Mucho más que una cuestión de geografía
La antigua -y tal vez permanente- demanda por la creación de la Región de Aconcagua volverá a tener otro capítulo en la Convención Constitucional.
En el mes de diciembre del año pasado, el presidente de la Unión de Juntas de Vecinos de Chiloé, Daniel Pantoja, y 24 agrupaciones sociales, tanto del archipiélago, compuesto por más de 40 islas, como del valle del Aconcagua, ingresaron a la comisión de Forma de Estado de la Convención Constitucional una propuesta para la creación de ambas zonas como regiones independientes.
De acuerdo con la argumentación referente al valle del Aconcagua, que contó con el apoyo de los constituyentes Claudio Gómez (Independiente-PS) y Cristóbal Andrade (Independiente), ambos del Distrito 6, "las provincias de Petorca, San Felipe y Los Andes sufren las consecuencias del centralismo y de las desigualdades territoriales en un doble sentido: respecto de Santiago y respecto de Valparaíso, que es donde se toman las decisiones políticas. Por otro lado, la provincialización del valle del Aconcagua omite la historia y la cultura compartida de este territorio, en que se desarrollan actividades productivas similares, con un patrimonio cultural e inmaterial particular y un patrimonio ambiental característico de esta zona". El documento hace referencia también a la consulta ciudadana de la ACHM del año 2019, cuando el 93,6% de los casi 25 mil votantes apoyaron la opción de la independencia.
Rápidamente la iniciativa número 6.466 juntó las firmas necesarias, llegando hasta la friolera de 16.442 rúbricas, por lo que será discutida en el pleno junto a las otras 76 propuestas ciudadanas, 201 de pueblos originarios y una de afrodescendientes.
Cabe precisar que ya en el pasado la Subdere realizó más de un estudio de factibilidad con resultados bastante halagüeños (sin ir más lejos, el secretario de Bachelet II y actual diputado, Ricardo Cifuentes, llegó a esbozar la concreción del proyecto) y para la zona es una demanda presente desde el regreso a la democracia, apostando la iniciativa antes mencionada por una redistribución de los poderes económico, político y territorial, con una nueva autonomía administrativa y fiscal, que -se propone- sea integrada al Artículo X De la Organización territorial del Estado, incluyendo a Aconcagua y Chiloé junto a las 16 regiones ya existentes.
Hay, cómo no, razones económicas que sustentan la demanda (las provincias de San Felipe y Los Andes generan el 73% del PIB regional, pero reciben sólo un 18% de la inversión regional), identidad y cultura comunes, además de una imperiosa necesidad de reconversión laboral producto de la tecnificación de la agricultura y la minería, y el demonio de la crisis hídrica.
El viejo afán por la organización y la subdivisión del país se remonta a los albores de la República, con las 8 provincias originales de las leyes federales de 1826 (Coquimbo, Aconcagua -que incluía Quillota, vinculada recién en 1842 a la naciente Valparaíso-, Santiago, Colchagua, Maule, Concepción, Valdivia y Chiloé) o las siete regiones delineadas por la Corfo en su ya mítica Geografía Económica de Chile del año 1950, que adoptó las siete zonas propuestas por el geógrafo Elías Almeyda (discípulo del alemán Hans Steffen, contratado tras el Tratado con Argentina de 1881 para explorar el extremo sur del país y quien terminara convirtiéndose desde el Instituto Pedagógico en el padre de la geografía en nuestro país). Odeplan propondría 12 para fines de los sesenta y la dictadura militar optaría por 13 en julio de 1974 con el recordado DL 575, terminando ese mismo día con la antigua provincia de Aconcagua. Ya en años recientes se crearían las nuevas regiones de Arica y Parinacota; Los Ríos (2007) y Ñuble (2017).