La escasez de agua y todos sus dilemas
La crisis hídrica se ha transformado en un grave problema regional, uno que pone por delante decisiones difíciles de adoptar.
Un duro diagnóstico realizó el entrenador de la selección nacional de remo, Bienvenido Front, sobre el futuro de la actividad en el tranque La Luz por la baja constante en el nivel de sus aguas, debido al uso que realiza la empresa sanitaria Esval para la producción de agua potable. El head coach de la Federación advirtió que los Juegos Panamericanos de 2023, que se realizarán en nuestro país, no podrán utilizar la laguna ubicada en Curauma para las competencias de boga; incluso, aseguró que este deporte tendrá dificultades para seguir desarrollándose en la región, tras más de 100 años de prácticas competitivas.
La respuesta que entrega la empresa, cuyo mayor accionista es el Fondo de Pensiones de los Profesores de Ontario, es simple: es verdad que la capacidad del tranque ha bajado en un 23%, pero esa merma es un costo inevitable del bien común superior que es entregar agua potable a los sectores altos de Valparaíso. De no ser por el uso de dicho espejo de agua, expone la sanitaria, un eventual racionamiento del vital elemento habría sido inevitable debido a la conjunción de dos hechos: la falta de lluvias y nieve capaces de alimentar los afluentes que ocupa Esval para abastecer sus plantas de tratamiento y el crecimiento acelerado de la población de Curauma-Placilla en los últimos quince años.
La sequía, instalada en la zona desde hace una década sin dar luces de que amainará pronto, sino todo lo contrario, pone a las autoridades ante decisiones difíciles en toda la Región de Valparaíso. ¿Debe perseverar la práctica del remo o el suministro de agua a la población? ¿Debe primar el riego de extensos campos de cultivo por sobre la disponibilidad de agua potable para los habitantes de comunas donde hoy existe racionamiento? La elección es inevitable, pero tiene costos asociados, efectos secundarios, actividades perjudicadas. El escenario hacia el futuro no es demasiado alentador cuando se trata de la crisis hídrica. Todo indica que la falta de lluvias se transformará en una condición estructural de la zona central debido al cambio climático y eso solo permite prever que los conflictos asociados al suministro de agua se agudizarán. Por ello urge que exista una gobernanza adecuada, con reglas de propiedad, uso y conservación que permitan un trabajo seguro en el largo plazo -no 15 o 20 años, sino que 40 o 50 años-, que además tome en consideración otros procesos sociales en marcha, como el crecimiento demográfico en zonas específicas o el desarrollo de labores productivas con uso intenso de este elemento. ¿Surgirá esta nueva gobernanza del proceso constitucional en marcha? La duda viene por algunas iniciativas que plantean eliminar las concesiones para que se haga cargo el Estado del suministro de agua potable y la construcción de alcantarillado. El gremio de empresas ya calculó que al Fisco podría costarle hasta US$ 9 mil millones la estatización del sector sanitario, pero los costos que debería asumir no terminarían allí. Esval ha invertido cerca de $ 100 mil millones en los últimos años para garantizar su servicio en el área de concesión pese a la sequía. La proyección de dicho escenario nos lleva, una vez más, al ciclo interminable de las decisiones difíciles.