El rinconcito

de la consentida

Ayer martes, como buena ciudadana, concurrí a hacer trámites bancarios a Valparaíso y me percaté que desde las 9.30 horas llegó una patrulla de Carabineros, y en las inmediaciones hacían ronda funcionarios del Gope, lo que me llamó la atención, así que decidí quedarme ahí mismo -como la abnegada reportera que soy- para ver qué ocurría.

Ahí me contaron que comenzaban los alegatos por la acusación de notable abandono de deberes en contra del alcalde Jorge Sharp.

En los minutos siguientes llegaron varios ilustres exconcejales de Valparaíso. En primer lugar arribó Daniel Morales -quien sigue siendo edil-, seguido por Iván Vuskovic y Luis Soto. Junto a ellos estaba Pedro Solís, mientras que más atrás venían caminando nuestra querida Marina Huerta, apoyada del brazo de Marcelo Barraza. Todos ellos se apostaron en la puerta del Tribunal Electoral Regional, el mismísimo TER. Pero esa notable nómina fue aumentando en personajes y como en una pasarela se aproximó la arquitecta Paz Undurraga, quien lucía un exclusivo chal, muy propio de ella, además del abogado Rodrigo Díaz Yubero, quien se hizo presente con una llamativa pajarita y que fue objeto de bromas por parte de los concejales acusadores. También estuvo el dirigente vecinal Víctor Muñoz y el exdirector de colegio de la Cormuval, Juan Cerda, quien prefirió no posar en la fotografía oficial y subir rápidamente hasta el segundo piso, donde se alojan las oficinas del tribunal en cuestión. Todos entendieron que Cerda quisiera pasar raudamente y no compartir mucho con la "comisión de bienvenida", ya que hace unos días le comunicó al concejal Daniel Morales su intención de tener un bajísimo perfil. Debemos destacar la presencia del inefable Boris Kúleba, que llegó más motivado que nadie, de negro completo. Ahí estuvieron departiendo unos 20 minutos todos ellos, pero a poco tiempo de llegar a las 10 de la mañana, las alarmas empezaron a encenderse porque faltaba un testigo, el exdirector de la Cormuval, Gianni Rivera, lo que provocó preocupación en los presentes. El primero en llamarlo fue Marcelo Barraza, a quien le transmitió que se había quedado dormido y estaba en camino, pero el tiempo pasaba y no llegaba, así que Iván Vuskovic tomó su teléfono y se comunicó nuevamente con Rivera, quien le aseguró que estaba a unos metros del lugar. Cuando el miembro del directorio de Santiago Wanderers arribó al sitio, luciendo un elegante terno azul, "Marinita" Huerta les dijo: "Yo sabía que Giannito no iba a fallarnos". Acto seguido, saludó a todos los presentes y subió al segundo piso del edificio de Prat 732, no sin antes recibir un aplauso, más que de motivación, de alivio al cerciorarse de que el joven ingeniero comercial no se había echado para atrás a última hora.

Una vez en el TER, los testigos fueron recibidos por el abogado Rodrigo Flores, quien bajo la atenta mirada del abogado defensor del alcalde Sharp, Edwin Flores, presenció la entrega de las cédulas de identidad por parte de los testigos que ingresaron a la Sala de Audiencias para prestar promesa o juramento ante el ministro de la Corte de Apelaciones Hugo Fuenzalida Cerpa.

La primera testigo que hizo su presentación fue Paz Undurraga, que en 72 minutos de exposición fue en varias ocasiones interrumpida por el abogado de Sharp, por lo cual el ministro Fuenzalida lo llamó al orden. Frente a ello el abogado defensor pidió las disculpas correspondientes. Cabe destacar que el abogado Rodrigo Flores le "paró el carro" a su colega, ya que consideraba una falta de respeto los comentarios en voz baja que hacía sobre el relato de Undurraga. Una buena fuente conocedora de estos antecedentes, dicen que tanto el alcalde como su entorno le reprocharon a su abogado defensor la actitud, ya que lograron victimizar aún más a los acusadores.

Pero el misil más duro y justo en el punto de flotación fue el testimonio del exdirectivo del liceo Técnico de Valparaíso, Juan Cerda, quien relató en detalle buena parte de los trabajos con menores en los liceos, declaración que tuvo que ampliarse para hoy. El abogado de Sharp movió muchas veces la cabeza cuando Cerda hablaba.

Toda esta semana se esperan los testimonios tanto de los acusadores como de la parte acusada. Ahí estaré.

Misiles iban, misiles venían

miguel moya/agencia uno

Japón es un país fascinante, calificativo más que merecido debido a su larga y milenaria historia, cultura, sincretismo religioso, alto nivel tecnológico, elevado desarrollo de la inteligencia artificial y la robótica, y al milagro que supuso su elevación a la categoría de potencia mundial en apenas cuarenta años durante la segunda mitad del siglo XIX, pasando de ser una economía cerrada y agraria, a un imperio con todas sus letras. Es también el país del mítico Godzilla, del misterioso bosque de Aokigahara, del imponente monte Fuji y de los cerezos en flor que atraen a millones de turistas año tras año. Asimismo, Japón ostenta un triste récord: es el único país del mundo que ha sido objeto de dos bombas atómicas lanzadas por los Estados Unidos en agosto de 1945 en las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, y que significaron su rendición incondicional durante la Segunda Guerra Mundial.

Sin embargo, el país nipón es también conocido por lo peculiar de su sociedad, abundante en ideas, tradiciones y valores que difieren sustantivamente de aquellos que predominan en las sociedades occidentales. Una de esas singularidades recibe el nombre de hikikomori, que traducido al español puede leerse como atrincherarse o recluirse socialmente. Es un fenómeno, en principio tan extraño, que incluso es considerado como un trastorno denominado "aislamiento social agudo".

Hikikomori es un síndrome que afecta al menos al 10% de la sociedad nipona, en su mayoría adolescentes de sexo masculino, aunque en los últimos años se ha extendido a otros géneros y edades. Consiste en un aislamiento social voluntario, por un período mínimo de seis meses y que puede durar años, donde el paciente se encierra en su propia habitación y no sale de ella, como si fuera un prisionero, sin contacto alguno con otros seres humanos, incluyendo a sus propios familiares. ¿Qué es lo que motiva a una persona a convertirse en hikikomori?

Es en este punto donde la medicina y la psicología ceden su lugar a la filosofía. La mirada médica -absorta en los cuerpos, la anormalidad y la marginalidad- se hace a un lado para permitir la reflexión aguda y penetrante del filósofo, en su versión de diagnosticador social, como el Zaratustra de Nietzsche. Antes que un síndrome, hikikomori representa el hastío hacia un orden social disciplinario y rígido; un estado de ánimo indiferente a la existencia de otros seres humanos; y una peculiar disposición del espíritu que decide renunciar a los otros, ante la crueldad de la existencia y la maldad en el mundo.

Hikikomori es una forma elegante de misantropía que, conjeturamos, no existe solo en Japón, sino también en nuestras sociedades occidentales. Y aquí radica lo interesante: día tras día, más y más personas se suman a esta idea de aislarse de los demás, no tanto porque el hombre sea el lobo del hombre -como pensaba Hobbes-, sino más bien porque el nuestro es el peor de los mundos posibles.