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LA TRIBUNA DEL LECTOR

POR EUGENIA GARRIDO ÁLVAREZ DE LA RIVERA, HISTORIADORA DEL ARTE Y EXALCALDESA DE VIÑA DEL MAR POR EUGENIA GARRIDO ÁLVAREZ DE LA RIVERA, HISTORIADORA DEL ARTE Y EXALCALDESA DE VIÑA DEL MAR
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El nacimiento del Arte Moderno

Sue Roe, autora de esta excelente investigación titulada In Montmartre. Picasso, Matisse and the Birth of Modernist Art (En Montmartre, Picasso, Matisse y el nacimiento del arte moderno) nos relata cómo se gestó el nacimiento de dos de los movimientos artísticos inspirados por las observaciones de Paul Cézanne, considerado el padre del Arte Moderno, corrientes estas que darían forma al cubismo liderado por Pablo Picasso y al fauvismo, teniendo como figura principal a Henri Matisse.

Es el año 1900, París es una ciudad chispeante, luminosa, de todas partes llega gente a la Gran Feria del Mundo, la ciudad se ha transformado en una combinación de luz, acero y cristales. El público tenía ingreso a la Feria por la Puerta Binet, adornada con una decoración exótica que se había habilitado en la Place de la Concorde, iluminada en la noche con miles de luces. Por su parte, las calles han cobrado una vida nunca vista, los carruajes invaden la ciudad, los hoteles están con su capacidad agotada. Es entonces cuando arriban a París dos jóvenes artistas catalanes: Pablo Picasso y Carles Casagemas. Además de pintor, este último también es poeta. Picasso ha sido invitado a presentar una de sus obras, Últimos momentos, en el pabellón que representa a España. Al recorrer la Feria, en la sección de Arte Moderno, tienen la oportunidad de ver pinturas de David, Delacroix, Daumier, Ingres, Corot, Courbet. Todos ellos muy famosos, pero muy lejos de representar lo nuevo, lo moderno. Se presenta también una muestra impresionista y se exhiben solo dos pinturas: Desayuno en la Hierba, de Eduard Manet, y Los nenúfares, de Claude Monet. Ambos se alejan del lugar y dirigen sus pasos a Montmartre, tan protagonista de esta historia como ellos. Allí está la bohemia con sus múltiples, coloridos personajes, a veces extravagantes. Están también la Place du Tertre, Au Lapin Agile o lugares que le dan vida al sector, como el famoso molino convertido en salón de baile y de representaciones: el Moulin de la Gallette, pintado muchas veces por Toulouse-Lautrec y Renoir. Desde sus inicios este lugar se convierte en un punto de atracción para miles y miles de turistas que buscan un sitio para su distracción. Y allí están los personajes que le dan vida a las actuaciones, hasta hoy recordados y llevados a las telas de grandes artistas.

Inolvidables son La Golue, famosa por ser la reina del baile favorito de aquellos tiempos, el Cancán; luego su reemplazante, la Butte, de una frágil belleza, inmortalizada en los sketches de Van Gogh, quien también vivió en la cima del cerro. Montmartre se convierte en el lugar de encuentro de pintores nacionales y extranjeros, capaces de intercambiar ideas sobre el arte, su técnica y la filosofía que los inspiraban. Picasso recordó siempre con nostalgia sus años de formación, sus amores, su primera gran conquista. Pintó el mundo de Montmartre bajo el prisma de su vida interior, sin olvidar las emociones e ideas de aquellos que convergían en el lugar en la primera década del Siglo XX. Entre ellos podemos citar a Picasso y Braque como los grandes iniciadores del cubismo, a los que a partir de 1908 se unirán otros, como Leger y Gris, y también no podemos olvidar al joven pintor italiano Modigliani, gran amigo del maestro del cubismo quien incursionó en el nuevo arte. Paralelo a esta corriente nace el fauvismo, con Matisse como líder, con sus seguidores iniciales de esa tendencia estética: Wlaminck, Derain, Van Dongen.

No deben omitirse aquí los nombres de quienes no siendo pintores, dieron vida y fueron fundamentales para que se creara un movimiento renovador ya fuera por su capacidad de relacionar a todo ese mundo de artistas, como fue el caso de la escritora norteamericana Gertrude Stein, gran mecenas de las artes, o como Paul Poiret, el modisto innovador, y el comerciante de arte Ambroise Vollard. Ellos admiraron y apoyaron constantemente a este grupo de pintores que realizaron cambios trascendentales en el mundo de las artes, iniciando el Modernismo.

La Belle Époque empieza su decadencia, nuevas pinceladas, estructuras geométricas, volúmenes contrastados, colores desafiantes, rojos amarillos y el uso del negro en un juego de yuxtaposición de gruesos trazos compiten entre sí.

Esta primera década vio transitar por las alturas de Montmartre entre circos, escritores y poetas, bailando largas noches en el Moulin de la Galette, a estos líderes de los movimientos artísticos que caracterizaron el siglo XX.

Se formaron con espontaneidad, supieron apreciar la cultura popular, cultivaron la vida bohemia. Con toda esa experiencia fortalecieron su arte, presentaron al final de la década, creaciones excepcionales: Matisse con sus dinámicas obras La danza y La música; Picasso sorprende a todos con Las señoritas de Avignon; Poiret diseña y viste a la sociedad parisien, inspirado en el vestuario del Ballet Ruso y las galerías de arte exhiben y claman por obras cubistas y de los "fauve".

¿Cómo sucedió todo esto? La respuesta a esa pregunta y otras quedará para la segunda parte de esta síntesis.