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Veinte veranos en la playa: de pioneros a campeones

Instaladas en la arena, las escuelas de surf del sector El Abanico, en Maitencillo, ofrecen durante todo el año la promesa de aprender a practicar este deporte. Herederas de la primera generación que lo trajo a Chile, hoy reciben a cualquiera que desee aprender.
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En la playa de El Abanico, Maitencillo, Catalina Arcila se estira cuan larga es junto a una tabla amarilla. Con las manos se hace una pantalla que la protege del sol. Esta es la primera vez que surfea. La acompaña Martín Silva, que va por su séptima. Ambos visten trajes de neopreno negros y tienen tablas de última generación.

"La tabla era más alta de lo que pensaba", admite Catalina, refiriéndose al duro movimiento de incorporarse mientras te deslizas. "Las olas te tiran afuera y es pesado volver una vez que bajas".

Martín empezó muy joven, pagando por una clase en las escuelas circundantes -cuyo valor varía entre los $18.000 y los $120.000 dependiendo de factores como la escuela o la modalidad de la clase-. "En pandemia, mi hermano se compró una tabla", comenta el surfista amateur, "y aparte de un par de clases, y un amigo que es instructor y me ha dado algunos consejos, no tengo más formación".

Asume que le falta comprender elementos críticos, como leer las olas. "Sin un instructor es difícil", puntualiza, refiriéndose a las infinitas formas que ellas pueden adoptar y que el surfista debe aprovechar para desenvolver su movimiento.

Tanto Silva como Arcila llegaron por sus medios desde Santiago a disfrutar una tarde en el litoral.

La playa: una extensión del patio infantil

La Escuela de Surf Maitencillo, ubicada al centro de El Abanico, surgió en el año 2000 por iniciativa de tres socios que, a fuerza de remodelaciones y transformaciones, la han convertido en lo que es ahora, un atractivo centro bullente de actividad.

Emanuel Rojas es uno de esos tres socios. Siempre ha estado ligado a Maitencillo por su familia, que es del balneario, por lo que la extensión natural de su patio infantil fue la arena. Constante que ha mantenido a lo largo de su vida.

Fue en ese patio donde, hace diez años, él y sus amigos contemplaron a un grupo de surfistas atravesar las olas hasta aterrizar en la espuma.

"Comenzamos ingresando al mar a principios de los noventa", recuerda, "y con poco conocimiento del deporte, con poco acceso a equipamiento, también, por esa época… ¡ni qué decir información técnica del deporte como tal! fuimos acercándonos cada vez más y practicándolo de manera regular".

En la zona de Puchuncaví y Quintero, la Escuela de Surf se erige como una de las pioneras en la dinámica de estructurar el aprendizaje por medio de instructores y aprendices, y poner un precio a ello. "Estas comunas son las responsables del origen del surf en Chile", enfatiza Emanuel en relación a su emplazamiento.

Cuando la Escuela llevaba un año funcionando, los socios recibieron la bienvenida de los cuatro deportistas que encarnaron el origen del surf en el Chile de los años 70, de los cuales hoy sólo vive uno de los pioneros.

"Y ahora, sin ir más lejos, tenemos un Encuentro de Surf Infantil orientado a las categorías sub 6 y sub 12", organizado como celebración del vigésimo segundo aniversario de la Escuela, "con las que queremos plantar una semilla desde una edad temprana", comenta Rojas.

Emanuel ha desarrollado un modelo de negocios, a través de alianzas con marcas y convenios con instituciones educativas regionales, que le permiten mantenerse a flote todo el año. "Nuestro fin último es poder incursionar en otro tipo de servicios, enfocarnos a los equipos de alta competencia".

Recordando el efecto de contemplar a esos riders en su patio, Emanuel cree que "hoy su legado permanece, de nuevo, en acciones y proyectos como éstos".

La fábrica experimental de Loncura

Claudio Castro llegó a la caleta de Quintero con una idea fija en la

Los trajes que se usan hoy (neopreno) son incomparables con los que usaron los pioneros, y lo mismo puede aplicarse a las tablas, a las escuelas y al principio filosófico del surf.

Felipe Barros

reportajes@mercurio valpo.cl