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A quince años del Parque Tricao: un santuario natural rescatado de entre las zarzamoras

Entre viñedos y Las Brisas, al sur de la comuna de Santo Domingo se esconde un parque de casi 100 hectáreas de superficie, donde la exploración, la aventura y la belleza bucólica aguardan la llegada del público, bajo el respetuoso cuidado de una fundación.
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En el 2007, cuando se construyó un tranque en un punto del camino del estero Tricao, la vegetación circundante era la típica del secano costero: quebradas tupidas zarzamoras que, inclementes e inocentes, ahogaban la vida de las especies nativas. Hoy, el tranque es la médula espinal de un parque vasto, nutrido de numerosos puntos de interés, flora y fauna descollante, y múltiples actividades basadas en la aventura y la contemplación.

Dos años después de este hecho, como una medida de mitigación, la Fundación Parque Tricao- introdujo en el sector la dinámica del humedal, que atrajo de forma natural a una variedad de aves nativas que, al cabo de un tiempo, ya habían construido sus nidos y depositado sus primeros huevos en las orillas del agua. En el 2013, el Ministerio del Medio Ambiente reconoció el rol que cumplía dicho humedal en la restauración del hábitat dañado.

"Este fue el punto de partida; vimos que la flora y la fauna comenzaron a responder a este rescate de la naturaleza", relata Nicolás Vicuña, director ejecutivo de la Fundación, "así, supimos que teníamos que continuar con esta labor. Pero el desafío fue hacerlo en conjunto con las personas, desde la educación y el fomento de una vida en contacto con la naturaleza", continúa.

Los hitos que se suceden desde este impulso son hoy los puntos de interés que salpican el mapa del parque: el anfiteatro para 220 personas y el restaurant hoy cerrado por la pandemia (levantados en el 2010); el diseño de los casi 10 kilómetros de senderos y la primera etapa de la base de operaciones conocida como la Plaza de la Virgen (2011); el área de picnic que evolucionó a área de quinchos (2012); el icónico humedal Giverny, inspirado en la obra de Claude Monet (2016, ampliado en el 2018); el aviario que reúne a más de 50 especies exóticas (2017); la Playa Blanca y la segunda etapa de la plaza (2018); y el jardín botánico (2020).

Abierto al público desde el 23 de febrero del 2019, el trabajo que realizan las casi 70 personas que dan vida al espacio -servicios, comunicación, construcción, mantenimiento, veterinarios y ornitólogos- no suspendieron su labor con la pandemia, aunque sí lo cerraron al público. "Debemos entender que la naturaleza sigue creciendo y en movimiento, a pesar de que nosotros estuviéramos frenados", comenta Nicolás Vicuña. "Por eso, la labor de nuestro equipo fue fundamental", agrega.

El aviario y las aves nativas

Una de las zonas más concurridas por los visitantes es la del aviario, donde más de 50 aves libres se alimentan y coexisten bajo una malla de 2 hectáreas. Levantada por pilares de 30 metros de alto, la malla está hecha de forma tal que criaturas polinizadoras, como las abejas y otros insectos, puedan entrar para no desequilibrar el entorno; pero que criaturas depredadoras, como los zorros y los felinos, se mantengan afuera y no pongan en peligro a los pájaros.

El tranque es la columna vertebral del parque. A raíz de su restauración ha ido creciendo una reserva natural que reúne a una expansiva variedad de flora y fauna, autóctona y alóctona.

Felipe Barros

reportajes@mercuriovalpo.cl