuviera el diálogo con el líder de la DC, Patricio Aylwin.
"Terminé de hablar y Allende puso su mano en mi hombro: 'Anoche cenamos con Patricio Aylwin en la casa del cardenal. Se ha hecho todo. El cardenal agotó también todos los argumentos. No hay arreglo. Sólo quieren que me vaya de La Moneda. Les dije que no lo voy a hacer y que llamaré a un plebiscito. Patricio venía mandatado para no cejar".
Así llega el golpe de Estado del 11 de septiembre, "el más grande quiebre que haya tenido la democracia en Chile en el siglo XX".
Escondites y detención
A las 6.15 horas de ese martes le avisan que están llegando marinos a la Prefectura de Investigaciones de Viña del Mar, tras lo cual el teléfono queda silenciado. Su esposa levanta a los niños, que uno de los encargados de la protección del diputado lleva a la casa de una familia amiga.
"Con Nora atravesamos a la casa de los vecinos de enfrente, Rosita y Miguel, para pedirles teléfono, pero tampoco funciona". De pronto entra el suegro de la dueña de casa que les advierte: "¡No salgan por ningún motivo!". La vecina les ofrece: "Quédense aquí. Que don Lucho no se mueva hasta que sepamos mejor qué pasa".
En eso llega un camión con efectivos navales que allanan su vivienda. "Vi a menos de ocho metros cómo entraron a mi casa disparando como enajenados. Mi perro "Capitán" se les lanzó encima. Lo destriparon a balazos (¡cómo llorarán los niños cuando lo sepan!). Lo dieron vuelta todo".
La empleada, Agustina, no abre la boca, aunque sabe el paradero de los dueños de casa. "Ella podía haberse asustado y haber hablado. Pero no dice nada. ¡Magnífica, Agustina! No sé si la veré de nuevo para decírselo", escribe don Lucho.
Cuadros de su partido los sacan de allí. A Nora "se la llevan de noche a otra parte". A él lo conducen a una quebrada del cerro Ramaditas donde está la cabaña de la señora Carmen. Después un amigo, Manuel Piña, encabeza la operación para trasladarlo en su auto a una vivienda en el plan, para lo cual tiene que caminar algunos tramos con ropa -y llevando carga- de carbonero. Bien caracterizado, logra sortear sin problemas varias patrullas navales.
Mientras aún está en Ramaditas se entera de que "Nora fue detenida en Valparaíso y separada de nuestros hijos cuando yo estaba perseguido a muerte. (…) Uno quisiera que cualquier sufrimiento o maltrato, cualquier vejamen, lo concentraran en su persona, que todo le recayera directamente, y que su esposa y su familia quedaran libres de cualquier peligro".
Operación asilo
El 22 de octubre lo va a ver a Ramaditas la dirigente Marfa. "Tienes que asilarte, Lucho. (...) Nunca consideramos tu propuesta de quedarte clandestino en Chile. (…) Tengo el encargo de decirte muy firmemente que no podemos tener todo un grupo grande de compañeros dedicados sólo a ti y arriesgándose ellos mismos quizá a qué cosas. Además, tú no sirves para nada aquí ahora, sino sólo para perjudicar nuestro trabajo. Eres muy conocido. Fuiste muy importante. Te tienen odio y quisieran matarte. Tengo la tarea de decírtelo. La decisión es que te asilemos".
El 31 del mismo mes lo sacan rumbo a Santiago. Don Lucho tiene pelo y bigote oscuros, y porta un carné que lo identifica como Juan Rogelio Abatte Poblete, con cédula de Iquique. Se van en el auto del oficial de Ejército Rolando Apablaza, que viste su uniforme. También viaja el hermano del militar, el arquitecto Sótero Apablaza. Llegan a la casa del conductor, en Vitacura. "La comida estaba servida. Tomé vino. Comí tranquilo. Estaba en la casa de un militar, en una población de militares".
El 4 de noviembre de 1973 don Lucho está a las puertas de la embajada de Alemania Democrática. De nuevo va en el auto de Apablaza, al que esta vez también ha subido una mujer muy elegante. Es ella la que se baja a tocar el timbre aprovechando que la patrulla de vigilancia se va alejando del acceso. Pero nadie abre. Guastavino divisa al otro lado de la reja a Eduardo Rojas, vicepresidente de la CUT, y a la diputada socialista Fidelma Allende.
"Salí del auto, me acerqué a la reja y con voz que me pudieran reconocer les dije fuerte: '¡¡Eduardo, Fidelma!! ¡¡Soy Lucho Guastavino, que vengo a asilarme!! ¡¡Estoy maquillado, pero ábranme!!".
En esa embajada estará como huésped hasta el 3 de julio de 1974, cuando lo conducen al avión que lo dejará en Helsinki. El mes anterior ha muerto su madre. Ahora su esposa e hijos están en Berlín. Así se inician los largos años de exilio que lo llevarán a la RDA, Rusia e Italia, y a muchos otros destinos vinculados con su quehacer político.
Ruptura y cercanía
En 1985 ha llegado la hora de volver. Se instala en Buenos Aires y trata infructuosamente cinco veces de ingresar a Chile junto a un grupo de políticos connotados. En su sexto intento, 1987, entra clandestino desde Bariloche. El 4 de septiembre irrumpe y causa revuelo en la Conferencia Interparlamentaria Mundial en el Hotel Tupahue. Después en Valparaíso, y así…
Se ha ido alejando, en tanto, de su partido. "Expresé categóricamente mis desacuerdos con la política militar que practicaban en aquel tiempo los comunistas y que llevaba a menospreciar la campaña por las inscripciones electorales y la participación en las tareas del plebiscito".
"A fines de 1990 yo dejaba de formar parte del PC. Nunca se discutió conmigo. Nunca fui convocado a un proceso interno. Nunca fui expulsado formalmente. Simplemente lo supe a través del diario El Siglo de entonces", recuerda.
En 1989 fue llevado a tribunales "y exonerado de las acusaciones de la dictadura. ¡El 5 de octubre habíamos ganado el plebiscito!".
En la última página de su libro autobiográfico, bajo la foto de celebración de sus bodas de oro, en 2006, donde están sus hijos y nietos, don Lucho escribe: "¡Nora, he sentido cada día de estos 60 años tan compañera de mi vida, mis tareas, desafíos y sueños! Vida y Política es un libro donde estás muy presente. Porque juntos construimos y somos una dupla desbordante de fuerzas y ansias de seguir viviendo nutridos por el amor. Una pasión que no termina".
* Este texto fue publicado en El Mercurio de Valparaíso el 10 de junio de 2018, para dar a conocer el libro Vida y Política, una pasión que no termina, de Luis Guastavino, publicado por Ediciones Universitarias de Valparaíso.