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IDEAS & DEBATES Por un futuro lleno de ciencia

POR ANDREA CALIXTO Y JUAN PABLO CASTILLO, INVESTIGADORES CINV
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El desarrollo verdadero de un país, en su sentido más amplio y democrático, necesita de la ciencia, entendida como una forma de pensar y hacer que no está restringida a los especialistas. La práctica cotidiana de la ciencia, naturalmente nos lleva a una sociedad sin prejuicios, basada en la búsqueda de la verdad y el conocimiento, y su aplicación más hermosa: la educación. La ciencia básica, aquella que responde preguntas elementales acerca del funcionamiento de lo que nos rodea, es la matriz y el punto de partida de cualquier aplicación futura y, por lo tanto, ha de respetarse como tal.

No es una pérdida de tiempo ni de recursos la búsqueda del porqué. La mayoría de los porqué siguen aún sin responderse y frecuentemente damos tumbos de ciegos tanto en la medicina, la preservación del medioambiente, las relaciones humanas e incluso las leyes que rigen nuestro universo. Visto de otra manera, todas las aplicaciones tecnológicas y biotecnológicas actuales surgieron de la búsqueda de respuestas a la curiosidad más elemental: desde el descubrimiento de la electricidad, pasando por la penicilina y la generación vacunas.

Hoy, en Chile, estamos ante una posibilidad histórica para avanzar en este camino: un gobierno joven, con un Presidente que ha demostrado interés real por el conocimiento y una Carta Magna por escribirse. No ha habido en nuestro país una oportunidad mejor para resolver de una vez y por todas las precariedades en la ciencia y el atraso en materias del conocimiento en el que llevamos décadas.

Nuestras y nuestros investigadores (as) se han unido para proponer la inclusión de ejes fundamentales a la nueva Constitución: el derecho a la producción y desarrollo del conocimiento científico; el fomento a la generación de conocimiento científico; el acceso y difusión de la ciencia; la ciencia como herramienta para la elaboración de políticas públicas y la descentralización de la ciencia. Todas estas ideas corporizan aspectos fundamentales para el desarrollo científico de nuestra nación.

Hasta ahora, la ciencia y la política pública aparecen estructuralmente separadas, impidiendo una contribución directa de la ciencia a solucionar problemas sociales, ecológicos y tecnológicos a nivel país. Proponemos que la elaboración de políticas públicas esté basada en el conocimiento científico producido por las diversas disciplinas. Esto significa comenzar por educar a los líderes en esta costumbre. Es importante que el conocimiento domine la conversación, no las opiniones personales, la conveniencia ni el conflicto de interés.

Ya que tenemos la posibilidad, hagamos algo nuevo, mejor que las referencias mundiales y con un acento propio, considerando todo el espectro de diversidades y partiendo por establecer que el conocimiento científico es un derecho, porque contribuye a ampliar nuestro entendimiento del mundo que nos rodea. Para la especie humana, el conocimiento es un propósito en sí mismo, una actividad, un resultado motivante y gratificante. Las personas adquirimos conocimiento por curiosidad, interés, pasión, y no solo como un instrumento para resolver un problema inmediato o una acción práctica. Esta es la oportunidad de cambiar la actual contraproducente estrategia que humilla la motivación intrínseca por el conocimiento solo por obedecer una razón ilusoria del mercado.

Poner el conocimiento en la categoría de un derecho es fundamental para que la implementación no se tarde y se haga expansiva a todas y todos. Para esto proponemos la creación de escuelas de ciencias en todas las regiones; educar a los educadores; crear programas de televisión orientados a la ciencia en horario prime, al igual que en la radio; crear centros regionales de verdad, tanto científicos como culturales, con financiamiento permanente y donde no solo el Estado, sino que instituciones no gubernamentales puedan aportar con recursos e infraestructura. Queremos también exhortar a las instituciones y a las personas naturales que acumulan grandes cantidades de riquezas que contribuyan a la ciencia, con la generación de fondos concursables a cambio de crear conocimiento y promover el desarrollo social. La idea de limosna o caridad debe reemplazarse por el del orgulloso aporte que sustenta centros de investigación de calidad mundial.

La belleza de un país se refleja en su diversidad y cultura. Chile y la comunidad científica requieren que se fomente la participación colectiva y vinculante de las comunidades científicas locales y que se incentive y amplíe la red y canales de participación desde los territorios para la toma de decisiones. Tanto en el sur como en el norte debe haber grandes centros investigativos, hacer la ciencia regional en las regiones.

Estamos muy lejos de tener el financiamiento necesario para el desarrollo científico sostenido. Sin embargo, no queremos simplemente pedir dinero para nuestra investigación. Nuestro discurso también incluye la responsabilidad de quienes practicamos la ciencia. Desde los estudiantes que reciben financiamiento público hasta los y las investigadoras que deben ser fiscalizables por lo que prometemos hacer y por lo que se nos otorga la confianza de toda una sociedad.

El futuro del país y el planeta depende de la creatividad que podamos poner en práctica.